capítulo 3

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Ferdinand despertó en un lugar desconocido. Miró a su alrededor y su expresión cambió al ver una estatua de un toro.

—Ay, no, no aquí no, no, no —dijo, alarmado—. Esto no puede estar pasando. ¡Tengo que salir de aquí! ¡Detengan el camión! ¡Deténganlo!

El camión frenó de golpe, haciendo que los cuernos de Ferdinand se atorasen en las rejas. El Sr. Moreno, sorprendido, cayó al suelo.

—¡Va a destruir ese camión! —exclamó el Sr. Moreno.

—¿Qué le dije, Sr. Moreno? Es una bestia —comentó el copiloto.

Ferdinand intentaba desatorarse, haciendo que el camión se moviera de un lado a otro.

—Trae a la cabra calmante —ordenó el Sr. Moreno.

—¿Dónde está la cabra calmante? —preguntó el ayudante.

Finalmente, encontraron a la cabra y la metieron en el camión junto con Ferdinand.

—¡Auch, qué cuernos! —se quejó la cabra—. ¡Cuánta clase, chicos! Qué forma de tratar a una dama.

—¿Quién está ahí? —preguntó Ferdinand.

—Hola, amigo, soy Lupe. Voy a ser tu cabra calmante.

—¿Mi cabra calmante? —dijo Ferdinand, todavía intentando desatorarse.

—Así es. Ahora te voy a tranquilizar para que embistas y destripes cosas después. Probemos con una respiración relajante y profunda. Inhala, exhala, inhala y exhala.

—No me estás ayudando.

—¿Ah, no? Bueno, tal vez tú no me ayudas mucho, ¿lo habías pensado? —Lupe se quejaba, dando vueltas—. Nadie quiere ayudar a una apestosa cabra calmante, ¿no? Ok, ahora me tengo que calmar yo. Inhala, exhala.

—¡Necesito salir! —dijo Ferdinand.

—Inhala y exhala —insistió Lupe.

Ferdinand finalmente se desatoró, rodando y abriendo de golpe la puerta del camión, llevándose a Lupe consigo. Dos hombres se escondieron tras un muro, mientras el Sr. Moreno estaba sorprendido al ver el tamaño de Ferdinand.

—¡Wow, es un monstruo! —exclamó el Sr. Moreno.

—Creo que caí sobre algo afilado —se quejó Ferdinand.

—¡Muévete! —exclamó Lupe, casi sin aliento.

—¿Qué? —Ferdinand se levantó y se quitó de encima de Lupe—. Lo siento mucho, lo siento.

—¡Cuidado, compadre! Casi me maaAA —dijo Lupe, cayendo de nuevo al suelo—. ¡Santa vaca sagrada! ¡Estás enorme!

—Escucha, Lupe, ¿verdad? Hubo un gran malentendido. De verdad necesito tu ayuda.

—¿Quieres mi ayuda?

—¡Sí! Eso sería increíble.

Lupe gritó de emoción, poniendo sus pezuñas en la cara de Ferdinand.

—¡He esperado este momento toda mi vida, amigo! —saltó.

—¿En serio?

—¡Claro que sí! Aunque no lo creas, no soy la mejor cabra calmante del mundo. Mi verdadero destino es ser entrenadora.

—¿En serio? —dijo Ferdinand mientras se levantaba.

—¡Mira esos pectorales! Son como dos pequeños toros bebés dentro de un toro. —Lupe le pegó en el muslo, y Ferdinand se quejó—. Malos reflejos, hay que trabajar en eso.

entre las flores siempre te encontraré Ole el viaje de Ferdinand Where stories live. Discover now