10. La criatura bella

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10. La criatura bella


Hagrid balanceo su cuerpo lentamente de adelante hacia atrás, jugando un poco con sus manos entrelazadas. Había sido llamado a la oficina de su querido amigo y en retrospectiva jefe o algo así. Por lo que, Albus Dumbledore parecía estar dándose el tiempo necesario para decirle la noticia que no se sabía si era buena o mala.

Para Hagrid al menos era un punto positivo saber que ningún estudiante de tercer año se había quejado —en especial Malfoy—, de hecho hacía bastante tiempo que el chico había dejado de ser Malfoy y una copia fátidica de su padre. Empezó desde aquella vez en que se paro en su puerta para solicitarle un trabajo, se puede entender totalmente que el pobre de Hagrid casi se cae de espaldas ante tan extraña petición. Luego de eso, fueron como dulces momentos en los que por fin le podía enseñar a alguien sus conocimientos y no estar restringido por el tiempo estimado de una clase.

Aunque claro, el muchacho aprendió luego de algunos errores. No todos inician muy bien el Cuidado de Criaturas Mágicas y Extraordinarias.

Es cuestión de práctica.

Así que, como todo a resultado fabuloso no entiende por qué esta en la oficina de su amigo-jefe-director.

—¡Espléndido! —dijo Albus Dumbledore de pronto.

Bajo con calma la escalerilla de su oficina, sosteniendo una carta. Hagrid detuvo sus manos inquietas.

—¿Qué podría ser espléndido Dumbledore?

El anciano dejó de observar la carta, sonriendo sutilmente.

—Has hecho un trabajo excepcional amigo mío. Buckbeak se encuentra cada día más feliz que el día anterior y las cosas en el colegio no podrían estar mejor. Me atrevo a decir que tus decisiones han demostrado una vez más que tienes un noble corazón.

Ante tan repentinas palabras acogedoras, Hagrid no supo casi cómo reaccionar.

—B-Bueno señor, siempre hago lo mejor que puedo.

—Y eso ha sido notable. Dejame explicarte...

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El huevo se romovía aún más inquieto cada día, Harry estaba observando fijamente como si con su vista pudiera romper el cascaron grueso y duro. La impanciencia era un requisito que lo acompañaba desde que descubrió el Mundo Mágico, cualquier detalle era una maravilla interesante —hasta el momento todas habían un poco aterradoras— pero Azulino podía ser lo mejor que le había pasado.

Tenía la idea de que una vez nacida la criatura podría presentarsela a su lechuza Hedwig, y ambas serían buenas amigas, porque su amiga debía llevarse bien con el pequeñín que estaba por nacer.
El huevo de Hermione y Ron parecía estar más lejano a nacer, al menos eso había dicho Hermione y ese día todos entregarían sus investigaciones a Hagrid.

Tomó con cuidado el huevo, colocando la correa de su bolso sobre su hombro partiendo rumbo a la clase. Al final de las escaleras Draco Malfoy esperaba apoyado sobre la pared de roca. Estaba leyendo un pergamino largo que tocaba el suelo. Harry se preguntó si debía interrumpirle o dejarle un momento en su tarea misteriosa. El meneo de Azulino sobre sus manos causo que un grito de pánico escapara de sus labios. Los ojos grises de Draco, agrandados por el reconocimiento de su grito lo miraban con alarma.

—¿Están bien? —preguntó.

Harry asintió con las mejillas rosadas.

—¿Qué cosa lees? —quiso saber, mientras Draco enrollaba el pergamino y lo guardaba en su bolso.

Good fatherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora