Introducción- Parte 2

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Celine quedó sorprendida, con aquellos hermosos ojos color caramelos abiertos de par en par. Le temblaba la voz.

-¿No es broma, Gerardina?

-No, querida. No bromearía con algo así y lo sabes.

-Entonces...

-Quiere escucharte, como prueba. Le he hablado maravillas de tí. Está en Créteil, no en París. No nos apresuremos, sólo quiere evaluarte. Es un gran amigo mío de hace años, él se mudó de aquí en busca de otros rumbos, pero nunca dejamos de ser cercanos. Me ha pedido que aguardemos un tiempo que está ocupado pero que tiene toda la intención de escucharte cantar.

Celine se largó a llorar de felicidad abrazando fuertemente a Gerardina.

-No me va a alcanzar la vida para agradecerle todo lo que ha echo por mi. Se lo juro. Que cuando me haga famosa tan famosa como Emma Calvé la llevaré a conocer todo el mundo.

- Querida Celine, ya estoy muy vieja para esas cosas...Siempre quise ese sueño que persigues con tanto fervor y nunca pude tenerlo. Eres jóven aún y tienes energía. A veces no podemos vivir nuestros sueños, envejecemos, nos quedamos sin ganas en el medio del camino. Las circunstancias de la vida nos lleva a elegir otros rumbos pero podemos incentivar siempre a otros desde nuestro lugar de alguna manera para que lo hagan. Para que lo concreten. Yo estoy vieja, veras. Pero si puedo lograr que hagas realidad tu sueño sería como si de alguna manera lo logré también yo, sin quitarte el mérito. Acompañándote con el corazón.

Gerardina era para Celine como su madre. Mucho más que eso, como su madre y su abuela en una misma persona. Y Celine era como aquella hija que nunca había podido tener y a la vez le recordaba a ella de joven, enérgica, amable y también valiente. Era además una compañía ya que compartían mucho juntas. Con el tiempo, Gerardina dejó de exigir el alquiler y más que una inquilina se transformó en su hija postiza.Sin embargo Celine siempre tenía presente que, una vez que lograra la fama, recompensaria a Gerardina de todas las maneras posibles.

Cada día se levantaba temprano a ensayar. Hacían calentamiento de voz y luego vocalizaba al sin ton ni son del piano.

-Te falta potencia, Celine

Gerardina se detuvo, se levantó y cerró la persiana y la ventana. La tomó de los hombros y la posicionó delante de la ventana.

-Quiero que tu voz atraviese la ventana.

-Pero es imposible. No se puede hacer una cosa así...

-Voy a bajar a la vereda y entre el bullicio de la gente quiero escucharte cantar como si estuvieras a mi lado ¿Comprendes? Lo vamos a repetir hasta que salga.

Gerardina podía llegar a ser obstinada cuando se trataba de las clases de canto. Inventaba estrategias y las llevaba a cabo exigiendo que Celine las siguiera al pie de la letra, repitiendose una y otra vez hasta el cansancio.A veces no era sencillo y aparecía la frustración.

-No puedo, no puedo

Repentinamente la voz de Gerardina cambió a un tono profundo y serio. Le dió miedo aquel cambio. Como si fuese otra persona completamente diferente.

Que sea la última vez que te escuche pronunciar esas palabras malditas ¿Me has oído? No existe el "No puedo, no me sale". Esas son las típicas excusas de los mediocres ¿te consideras mediocre?

Celine sacudió la cabeza.

Eso pensé.

Las semanas continuaron al igual que los ensayos. Su amistad se perpetuó formando un vínculo muy cálido. Para ella, Celine llenaba de alegría la casa con su compañía. Y era alguien a quien transmitir sus aprendizajes. Lo había intentado con Vincent pero lejos estaba del arte con sus modos estructurados. Su padre estaría orgulloso del hombre en que se transformó. Gerardina si bien amaba a su hijo, no compartía tanto ese orgullo. No por el hecho de que fuera estructurado, sino más bien por su falta de humildad y ciego para ver las pequeñas cosas de la vida. Vivía todo el tiempo a trote y despreciaba los detalles del mundo. Algo que Gerardina despreciaba porque lo había educado de otra manera. Vincent era altanero, le faltaba humildad. Le faltaba "toque". Y le sobraban los malos modales. Pero Gerardina creía con todo su ser que a pesar de sus grietas,en el fondo era un hombre bueno. Como su marido en su momento. Un hombre lleno de sombras, pero bueno.

El aire de Gerardina era diferente en estos días, se tornaba sombría de a momentos.Con sus ojos grises hacia un sitio fijo. A la nada. Pensativa, reflexiva del todo.

Gerardina ¿Qué hacemos aquí?

Preguntó Celine confundida. Habían detenido su caminar frente a una boutique. La anciana entró, apenas se acercaron las vendedoras dió instrucciones.

Una muchacha se acercó a Celine.

-Acompáñeme, señorita.

Al principio Celine estaba confundida.

Vinimos por tu vestido, querida. Debemos estar listas para cuando me llame Alphonse. No creas que te vas a presentar a la prueba vestida así. No lo permitiré.

La anciana le sonrió con su mirada cansada. Esos ojos enmarcados por sus arrugas. Tenía la piel tan arrugada que parecía de seda, blanca translúcida se dejaban ver debajo algunas venas. Pero nunca descuidando su labial prolijo. Celine vivía un sueño. Era como cenicienta y Gerardina era su hada madrina. 

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⏰ Última actualización: Feb 10, 2023 ⏰

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