Mikoto cree en los rezos

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—¿Qué puede interesarles a todos?

Mikoto volvió a sonreír.

—Hay momentos en la vida, Hinata-san, en los que se está por atravesar un cambio tan poderoso y tan importante que es necesario conocer todo el significado del mismo y las consecuencias de nuestras decisiones.

La joven no entendía del todo, estaba apenada por ello así que inclinó la cabeza meditando sus palabras.

—Nadie sabe más que los muertos, Hinata-san.

—Debería descansar un poco, iré a ver si Fugaku-sama necesita algo.

—Te lo agradezco.

Dejó la habitación en silencio mientras la mujer miraba su regazo pensando en lo que acababa de decirle a la joven.

¡Cuánta razón había en ello!

Por eso la religión aconsejaba rendir culto a los antepasados, para que estos aconsejasen en el camino de la vida, ayudaran a comprender el panorama general cuando había problemas y señalaran la solución posible. No obstante, también podían ser volubles y caprichosos, depender de ellos era tan malo como depender de cualquier persona, así que siempre había que mantener el equilibrio entre la búsqueda de consejo y la solución fácil a todos los problemas de la vida.

El frágil límite entre el estudio formal de la religión (y su práctica), y los absurdos procedimientos que emergían en la actualidad con sus extravagancias televisivas, con los que pretendían lograr la fama y la fortuna a costa de temas serios como lo era la muerte, era una de las cosas que la mantenía reacia a integrarse a ese mundo extraño más allá de los límites de la propiedad familiar.

Aunque Itachi la convenciera de que dejaran la casa y se mudaran a un complejo departamental, simplemente no podría soportar la idea de ignorar aquella solemne tradición de honrar a sus antepasados apropiadamente.

Un escalofrío le recorrió la espalda acompañado de una sensación de mareo. Se recostó enseguida, sentirse de esa manera en los últimos días era habitual, aunque no por ello se había acostumbrado. Pensó que la fiebre iba en camino así que se decidió a descansar, tal como lo había sugerido Hinata que no tardaría en regresar, aunque esperaba que para entonces el medicamento ya hubiera hecho efecto.

—¡Buenas tardes!

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—¡Buenas tardes!

Hinata dio un respingo y corrió hacia la puerta, alguien había llegado hasta la casa principal y no podía reconocer la voz, aunque una vez que le hubo visto, supo de quién se trataba.

—Buenas tardes— saludó.

Un joven rubio de ojos azules, con una enorme sonrisa y una escandalosa chaqueta naranja estaba de pie frente al arco principal de la casa privada. Llevaba una mochila al hombro y colgando del cuello una cámara fotográfica.

—Bueno, mi nombre es Uzumaki Naruto, dattebayo.

—Lo sé— dijo ella, aunque se sintió avergonzada pues parecía que él no la recordaba. No lo culpaba, habían dejado la preparatoria hacía mucho tiempo y cada quien tomó un camino distinto.

—Yo soy Hyūga Hinata.

—¡Ah! ¡Ya! ¡La prima de Neji!

—Sí...

—¿Y qué haces aquí? Quiero decir, esta es la casa Uchiha ¿No?

—Estoy cuidando de Mikoto-sama, su salud esta delicada.

—¡Ah! Que mal, quería verla a ella precisamente, estoy haciendo un reportaje sobre la fundación de Konoha y el nombre de Mikoto Uchiha figura en todos los libros que he revisado ¿Sabes? Así que pensé que podía echarme una mano.

La joven sonrió tímidamente.

—Lo siento mucho, pero de verdad no puede recibirlo, Uzumaki-san.

Naruto soltó una carcajada.

—¡No seas tan formal, solo llámame Naruto! ¿Y crees que pueda recibirme otro día, cuando se sienta mejor?

—A decir verdad, sería impreciso dar una fecha, aunque puedo decirle que viniste y te podría llamar.

—¡Claro! ¡Mira, esta es mi tarjeta!

Le entregó una tarjeta en la que aparecía una foto de él con maquillaje blanco y espirales rojas, casi kabuki, debajo su nombre, teléfono y dirección de correo electrónico. Era una tarjeta extraña, bastante excéntrica, y él notó enseguida lo que estaba pensando al respecto.

—Quería algo artístico, después de todo, soy independiente, no tengo que apegarme a los diseños aburridos de una empresa.

—Está bien.

—Oye ¿Y crees que pueda hacer unas fotos del lugar?

Hinata asintió, en realidad era raro que los fotógrafos o turistas pidieran permiso, generalmente solo se presentaban, se perdían entre los numerosos caminos, hacían sus fotos y se iban. Solo estaban vigilados los templos, pero era más para impedir el vandalismo que para regular los permisos.

—Fue bueno verte después de tanto tiempo ¡Que se mejore Mikoto-san! —dijo el rubio levantando una mano como para despedirse y se marchó.

Hinata le miró, aún con el rostro colorado, apenada porque pese al tiempo que había pasado, esa persona seguía causando que su corazón palpitara con fuerza. Con la cabeza inclinada regresó al interior de la casa guardando la tarjeta, por supuesto que no iba a olvidar llamarlo.

Naruto siguió su recorrido haciendo tomas de las distintas figuras que flanqueaban el camino hasta que se desvió de él, entrando al bosque. Había sido una pena que no pudiera ver a Mikoto Uchiha, pero quizás era lo mejor, no la había visto desde... lo de Sasuke.

Se detuvo mirando el suelo, el recuerdo aún era doloroso y tenía que serlo más para ella que era su madre, y verlo a él después de tanto tiempo al final podría ser, o bueno o muy malo. Sobre todo porque no había tenido la delicadeza de mantener el contacto con ella.

Sacudió la cabeza y siguió su camino. El reportaje de la fundación era una excusa, una que podía ayudarle a pagar la renta, pero una excusa al final. Su objetivo primordial no era otro sino descubrir el significado de un símbolo que había encontrado en común en todas las víctimas del enterrador, porque era un hecho que Mikoto Uchiha era la mujer más experta en cuestiones de símbolos y signos de la religión y estaba seguro que de eso se trataba.

Llegó hasta un acantilado, no era demasiado alto, pero hacia que no se pudiera seguir avanzando, hacia abajo solo estaba la carretera por la que no transitaba ningún vehículo. Desde ahí se podía ver la mayor parte de la ciudad. Aún era de día y aunque pudo hacer unas tomas que llegaban a lo espectacular, regresaría por la noche para una vista nocturna, con todas las luces encendidas.

Habiéndose dado por satisfecho, emprendió el camino de regreso, tenía que hacer una primera redacción a la que después añadiría la entrevista con Mikoto Uchiha. También podía empezar a hacer el retoque de las imágenes para eliminar las telarañas de cables de teléfono y luz que había en algunos de los barrios a los que había ido unos días antes.

El bosque tenía un aire de calma, tan solemne como solo podía sentirse en los territorios de un templo. Aunque ya tenía lo que necesitaba, siguió tomando fotografías; de las aves, de la luz penetrando el follaje de los árboles, una ardilla que mordisqueaba algo... pero no pudo hacer la toma al darse cuenta de lo que era.

Se acercó y el animal huyó hacia la copa, aunque dejó de ser importante lo que hiciera.

Naruto extendió la mano absteniéndose de tocar el muñeco de paja clavado al árbol. El clima había deteriorado la figura y la fotografía que representaba a la persona maldita, apenas quedaba visible algo de la imagen, pero era inconfundible. Hizo una fotografía, no podía desclavarlo porque resultaría contraproducente, pero esperaba tener la prueba contundente para que Sakura le creyera.

Bienvenida a la familiaWhere stories live. Discover now