«Que ardan los cerdos y que mueran las ratas de esta ciudad.»
No todos los niños se vuelven astronautas o grandes doctores. Algunos se pudren como manzanas y otros sucumben por el peso de sus travesuras, volviéndose monstruos.
Monstruos sin corazón...
"El poder y la sociedad no son más que ilusiones, creadas y sostenidas por las acciones sin sentido de los seres humanos."
Jordan Graham.
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A veces, incluso al mejor de los estrategas se le vuelve el equipo en su contra.
Jordan observó el campo desarreglado desde las gradas y dio un largo trago a su botella antes de ponerse la banda de capitán en el brazo, un poco más apretada que de costumbre. Era un miércoles bastante gris y el frío del otoño ya había comenzado a sentirse con la misma intensidad que la mirada del animal de mierda al que, a veces, llamaba su mejor amigo.
Podía jurar que estaba cansado de lo confrontacional que era Kendall, pero se estaría mintiendo a sí mismo, pues algo dentro de él siempre lo orillaba a aguantar hasta los fines de su paciencia, solo para reaccionar de la peor manera con una justificación de peso.
—¿Vas a parar en algún momento o qué? —preguntó mirando al frente y sintió al muchacho sentarse a su lado.
Ambos se quedaron en silencio, observando al resto del equipo terminar los estiramientos y a las porristas comenzar su rutina hasta que el castaño señaló la botella entre los dos.
—¿Te molesta compartir? —Kendall sonrió, y tomó del agua sin esperar una respuesta de su parte. Jordan tan solo lo miró con seriedad y se quitó los audífonos soltando un largo suspiro.
Esto no iba a terminar bien.
—¿Qué mierda te pasa?
—¿A mí? Nada, solo estoy preguntando. —El muchacho se encogió de hombros con altanería, apoyando la espalda en el escalón superior de las gradas—. Y pensé algo interesante, ¿sabes? No te importa compartir, no más te molesta que yo no quiera hacerlo.
Jordan alzó una ceja, confundido.
—A ver, señor acertijos. Yo no dije ni hice un carajo esta vez, ¿se te pegaron los celos de tu hermanita? Porque si es así puedo largarme ahora mismo.
—¿Y pretender que olvidemos cómo manoseabas lo que es mío en mi propia casa, o en mi fiesta tal vez?
Lo miró, incrédulo. No podía estar montando una jodida escena por eso, era patético.
—¿Ya le pediste matrimonio, bastardo? Barbs es una diversión para ambos, creí que lo sabías.
Kendall arrugó ligeramente la nariz.
—Para mí —lo corrigió y Graham gruñó con fastidio—. Solo quería aclararlo.
—¿Querías que te pidiera permiso acaso, luv? —dijo, levantándose con pereza cuando el entrenador hizo sonar el silbato—. Kendall, es un culo más. Si te vas a poner de gay cada que te presente a alguien me avisas para la próxima darte un dildo o algo así, a ver si dejas de llorar.
