—¿Se puede saber de qué hablas? —Dije poniéndome en pie. Estaba empezando a cabrearme. Era increíble la facilidad que tenía esa persona para hacerme enfadar en menos de un segundo.

—Tu querida futura mujer ha salido por la puerta delantera sin que nadie la viese. Dijo que iba a dar una vuelta y conocer el barrio. He abierto la puerta para ella.

—¿Qué coño...?

Mi primo se levantó también, poniéndose delante de mí. La expresión de su rostro era de burla, y, tras las palabras que dijo a continuación, exploté.

—Te está tomando por tonto, Leone. Te ha mentido en la cara. Creo que deberías replantearte muchas cosas.

Agarré el cuello de su camisa. Noté como nuestra familia se daba cuenta de que estábamos discutiendo y de que casi le pego un puñetazo en la nariz, pero no lo hice. No delante de ellos. Lo solté de un empujón mientras escuchaba a mis tíos y a mi abuela llamarme. Me metí en la casa haciendo oídos sordos y subiendo a la habitación lo más rápido posible. Si lo que decía era verdad, había que ir a buscarla, y rápido. Entre en la habitación casi tirando la puerta abajo y vi aún el bulto bajo las sábanas. No me moleste en llamarla antes de quitarlas de encima y ver que lo que había debajo eran tres almohadas muy bien puestas. Llamé a Salvatore rápidamente, el cual dormía en una de las habitaciones de la casa de mis tíos. Vino rápidamente y, sin decir nada más y viendo las almohadas en la cama, cogió su teléfono móvil para ver dónde estaba Emma.

—Aquí pone que Emma está en casa. —Miré en la mesilla de noche y vi el anillo de compromiso encima. Lo cogí entre mis dedos para enseñárselo a Salva. Él abrió los ojos bastante sorprendido—. ¿Es que está bambina (niña) no va a parar de meterse en problemas?

—Hay que encontrarla aho...

El sonido de mi móvil cortó mis palabras. Lo saqué rápidamente del bolsillo de mi pantalón. Sentí alivio y a la vez miedo, ya que en la pantalla salía el nombre de Emma. Respondí al instante con Salvatore mirándome nervioso.

—¿Emma? Nena, ¿dónde estás? —Intenté adoptar una posición y una voz calmada, pero en cuanto la persona que estaba al otro lado habló me puse completamente rígido.

—Emma está bien, Caruso. Tranquilo. La estoy cuidando bien.

—Volkov... —Dije en un susurro que tanto Salva como él pudieron escuchar.

—El mismo, amigo. Hace mucho que no nos vemos. He tenido el placer de conocer a tu futura esposa, una mujer extraordinaria. Felicidades.

—Déjate de gilipolleces, Volkov. Dame a mi mujer, ahora mismo.

Escuché un ruido al otro lado. Esto era lo que quería evitar. Era esto lo que no quería que sucediera de nuevo. Me senté en la cama con la mano frotándome la frente, poniendo él manos libres para que Salvatore pudiera escucharlo todo.

—Bien, entonces debemos vernos. Una chica como ella quedaría bastante bien en mi colección... Es muy guapa...

—¡Ni se te ocurra tocarla, hijo de puta!

—Tranquilo, Leone. No lo haré... por ahora. Arrivederci (adiós).

El puto ruso colgó la llamada, dejándome con la palabra en la boca. Me levanté rápidamente para abrir de nuevo el armario. Ahora empezaba a comprender por qué mis cosas estaban revueltas. Abrí una bolsa con las armas que solía usar, faltaba una.

—Búscala. Como sea. Tiene que haberla visto alguien. Mira las cámaras de seguridad. Haz lo imposible por encontrarla.

—No sé cómo hacerlo, Leone. Lo intentaremos, pero tienes que relajarte.

LEONE CARUSO ©Where stories live. Discover now