Quizás la muerte era el mejor destino que podía tomar, pero no dejaría que terminaran con mi vida, lucharía asi tuviera que hacerlo entregándome, por lo menos no se les había ocurrido interrogarme sobre la IISMF, lo que me confirmaba que yo había sido su objetivo desde el principio, ellos no buscaban mantener a un simple rehén, ellos me querían a mí o más bien, él me quería ahí.

Según la cuenta que llevaba mentalmente, llevaba 8 días en ese lugar y estábamos a menos de 6 días de la supuesta boda que Magnus organizaba, sabía que si realmente me casaba con él; perdería cualquier derecho dentro de la IISMF, conocían las leyes y me las sabía de memoria, después de todo yo era la coronel del ejército Alpha, pues aunque lo hiciera forzada me convertiría en la mujer del mafioso.

Había trazado cientos de planes de escape, pero ninguno funcionaría conociendo que Magnus tenía todo un ejército listo para dispararme y que además de todo, salir de ese lugar era imposible con la barrera de tiburones que él me había dicho, había visitado un par de veces la playa y aunque era relajante poder tener algo conocido, no podía evitar pensar que en algún momento se convertiría en mi hogar cuando me lanzaran a ser comida por los tiburones.

Moví la cabeza tratando de ocultar mi rostro de los rayos de sol que se empeñaban en torturarme cada mañana, pero por lo menos si seguía viendo la luz del sol significaba que seguía con vida, tenía miedo de que el bastardo de Magnus en algún momento dejará de ser el hombre que estaba demostrando para mí y se convirtiera en la bestia a la que tanto le temía.

El olor a vainilla me hizo saber que seguía en ese maldito infierno, algo dentro de mí esperaba que al despertar me encontrase en la cama junto con mis hombres, quizás siendo acariciada por ellos o con los gritos de Conall por apagar la alarma. Esos eran los recuerdos que me mantenían con vida a pesar de que no tenía ganas de seguir luchando, estar en un infierno como en el que estaba, realmente estaba acabando con cada gramo de mi valentía y esperanza.

Por lo menos debería conformarme con que Magnus no me había puesto un solo dedo encima, ni siquiera había pedido que lo complaciera como había sido su orden inicial, era como si quisiera complacer cada uno de mis caprichos y no me negaba a ello, de esa manera podría ganarme su confianza más fácilmente y de alguna manera, manipularlo para que me dejase libre.

—Buenos días, mi dulce Ptichka—susurró como si no quisiera asustarme.

Levante la mirada, tenía el cabello húmedo señal de que había tomado una ducha y el perfume masculino que usaba, era como una horrible combinación con el aroma a vainilla. Sentí náuseas como todo el tiempo que había transcurrido en ese maldito lugar, las náuseas no me dejaban tranquila pero realmente se trataba por ese maldito bastardo que me tenía entre sus manos.

—Buenos días—murmuré, obligándome a darle una dulce sonrisa.

Ese hombre quería una esposa trofeo, una esposa que sonriera a su lado pero extrañamente también deseaba tener a alguien que lo ayudará a dominar el reino de la mafia, me lo había dicho en un par de ocasiones, él quería una reina de la mafia que supiera dominar y que no sé dejará caer ante los demás, sólo en él.

—¿Cómo estuvo tu noche mi dulce?

—Bien...—mentí —. ¿Cómo dormiste tú?

—Cómo te lo he dicho, desde que estás aquí a mi lado las noches son preciosas, me encanta abrazarte durante la madrugada y sentir tu calor al despertar. De verdad no tienes idea de todo lo que causas en mi pequeña, realmente tú estás siendo mi somnífero favorito.

—Me halagas—murmuré con una falsa sonrisa—, ¿Iras a algún lado? —pregunté al ver su traje perfectamente planchado sobre la cama.

—Debo ir a arreglar algunos asuntos fuera de la isla, y aprovecharé para pasar al lugar donde será nuestra preciosa boda, tomaré fotos para que veas el hermoso lugar que he elegido para que por fin puedas ser mi esposa; estoy seguro de que lo amarás.

Sólo tú. Mi dulce tentación. ©Where stories live. Discover now