—Has venido tú también. —me dijo.

—La fiesta me llama.

Ella asintió y se hizo a un lado para invitarnos a entrar. Nos presentó a algunos de sus amigos, Laura hablaba sin parar y parecía feliz rodeada de gente.

Y yo me estaba agobiando, así que la dejé allí con sus nuevos amigos y recorrí el local.

—Con esta pulsera puedo pedir lo que quiera y cuando quiera, ¿verdad? —le pregunté a un chico tras la barra de metal.

—Sí. —me sonrió.

—Pues ponme un whisky con dos hielos, por favor.

En pocos segundos obtuve lo que quería y me giré hacia la pista. ¿Tantos amigos tiene Tate? Parecía literalmente una discoteca a rebosar de gente. Divisé a Alba entrando junto a Mason. La observé mientras estrujaba a Tate con un abrazo y al poco después sus ojos me encontraron.

—¿Estoy soñando o de verdad estás aquí? —dijo acercándose.

Nos abrazamos brevemente.

—Solo he venido un ratito para acompañar a Laura. —contesté. —Y porque hay barra libre.

La sonrisa de Alba se esfumó cuando vio la copa que sujetaba entre mis manos.

—Vale pero... Vigila lo que bebes. —dijo preocupada. —Las dos sabemos lo que te hace el alcohol.

—Nada malo. —le di un trago.

—Te desata por completo.

—¿Podemos disfrutar de la fiesta? ¿Por favor? —supliqué. —Ya bastante he tenido hoy como para que ahora vengas tú a decirme lo que tengo que hacer y lo que no.

—Cálmate. —me señaló. —Solo lo digo porque esta mañana estabas muy mal y el alcohol intensifica tus pensamientos. Te conozco.

—Vale.

No nos dijimos nada más y yo pasé por su lado. Quería bailar y disfrutar por un rato, no que estuvieran detrás de mí como si tuviera a una niñera pegada a mi culo. Y vaya si estaba disfrutando. Ese chico sobre el escenario ponía muy buena música, me hacía saltar, cantar y sudar. Ni siquiera sabía cuantas copas me había bebido pero la que tenía en mi mano se había acabado.

Con dificultad atravesé la pista apartando amablemente a la gente, y en esas divisé a la persona a la que menos quería ver ahora mismo. Veía muy borroso así que tuve que detenerme y achinar mis ojos para cerciorarme de que fuera ella.

Emily estaba bailando con el amigo de Mason. Su querido novio Harry, el hombre que me la arrebató cuando más la necesitaba después del accidente.

Sin pensármelo dos veces, pasé por su lado con pasos torpes y mi hombro se chocó con el del chico expresamente. Su copa cayó al suelo y ambos me miraron, pero yo continué mi camino hacia la barra con la cabeza bien alta.

—Relléname esto, por favor. —le dije al camarero tendiéndole mi vaso.

—¿Se puede saber a qué a venido eso? —escuché detrás de mí.

Reconocí su dulce voz, por eso no me giré.

—Jackie. —dijo. —No me ignores.

Con toda la borrachera encima me giré hacia ella. Sus ojos azules me estudiaron y negó con la cabeza.

—Que... Que te den. —le solté. —Que te den, Emily.

—Deja en paz a Harry. —me dijo. —No te ha hecho nada y te estás comportando como una cría.

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