|Tu mano en la mía|

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Dazai ayuda a Chuuya a lavarse el pelo.

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° One-shot.
° 20 años.
° Soft, fluff.

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Dazai había visto por años, cada domingo de cada semana, cómo Chuuya se tomaba la tarde para encargarse de mantener aquella melena hecha de llamas y atardeceres.

Siempre era la misma rutina, en cuanto cruzaban el umbral del cuarto que compartían, Dazai solía sentarse en su cama a leer un libro, si era sobre suicidio mejor, mientras que Chuuya se iba al baño y, con la puerta abierta, Dazai le veía trabajar en su cabello.

Al principio no lo hacía, pero una vez que empezó a tener el pelo más y más largo, Chuuya comenzaba el ritual soltándose la media coleta baja que llevaba a un lado y, con un peine de púas anchas, desenredaba suavemente cada hebra de cabello, demorándose hasta cinco minutos en dejarlo listo, antes de pasar a un cepillado que implicaba a su raíz durante otros cinco minutos.

Luego siempre se masajeaba el cuero cabelludo con los dedos, apretando ligeramente, con los músculos de la espalda y los brazos tensos por la postura. Dazai empezó a agradecer los domingos de verano, cuando Chuuya hacía eso mismo pero sin la camiseta puesta, aunque su cuerpo se encogía de ternura cuando en invierno llevaba alguno de sus jerseys puesto, después de robarlo del armario del menor.

Después abría el pequeño armarito en el que guardaba todos los productos de su pelo y rostro, sacando varios aceites que variaban según la semana. Se aplicaba varios en suaves círculos por toda la raíz, bajándolos luego en ligeras pasadas de dedos hasta la punta de su melena. Se esmeraba mucho haciendo aquello, y a Dazai le resultaba fascinante la concentración que había en aquel rostro de rasgos finos, delicados y decididamente bonitos.

Con todo el pelo embadurnado en aceite, Chuuya terminaba recogiéndoselo en un moño y así pasaba toda la tarde hasta última hora, antes de cenar, cuando se metía en la ducha. Y después de la misma, se esmeraba en definir sus rizos con varios productos cremosos que Dazai nunca entendía.

Era así cada domingo, y ahora, con veinte años, Dazai podía recitarla de memoria, incluso si ya no estaban en la sede de la Port Mafia, sino en el apartamento del ejecutivo más poderoso de la misma. Un ejecutivo que tenía a una rata traidora y perteneciente al bando "de los buenos" esperando en su cama a que terminase con su rutina capilar.

En su día, Dazai apenas había prestado atención a Chuuya y a su pelo. Se limitaba a dar vistazos aleatorios hacia el baño cuando todavía eran unos críos y se preguntaba por qué narices se ponía tantas cosas en la cabeza en lugar de ponerse a hacer algo productivo desde el principio. Pero, conforme crecían, y sus mentes maduraban poco a poco respecto al otro, Dazai había empezado a observarlo más de cerca, llegando a ponerse juguetón alguna que otra vez, cargando su peso contra el marco de la puerta del baño y jugando a molestar a Chuuya con toques furtivos y besos desperdigados que se demoraban bastante en recibir como respuesta un golpe en las costillas por estarlo distrayendo de su tarea.

A día de hoy, con la relación estable que llevaban, Dazai sabía que un chibi molesto mientras se hacía su rutina capilar era un chibi con muy mala uva, incluso más de lo normal, y podía arrancarle la mano solo por andar incordiando.

Aquel día era uno de esos domingos, y Dazai, en lugar de coger un libro como de costumbre, se dejó caer contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados y una expresión seria, mirando al percherito que iba a comenzar su ritual.

Nakama | Soukoku (Dazai x Chuuya)Onde histórias criam vida. Descubra agora