parte 8

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Le colgué el teléfono a Alexander y me dirigí al ascensor para tener una conversación cara a cara. Al llegar a su oficina, entré sin tocar la puerta (como siempre) y me lo encontré viendo las noticias donde aparezco en el escritorio de la recepción, gritando que Alexander tiene sífilis.

— ¿Qué demonios es esto? — exclamó.

¿Me está gritando?

— No es mi mejor ángulo, pero considero que me veo bien, aunque un poco gorda. Tal vez si... — comencé a explicar cómo me veía en la televisión.

— NO ESTOY JUGANDO. ¿POR QUÉ DIJISTE ESO SOBRE MÍ? — me volvió a gritar, interrumpiendo mi explicación.

Creo que va a tener un ataque porque su cara está más roja que un tomate.

*Vas a matar al pobre hombre de un infarto. Y eso que no lleva ni una semana aquí*.

Ay, por favor, no empieces con eso. Además, él fue quien comenzó todo esto al querer hacer lo que le da la gana sin importarle nada.

—Te dije que sacarás a todas esas mujeres de mi empresa o lo haría a mi manera— le respondí mientras revisaba mis uñas

— ¿Y no se te ocurrió otra forma de resolverlo? — preguntó con irritación.

— Uff, ni te imaginas cuántas ideas pasaron por mi mente, pero no quise ser tan malvada — respondí.

— Eres el demonio en persona. Maldigo el día en que acepté entrar a esta editorial — dijo amenazante.

— Pues, si quieres puedes marcharte. Sabes dónde está la puerta — le dije con un tono divertido.

— Oh no, ni sueñes que te voy a dejar ganar así de fácil. Vas a pagarlo caro — replicó, saliendo de la oficina sin dejarme reprocharle ni siquiera hacerme la indignada por su "amenaza".

Me fui a mi oficina y me sumergí en los papeles pendientes, perdiendo la noción del tiempo. Cuando vi mi celular, ya eran casi las nueve de la noche. Recogí mis cosas y me disponía a salir de la editorial, o al menos eso planeaba hasta que el ascensor se detuvo.

Llamé al botón de emergencia varias veces, pero nadie respondió. Empecé a desesperarme por el hambre que tenía. Pasaron dos, tres, cuatro horas y todavía no me sacaban de esa estúpida caja de metal. Me acosté en el suelo y utilicé mi bolso como almohada. No pasaron ni cinco minutos y me quedé dormida.

Escuché mi nombre a lo lejos, como si estuviera en un bosque encantado. Corrí hacia él para ver quién me llamaba cuando sentí que me tapaban la nariz con un paño impregnado de alguna sustancia. Estaba a punto de patearle las bolsas cuando...

— ¡JESSIE! — me desperté sobresaltada por el grito de mi asistente.

— Lisette, por tu culpa no pude descubrir quién quería secuestrarme. Estaba a punto de patearle las... — le dije, pero ella me miraba como si fuera un extraterrestre. Comprendí lo extraña que debía parecer la situación.

— A ver, ¿me puedes explicar por qué estabas durmiendo en el suelo del ascensor? — preguntó Lisette con incredulidad.

— Verás, ayer me quedé hasta tarde revisando algunos papeles y cuando me disponía a irme a casa, este trasto de metal se detuvo. Llamé varias veces al botón de emergencia, pero al parecer nadie escuchó y tuve que dormir en el suelo — expliqué. Lisette ya no me miraba como a un bicho raro, ahora tenía esa mirada de "¿te bañas con sal o qué?".

— Definitivamente deberías buscar a alguien que te quite esa mala suerte, amiga — señaló.

— Bueno, pero eso lo dejaré para después. Por ahora, necesito mucha comida porque no he comido nada desde ayer y un buen baño caliente — respondí.

El ascensor llegó al último piso donde se encontraba mi oficina. Lisette se bajó y le pedí que cancelara todas mis citas de la mañana, ya que iba a comer y ducharme. Justo cuando me disponía a bajar, el ascensor se detuvo en el piso 10 y Alexander, bien arreglado y sin ojeras, entró.

— Buenos días, señorita Jessie. ¿Cómo amanece en esta hermosa mañana? — preguntó con un leve tono de burla en su voz, que opté por ignorar para no perder los estribos en ese momento.

Llegamos al estacionamiento y salí del ascensor sin decir una palabra. Alexander caminó detrás de mí y pensé que me seguía hasta que vi su auto justo al lado del mío.

— Espero que el suelo del ascensor le haya brindado la mejor comodidad para dormir anoche, señorita Jessie — comentó.

— ¿Y cómo sabes que yo...? ¡FUISTES TÚ QUIEN DETUVO LA CHATARRA DE METAL! — exclamé.

— Te dije que pagarías por avergonzarme en televisión — respondió con firmeza.

— Eres un desgraciado. Por tu culpa parezco un zombie y tengo el apetito de tres personas juntas. Pero esto no se va a quedar así, Alexander Montilla, eso te lo aseguro — le dije antes de subirme a mi auto y acelerar. Pasé todo el camino a casa pensando en el siguiente paso de mi venganza. Juraba que Alexander se arrepentiría de haber nacido. Luego de darme un relajante baño, decidí pedir comida. Me quedé dormida sin darme cuenta hasta que el timbre me despertó. Comí de forma exagerada, me cambié y salí hacia la editorial.

Durante todo el camino, pensé en mis hermanos. Hace un mes que no sé nada de ellos y todo por culpa de una estúpida herencia. Llegué a la editorial y me encontré con Érick.

— Hola, señorita Jessie. ¿Cómo le va? — me saludó con su sonrisa y su energía positiva de siempre.

— Todo bien, Érick. ¿Y a ti? ¿Cómo te va con el monstruo que tienes por jefe? — le pregunté.

— Bah, solo me da órdenes y más órdenes, pero al menos ya aceptó que tendré que estar aquí por mucho tiempo — respondió.

— Oye, hablando de él, necesito tu ayuda para gastarle una pequeña broma — le expresé.

— Yo encantado. Lo que sea con tal de hacerlo enojar — dijo con entusiasmo.

Me encanta la energía de este chico.

— Bueno, nos vemos a las 6 en el estacionamiento para hablar de los detalles. Esto se va a poner muy divertido — le dije.

— Anotado. A las 6 en el estacionamiento — confirmó.

Subí a mi oficina y me sumergí en los papeles, como todos los días, pero esta vez con una sonrisa en mi rostro. La misma que se borró al ver a Tyler entrar a mi oficina.

— Tenemos que hablar —
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Ya tenemos nuevo caaapp.

Sorry por abandonar la historia tanto tiempo, espero que lo disfruten ❤❤

Guerra De PoderWhere stories live. Discover now