VIII

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Alec entró a la habitación y encontró una nota

No era la primera

El día de la batalla con los hombres de ojos azules, Alec había encontrado un papel doblado en la mesita de las botellas de vino.

"¿Quieres saber lo que oculta el Faraón?"

Alec la tiró al fuego sin pensarlo dos veces. La respuesta era no, no quería saber lo que ocultaba Magnus, todos tenían derecho a guardar secretos, ¿Porqué tendría que saber todo sobre su futuro esposo? ¿No sería eso aburrido?

La segunda nota apareció la siguiente noche después de que Alec salió a realizar una llamada en la que invitaba a Jace a su boda.

"No todos los amantes del Faraón están muertos"

Alexander la quemó al igual que la otra.

Bien por ellos, los que sobrevivieron se habían acostado con el Faraón una sola vez y tuvieron suerte, Alec lo tenía enterrado hasta las pelotas en su cuerpo todos los días. No sentía celos.

"¿Sabes cuántas vidas ha tomado el Faraón?

Alec incluso se burló. ¿Querían asustarlo diciéndole que era un asesino?. Por favor, el faraón había terminado con 2,500 hombres en busca de aquel que pudiera quitar a Alec del peligro, era obvio que había cegado muchas vidas, eso sin contar todo lo que había hecho cinco mil años atrás, los libros eran muy claros cuándo decían que era de los más sanguinarios.

Jace e Isabel llegaron el día antes del la boda, se instalaron en una pirámide cercana pues extranjeros no podían quedarse en la principal donde vivía el Faraón. Magnus le dió su espacio para reunirse con sus amigos y al anochecer durmieron en habitaciones separadas, era una regla antes de la ceremonia. Entonces Alec durmió en otro lugar y al despertar había una nueva nota bajo su plato de comida, quizá había estado ahí antes de que durmiera pero cómo no quiso cenar por los nervios, la encontró hasta la hora del desayuno.

"Te veo al amanecer en los murales prohibidos, si no te presentas, mataré a tus amigos"

Alec la arrugó y la dejó caer en su plato, su apetito se fué.

- Llévame a los murales prohibidos

Dijo Alexander a un eunuco más joven que los otros, el chico se le quedó viendo con miedo.

- Pero... El Faraón prohibió esa zona de la pirámide para todos.

Alec tomó la nota, se la mostró cuidando que sólo las palabras "Murales prohibidos" se vieran y luego la quitó de su vista.

- El Faraón quiere verme en esa zona ¿Lo estás desafiando?

El eunuco negó y le indicó que lo siguiera.
Alec se escabulló siguiendo al chico hasta que llegaron a una zona donde no había guardias.

- Regresa, si alguien pregunta por mí, di que me llevaste dónde me citó el Faraón

Alec no era tonto, si no volvía en poco tiempo y Magnus mandaba a preguntar por su paradero, sabría que algo andaba mal y tendría ayuda.

- Pero...

- Es una orden

El chico cerró la boca y se fué por dónde llegó.
Alec entró a esos pasillos que daban a una cámara enorme, en la entrada no había nada pero una luz de antorcha lo esperaba al fondo.

Alec caminó tranquilamente, ahí había tres personas de espaldas, dos hombres y una mujer.

- ¿Querían verme?

Preguntó llegando, si hubiera tenido pantalones en lugar de su shenti, se habría metido las manos a los bolsillos.

Los desconocidos voltearon y esperaron.

- ¿Debería saber quienes son?

Preguntó pues obviamente estaban esperando alguna reacción suya. Los hombres se vieron molestos por su pregunta.

- Somos amantes del Faraón

Dijo un moreno

- Corrección. Una vez. Fueron amantes del Faraón

Respondió Alec sin perder el temperamento.

- ¿Cómo sabes que no lo seguimos siendo?

Preguntó la mujer, una chica de piel blanca y cintas azules en su lacio cabello.

- Es simple, Yo lo dejo demasiado cansado todas las noches cómo para poder levantarse.

Ella rechinó los dientes dándole la razón sin querer.

- ¿No te molesta saber que hemos tenido la semilla del Faraón en nuestro cuerpo?

Preguntó el último hombre, un delgado de risos.

- Hace cinco mil años, deberías pasar página y superarlo, seguramente estabas tan destrozado que no lo recuerdas.

Alec se estaba burlando de ellos.

- Nos dió placer

Dijo la dama. Alec asintió.

- No lo dudo. Folla cómo los mismos dioses

Las tres personas no entendían cómo no estaba ni un poco molesto.

- ¡Sobrevivimos a su lecho!

Dijo el primer hombre.

- Tuvieron suerte de que los eligiera al último y no terminaron muertos, pero ninguno lo tuvo más de una vez y apuesto a que ninguno aguantó las rondas de principio a fin, cuando entraron a esa estúpida habitación, ya había cadáveres botados a un lado. El Faraón no tenía amantes, él tenía pañuelos desechables.

Las facciones de los desconocidos se llenaron de odio, uno de los hombres trató de golpearlo y el pie de Alec destrozó sus costillas arrojándolo con los otros dos.

- ¿Qué estaban buscando al citarme aquí?- Preguntó - Tengo una ceremonia a la que asistir

Ellos se pusieron de pie sacando de entre sus ropas cuchillos.

- ¡Tú no mereces unirte a él!

Gritó la mujer

- Me persiguió por todo el mundo, Yo creo que él opina lo contrario.

Alec esquivó la cuchillada a un costado y le dió un codazo a la mujer directo a la nariz salpicando sangre en todas direcciones.

- ¡Tú eres el culpable de tantas muertes!

Alec pensó que se estaba refiriendo a las batallas, a los 2500

- Ellos tuvieron la opción de retirarse y aún así eligieron pelear por oro

Se agachó evitando un golpe y conectó un gancho a la barbilla.

- ¡Nosotros nos referimos a la matanza de personas con ojos coloridos! ¡Hace cinco mil años!

Alec entonces recordó su sueño. En ese sueño también habían sido perseguidos en el tiempo antiguo por el color de sus ojos.

- ¿A qué te refieres?

Preguntó a uno de los hombres que se puso de pie, tomó una antorcha y la arrojó a la pared contraria. El suelo ardió en línea recta iluminando un mural. El mural Prohibido.

Alec se acercó unos pasos dándoles la espalda.

Imagen tras imagen, los soldados habían sido tallados persiguiendo personas y asesinando, había adultos, ancianos, niños, bebés...

- Dioses

Murmuró Alexander ante la inmensidad de la matanza.

La mujer aprovechó que estaba de espaldas y se lanzó con una daga directo a su corazón.
Alec volteó cuando vió la sombra aproximarse y sintió el impacto.

- ¡Muere!

Gritó la mujer empujando aún más el arma.

El Destino de la Momia #malecWhere stories live. Discover now