¿Qué harías por amor? parte 3.

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Cuando ya faltaban pocos minutos para que el reloj marque las 11:59 de la noche, mi corazón empezó a latir de una manera impresionante ¿ Funcionará? Me pregunte, ¿Estaré haciendo lo correcto? Son preguntas que me hacía constantemente, la ansiedad y la incertidumbre se apoderaban de mi cuerpo y de mis pensamientos.

Comencé a imaginar a mi pequeño Gustabo de verme feliz, con su humor negro y roto, sus chistes hacía mi persona, que me hacía amarlo más por lo distinto que era. Su espontáneidad y sus ocupaciones alegraban mis días. ¡JODER, CUÁNTO LO AMÉ!.

La hora se hizo presente, tenía la moneda entre mis manos. Que se encontraba sudorosas por la ansiedad que estaba sufriendo en ese instante. Pero debía decidir lo más importante: ¿Cuántos años le daré a gustabo de vida? Los gitanos me aseguraron que me quedaba 64 años de vida, así que....lo más sensato es otorgarle la mitad de eso, es decir  32 años. Me parecía justo, sobre, sobre todo si tomaba en cuenta en esos mismos años se me descontarán. Treinta y dos años para disfrutar con mi esposo es mejor que un día de soledad.

 Treinta y dos años para disfrutar con mi esposo es mejor que un día de soledad

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Al ser las 11: 59 p.m, cerré mis ojos y apreté la moneda con mi mano fuertemente y en voz alta, pedí el deseo. Luego de pronunciar las palabras que traerian a mi amado con vida, sentía un calor tremenda en mis manos. La moneda subió su temperatura en unos pocos segundos, emitiendo un resplandor en la habitación en la que me encontraba. Después de eso sentí una pulsada en mi mano..... Me quemó, esa maldita moneda me quemó.

Cuando abrí los ojos la moneda de había convertido en cenizas, se había esfumado. Lo curioso de esto es que,se fue pero dejó una gran marca en cada una de mis grandes manos, cómo si fuera el sello del trató que hicimos. Luego de eso sentí tan cansado, me acosté en la cama y me quedé profundamente dormido

A la mañana siguiente, me encontraba con un gran cambio, mi vista había empeorado de la noche a la mañana, gracias a satán yo tenía unos lentes, agarre el estuche y los saque, me los puse.

Bajé de las escaleras y un olor delicioso de café se apoderó de la planta baja de la casa. Naturalmente fuí hacia la cocina persiguiendo ese exquisito olor, y ahí estaba el, estaba de vuelta, el ritual funciono , la felicidad invadió mi cuerpo.... Entré risas y lágrimas me hacerque a su pequeño cuerpo y lo abrace.

G- Hombre abuelo - Dije alegré - hoy se levantó de buenas eh- me gire y lo abrace del cuello.

C- Cállate y besame - no podía estar más feliz, estaba ansioso por probar otra vez sus labios, su cuerpo.

G- Que goloso eres mi vida - Me acerque a él y lo empecé a besar.

Esa mañana no paramos de hablar. Al parecer, ella no recuerda nada del accidente, su último recuerdo era el momento en que cantábamos mayonesa aquella vez. Noté que el tartamudeaba con algunas palabras ..... -Eso no es normal - Me parecía un poco curioso, sin embargo no le tomé importancia.

Mientras le tomé de la cintura y le repartía besos en toda su cara y cuello.

G- Basta q- que me exito a-abuelo.

C- Te amo.... Joder, no sabes cuánto te amo.

G- Lo se.... Lo sé.
Lo miré a los ojos y ví algo que me dejó aturdido.... Sus lindos y azules ojos ya no transmitía ternura, si no que aterraban. Sus ojos no tenían vida, no tenían ese brillo especial.... No lo tenía.


Ésto sólo me decía que Gustabo no era el de siempre.

Ésto sólo me decía que Gustabo no era el de siempre

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Oa

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