1. A sangre fría

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Los extraños sonidos llamaron mi atención desde el comienzo. Miré al papel que tenía en la mano, ya que todavía no encontraba la casa donde mi familia estaría reunida para acordar la mudanza. Era peligroso seguir en esta ciudad, debíamos irnos, corríamos riesgo. A pesar de eso, pensé que dar una última vuelta al vecindario me haría mucho bien.

Pero de paso lo oí. Gritos, gritos desesperados. Corrí hasta el lugar de donde provenían, hasta que me topé con una gran casa, donde lo viejo retumbaba de un lado para el otro. Me quedé algo consternada por el hecho de que los gritos no estaban, habían desaparecido por completo. Con algo de valentía logré llegar hasta la puerta principal que curiosamente se encontraba abierta.

No comprendí de qué se trataba este asunto. No podía escuchar las voces de absolutamente nadie.

—¡Oh por Dios! —susurré, apenas entré.

Quedé paralizada ante lo que tenía frente a mí, nada más que el olor de putrefacción que inundaba el lugar hacia que en mi mente venga la idea de que sucedió hace días. Tres cuerpos inertes y de ellos las manchas rojizas que producían a las moscas volar a su alrededor, estaban descalzos y atados las manos tras la espalda, el único cuerpo que no estaba atado era el de una mujer, pero si tenía la bolsa en su cabeza, estaba de espaldas y su vestido de flores, algo me decía que ya había visto ese vestido. Con temor daba pasos, adentrándome a la cruda oscuridad que moraba. Sus caras estaban cubiertas de sacos, así que su identidad era desconocida para mí. De alguna forma sentí que debía entrar, era como que algo me llamara.

Pasé junto a ellos, evitándolos a toda costa. No despegué mis ojos de ellos hasta estar en el comienzo de las escaleras, donde la madera crujía en cada paso que daba.

Evite gritar, quien sabía si el que les hizo eso siguiera aquí.

Maldecía en mi interior por las maderas que sonaban debajo de mí. Traté de dar pasos largos, creo que fue la mejor opción. Logré llegar hasta el piso de arriba.

Guardé mi móvil en mi chaqueta negra con delicadeza. Caminé a ciegas por la poca luz, pero como dije antes. Sentía que algo me llamaba y me decía el camino en mi mente o daba pistas.

Al estar en un corredor donde una gran alfombra gris cubría todo el paso, justo en la primera puerta a la derecha, la puerta estaba abierta. Un ruido. Me detuve abruptamente, no moví ni un músculo. Todo mi pulso se aceleró cuando una sombra se proyectó en la pared.

Era la figura de un hombre claramente.

Cuando volvió a moverse y se alejó de la puerta donde supuse que estaba, me decidí a ir allá. No sé porque, era malditamente arriesgado.

Antes de dar un paso más, tomé mi celular y lo saqué un poco, miré los registros de llamadas, el primer número era de mi madre. Presioné en llamar y espere a que ella contestara.

En ese mismo momento un móvil sonó en la parte baja de la casa, justo donde se encontraban los cuerpos.

Toda mi sangre se heló por completo.

No...imposible.

Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando escuché los pasos de quien fuera el que estuviera en esa habitación venir hacia mi. Desesperadamente miré a todos los lugares disponibles donde podría meterme.

Mi única esperanza era aquel librero en la otra esquina, ya que salir corriendo de aquí a las escaleras no me ayudaría para nada.

Así que sin pensar si me vería o no, corrí directamente hacia el librero, con el cual no choqué con las justas. Me ubiqué detrás.

Escuché esos pasos detenerse apenas estuvo fuera del cuarto. Supe eso ya que su sombra volvió a la pared.

Mi corazón latía tan rápido que podía asumir que por eso me encontraría.

Atracción AsesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora