The boy behind the bookseller

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Steve Rogers llegaba de vuelta a su trabajo después de su descanso para poder comer. El ama su trabajo y gana lo necesario para poder vivir la vida que a él le gusta aunque esta no fue su primera opción, pero cuando su mamá enfermó no tuvo de otra más que empezar a trabajar a los 16 años, como su papá conocía al dueño del local le dieron el trabajo y aunque su madre falleció hace siete años decidió quedarse.

Cuando entro a la librería se encontró a su amigo Sam sentado en la cafetería. La librería es grande es de dos pisos y tiene una cafetería para sentarte a comer y poder leer un libro a gusto, es muy linda pero un poco antigua.

"Si vas a buscar un libro lo vas a encontrar y te vas a llevar otros cinco y luego vas a tener que venir a leerlos por la belleza del lugar." Es lo que Steve siempre le dice a sus nuevos clientes ya que es el fan número uno del lugar.

-¿No me vas a saludar o que?- Se quejó el moreno sentado en una mesa.

-Buenas tarde joven Wilson.- Dijo Steve en tono sarcástico mientras se quitaba su sudadera y la dejaba en el perchero.

-Te pedí tu café. Se que no te toca en esta aria.- Le comentó su amigo. Sam trabaja para un periódico digital y es muy bueno en lo que hace. Su amigo nunca se cansa de decírselo.

-Muchas gracias.

-¿Andas depresivo o qué pasa Steven?

-No se, me siento raro.- Le respondió su amigo buscando el pin con su nombre en su mochila, metía sus manos en sus bolsas y se tocaba toda su playera esperando a encontrarlo. Desvió la vista por un segundo y vio que atrás de unos libreros estaba saliendo humo. -Ahorita vengo.- Dijo sin quitar los ojos del humo y se dirigió hacia el.

Atrás de los estantes estaba un chico, alto, castaño de pelo largo y un poco musculoso que estaba fumando.

-No puedes hacer eso aquí. Te voy a pedir que lo apagues.- Le dijo Steve muy amablemente.

-Mis disculpas.- Dijo muy arrepentido. -Se me fue la onda Steve, no lo vuelvo hacer.- Fue muy amable, a Steve le sorprendió.

-¿Sabes mi nombre?- Le pregunto Steve. Nunca lo había visto y no traía la placa con su nombre.

-Si, trabajas aquí de sábados a domingos y vas a comer al restaurante italiano de enfrente.- A Steve le empezó a dar miedo todo lo que sabía.- Soné como psicópata perdón.- Steve se empezó a reír aunque estaba asustado. -Soy amigo de Scott, Scott Lang. Y aparte vengo todos los días. Tu ya me habías atendido pero tenía el pelo corto y unos kilos extra.

-Claro Scott... ¿Ya leíste su nuevo libro?

-Si, cada día me sorprende más. Es muy inteligente hasta que lo conoces en persona.- Los dos se empezaron a reír. -No era mi intención interrumpir tu día steve. A ver si luego nos volvemos a ver. Lindo día.- Se despidió con un pequeño golpe en la espalda de Steve y se fue a pagar sus libros.

Steve regresó a la mesa donde se encontraba su amigo Sam y siguió buscando su pin.

-¿Que pasó?- Pregunto Sam al ver que su amigo regresó.

-Un chico estaba fumando. Muy buena onda, pensé que me iba a hacer enojar. Dice que es amigo de Scott.- Le comentó Steve sin encontrar su pin.

-Eres tan distraído. Tu pin está en tu sudadera.- Le dijo su amigo y se alistó para retirarse del lugar. -Fue un gusto verte.- Se despidieron con un abrazo, un fuerte abrazo. -¿Extrañas a tu mamá verdad.- Le susurro Sam a la mitad de su abrazo y Steve acertó con la cabeza. Si fuera por Sam el se quería abrazando a Steve todo el día pero el rubio se soltó.

-Gracias amigo.- Le dijo Steve y Sam se retiró.

Steve se quedó todo el día pensado el chico que fumaba. Nunca le dijo su nombre y no lo quería llamar de esa manera. Tendrá que buscarlo otro día para preguntarle.

Smoke from the book Where stories live. Discover now