Vientos de cambio

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No sé cuánto tiempo estuve en el suelo escribiendo, llorando, recordando, cuestionando todo. Pensando en mamá, en Zeynep. Buscando otra vía, algún camino que me permitiera ser feliz sin alejarme de los míos.

La mano de Melike sobre mi hombro me hizo gritar sobresaltada.

--Gedish acaba de llegar-me dijo preocupada- ¿Qué vas a hacer Melek? ¡Será un infierno! ¡Lo será!

-¡Cierra la boca Melike! No voy a enfrentar al abuelo. ¡Él sería capaz de encerrarme de por vida!
Me voy esta noche a Cuba y para cuando la familia se entere ya estaré lejos, tienes que entenderme y por favor, no le digas a Zeynep, ella no sabe mentir.

Me levanté de un salto con la carta para mamá en la mano y continué hablando sin parar mientras abría y cerraba gavetas armando una improvisada maleta de viajes.

-Y es por eso que necesito tu ayuda. ¿Me entiendes verdad?

Pero Melike no me estaba escuchando, me miraba atónita como cuando uno mira a los locos que deambulan por las calles haciendo piruetas y comportándose de manera extraña.

-Imagino que estarás pensando que estoy de atar pero créeme que no tengo otra salida.

-Al menos te irás con él -suspiró mi amiga.

-No Melike, Antonio no sabe. Él no sabe nada.

-¡Qué! Ahora sí que te volviste loca. ¿Harás ese viaje sola? Ya basta de locuras Melek. Esto no lo voy a cubrir, porque te quiero no me haré responsable-gritó molesta- Avisaré al señor Hazar que estas lista.

Oh Dios, esta lengua que tengo.

-Melike, Melike, por Dios escucha. ¡Escúchame mujer! -le supliqué de rodillas en el rellano de la escalera-. Déjame ir o me voy a morir de tristeza, sin él no puedo, lo quiero demasiado.

-Pero Melek es un plan de locos, todo el mundo está allá abajo esperándote, cuando no llegues se desatará la tormenta y entonces no habrá lugar en donde te puedas esconder, eso te lo garantizo yo.

-Diles que estoy nerviosa, que necesito unos minutos. Diles cualquier cosa ¡Consígueme media hora y para las ocho habré desaparecido!

Recordaba bien el dato, Turkish Airlines tenía vuelos directos a La Habana los lunes, miércoles y viernes siempre en horario nocturno. Si me embarcaba en ese avión para mañana al mediodía estaría abrazando a Antonio y comenzando el resto de mi vida.

Melike suspiró contrariada como si pudiera escuchar mis pensamientos y la voz del abuelo hizo que el lugar se estremeciera:

-¡Melek, niña, hay invitados! Baja a saludar. Debes servir el café a tus suegros. ¡Melek!

Es ahora o nunca, me voy y creo que esta vez es para siempre.

-Adiós amiga -susurré mientras saltaba por la ventana.

Melike dijo algo pero yo ya no escuchaba. Hacía un frío intenso y para caminar en la calle a esas horas había que estar demente pero, a estas alturas, eso ya ustedes lo saben. ¿Verdad?

Sacar un auto de la cochera no era una opción, los hombres del abuelo no me dejarían pasar la verja principal así que crucé el muro y caminé todo lo rápido que pude pero era imposible avanzar con el mal tiempo. La nieve entorpecía mis pasos y el camino se hacía eterno. Así estuve por una hora con la cabeza gacha y la esperanza perdida hasta que unas luces me ayudaron a dejar de sentirme miserable. ¡Era Kadir!

-¡Kadir! ¿Qué haces por aquí a estas horas?

-Señorita, suba o se congelará-. Fue su respuesta para luego agregar-al aeropuerto, ¿verdad?

-Al aeropuerto - respondí esperanzada.

La furgoneta avanzó silenciosa por las calles desiertas, acompañada sólo por algún grupo de valientes que se arremolinaba alrededor de los carritos de te o castañas calientes.

Yo, con medio cuerpo fuera, quería grabar todo, llevarme cada imagen, cada olor, llevarme a mi gente, al plato de Dolmas de la señora Zaquine, a los jardines del señor Risak, a la lejana Estambul, al Bósforo entero, llevarme...

—Señorita —reclama mi atención Kadir, tirando de mi cazadora— debe bajar la cabeza cuando pasemos por el control de seguridad, no quiero ponerla más nerviosa pero ha liado usted una buena. Ha estas horas toda Ankara le busca.

—Melike...¿Fue ella quién te llamó?

—No señorita, fue su novio, el Señor Gedish, su abuelo estaba muy alterado, mandó hombres armados a buscarle...

—¿Y mi madre?¿Sabes si leyó mi carta?

—No sé, la verdad, sólo se escuchaban gritos cuando llegué, Melike y la señorita Zeynep lloraban en la sala y su madre, su madre, estaba al teléfono repartiendo órdenes.

Kadir estaba muy nervioso. Pasó saliva rápidamente y con cara de disculpa prosiguió.

—El señor Gedish me llamó, se le veía disgustado, me pidió que la buscara y se la trajera como fuera.

—¿Me llevas de vuelta Kadir? —pregunté comprobando el seguro de la puerta y mirando al camino. ¡Estaba dispuesta a todo, pero no regresaría!

—No señorita, no se preocupe. Yo no haría nada que pudiera lastimarla pero debo decirle que si sale del país usted corre por su cuenta, su abuelo no la perdonará. ¿Tiene dinero? ¿Alguien la espera? Temo por usted, es tan joven y el mundo tan grande y peligroso.

—¡Enorme amigo mío, el mundo es enorme! Pero toda Turquía se me queda chiquita, tanto así que ya no puedo respirar.

—¿Duele tanto el amor señorita? ¿Valdrá la pena todo esto? —preguntó Kadir mirándome con lástima.

Quise responder pero ya el Aeropuerto Internacional de Esenboga se alzaba imponente ante mí y con él una puerta quedaba abierta, la libertad, la posibilidad de encontrarme, de renacer para, esta vez, ser auténticamente yo. Así que sólo deposité un beso en su mejilla y trás un gracias me escurrí en la multitud.

Pasé por los controles demasiado rápido era casi sospechosa tanta velocidad pero no me detuve a pensar, no había lugar para  miedos o dudas. Al subir al avión, sin embargo,  no pude evitar el sentimiento de perdida, y el dolor de  haber abandonado a la familia hizo que algo en mí se rompiera para siempre.

Así es que lloré, lloré por mi madre, la eterna ausente, por papá, por no poder encontrar el corazón del abuelo; lloré por la pequeña que dejaba sola y sin futuro, por la pobre de Melike. Lloré por todas las mujeres de Turquía y del mundo a las que no se les permite pensar en futuro. Lloré...hasta que una voz delicada llenó toda la nave anunciando que era momento de hacer escala.

Llegamos a París, parada  obligatoria en mi ruta, y pensarme allí con él me hizo reír. Sentir que, al fin podría ser yo misma, que ya podía respirar otro aire fue  tremendo y les prometo que esa sensación de libertad no tiene igual.  Ya, después de este momento, no importaba que pasara, era el comienzo del resto de mi vida.

El transbordo lo hice soñando despierta, con  sabor a futuro en los labios. Ahora que lo pienso debo haber asustado a más de uno  con mis fachas, los ojos hinchados de llorar y una estúpida sonrisa adornando mi cara

Las horas se fueron volando y prontito la azafata daba la noticia que puso a mi corazón a mil.

—Señores pasajeros, bienvenidos al aeropuerto internacional José Martí de La Habana, Cuba.  Por favor, permanezcan sentados, y con el cinturón de seguridad abrochado hasta que el avión haya parado completamente los motores y la señal luminosa de cinturones se apague. Si desean cualquier información, por favor diríjanse al personal de tierra en el aeropuerto; muy gustosamente les atenderán. Muchas gracias y buenos tardes. Feliz estadía en Cuba.

¡Eso es! Había llegado. Crucé el Atlántico, me atreví, estoy aquí.

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⏰ Laatst bijgewerkt: Feb 16 ⏰

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