Capítulo 2

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Rebecca junto con su hermano estaban en la sala de espera de aquel hospital. Toda la gente alrededor de ellos murmuraba sobre la chica, pero realmente no les prestaban atención, estaban tan preocupados por aquel extraño, que nada en ese momento era tan importante para ellos. Rebecca miraba cómo en sus uñas aún quedaban pequeños rastros de sangre, a pesar de haber lavado sus manos repetidas veces, la sangre del hombre no desaparecía, mucho menos de su ropa. Rebecca levantó su vista al ver al doctor hablar con un par de oficiales del pueblo, miró cómo uno de ellos miraba fijamente a su hermano mientras que el otro le miraba a ella. Comenzaron a caminar hacia ellos hasta que se detuvieron en frente.

– ¿Usted fue la señorita que encontró al señor? –la castaña asintió– Va a tener que acompañarnos.

– No puede hacer eso –Ricardo se puso de pie delante del hombre, evitando así que tocaran a su hermana–. Ella no hizo nada.

Uno de los oficiales chistó, mientras que el que estaba delante de Ricardo suspiró.

– No es cuestión de si lo haya hecho o no, ella...

– Está bien –Rebecca se puso de pie y estiró sus manos esperando a que la esposaran, acompañando a ambos oficiales.

– Sabe usted el motivo por el que está aquí, ¿verdad? –Dijo el teniente colocando una carpeta sobre la mesa, mientras que la castaña pasaba saliva y asentía con la cabeza– Bien, entonces, ¿por qué estaba usted con el señor anoche?

– Regresaba del trabajo cuando escuché que alguien pedía ayuda –contestó honestamente, cuya honestidad le desagradaba en parte al teniente. Simplemente él no podía creer que esa chica era solo una mosca muerta que iba pasando por ahí.

– Claro, usted va y ayuda a un pobre hombre al que acaban de apuñalar, como si fuese usted una clase de monja que se preocupa por los necesitados.

Rebecca solo se quedó callada ante los comentarios del hombre, negando con la cabeza, fijando su mirada en la mesa. Era obvio que el hombre lanzaba comentarios con agresividad para que Rebecca dijera algo contradictorio.

– Yo no lo hice. –Exasperado ante la respuesta, tomó la carpeta para salir de ahí, topándose en su oficina a aquella figura femenina con la que cualquier persona se sentiría presionada con su simple presencia. Estaba de pie, mirando el cuadro familiar que el hombre tenía sobre su escritorio. La imagen de él y su madre era bastante normal, la típica foto de madre e hijo en su recibimiento.

– Se ve que usted es un hijo ejemplar –dejó la foto en su lugar y lo miró directamente a los ojos. El hombre pasó saliva al verla.

– Señorita Sarocha, no tenía idea de que usted ya estaba...

– Es una simple pueblerina –interrumpió–, no podría ni matar a una mosca. Tan solo mira sus brazos, son tan delgados como los de un niño, te apuesto que no puede ni cargar un costal de papas. –murmuró la rubia sobre aquella chica al otro lado de la sala.

– Pudo haber seducido a su padre y llevarlo hasta ahí –sugirió el hombre tomando asiento, dejó la carpeta con los documentos de la joven sobre el escritorio; los cuáles solo eran su acta de nacimiento, junto con una foto que le habían tomado en ese momento y el registro de sus huellas dactilares.

– Lo dudo, mi padre no era así. Además –tomó la carpeta, arrancó y miró detenidamente la foto de la joven, en sus ojos se podía notar el miedo, no era necesario mencionarlo–, con esas ropas no podría seducir ni al más necesitado. Déjenla ir, es obvio que ella no lo hizo –se puso sus gafas de sol, dio la media vuelta sobre sus talones y extendió la foto de la chica en el aire–, me quedaré con la foto. Tengo cosas qué hacer a comparación de usted, teniente Saint.

Rosas con espinas -FreenBeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora