—No voy a ser amable. —Fue su advertencia final.

Cuando te agarró las piernas por detrás de las rodillas para separarlas, supiste que al fin iba a suceder. Tu corazón se saltó un latido y regresó con un ritmo acelerado ante la sensación de vértigo que hizo que tu cabeza diera vueltas y perdieras el juicio. Sin más preámbulos, Spicy Candy colocó las manos en tu trasero para levantarte del tocador y alinear la punta de su p*lla en tu hendidura antes de dejarte caer sobre ella, hundiéndose profundamente en tu interior.

En cuestión de un segundo estaba dentro de ti, dejándote sin aliento. Ni siquiera intentaste contener tu grito cuando la plenitud que ansiabas al fin invadió tu abdomen inferior, haciéndote sentir tan estirada y llena que eras incapaz de pensar en que él se moviera sin que llegaras en ese instante. Estabas agradecida por la pausa para que te adaptaras a su grosor, ya que tu cuerpo temblaba contra su agarre y la abrumadora sensación de su miembro dilatando tus paredes. Te preguntaste si la había metido entera, pero tu imaginación no tuvo que jugar ningún papel en ese encuentro al bajar la mirada y comprobar por ti misma que él no había introducido su er*cción en su totalidad, pudiendo vislumbrar la gomilla del pres*rvativo por debajo de su vello púb*co.

Aún así, cuando el rubio ceniza comenzó a mover sus caderas en círculos, —retirándose hacia atrás hasta dejar solo el extremo de su falo sumergido en tu interior, para después empujar lentamente y ver cuánto eras capaz de tomar— tus tobillos se trabaron detrás de su espalda con la misma fuerza que tus brazos alrededor de sus hombros, permitiendo que te arrastrara a ese apasionado vaivén que él asentó entre tus muslos.

Mientras sus manos se movían para sostener tus caderas, presionaste tus pantorrillas en sus costados —alrededor de su cintura— para balancearte, arqueando tu cintura hacia arriba durante sus empujes oscilantes al ajustarte a su longitud. Ahora que notaba que te estabas acostumbrado a su vir*lidad, Spicy Candy se movió a un ritmo más rápido y áspero, y el golpeteo de las pieles enfrentándose se perdió entre los sonidos del éxtasis de ambos en búsqueda del placer.

Tu espalda pronto se encontró presionada contra el espejo, así que tus manos abandonaron su lugar en su nuca para buscar apoyo en la superficie del tocador, ganándote un gemido más potente cuando tu cuerpo absorbió sus duros embates, rebotando con cada férreo empuje. Tirando de tus caderas más allá del borde del mueble, el rubio ceniza forzó tus rodillas a separarse antes de inclinarse sobre ti y pen*trarte más fuerte, tratando de alcanzar lo más hondo dentro de ti hasta que perdieras el sentido. Agarró tus piernas y las levantó contra tu torso, logrando que su p*lla entrara en empujones rápidos y devastadores junto a los sonidos lascivos de las bofetadas húmedas que acompañaban sus movimientos. Podías sentir tu propia excitación extendiéndose sobre tu ingle y tus paredes internas apretando su grosor cada vez que su longitud golpeaba tu punto más profundo, enviándote al paraíso.

OhJ*der... Se siente tan malditamente bien, nena⁓

El rubio ceniza plantó las palmas de sus manos sobre el tocador, a cada lado de tus caderas y con la cara interior de sus codos topando con tus corvas, y empujó con solo la fuerza de su pelvis mientras mantenía su torso quieto, levitando sobre ti conforme observaba el placer golpeando tu cuerpo como una ola violenta. Los chirridos y crujidos del tocador cayeron en oídos sordos, sometido bajo la tortura de la pasión que comenzó a derramarse con incontrolables g*midos brotando de tus labios.

Sus abdominales se contrajeron al activarse la tensión muscular, ondeando su corpulento torso como un látigo que te sacudía con cada impacto certero en el lugar correcto. Sus voluptuosos pectorales se ampliaban con cada absorción de oxígeno que con rapidez corría por sus venas, siendo bombeado de manera frenética al igual que el compás incesante de sus caderas yendo al encuentro de las tuyas. Los deltoides trabajaron el doble de esfuerzo para mantenerlo anclado sobre el tocador, soportando el peso de su anatomía para no caer sobre ti, remarcándose así los gruesos bíceps y los definidos antebrazos que tus ojos —gozosos y agraciados— captaron entre arremetidas que ganaban celeridad y potencia, como el pistón de un motor que se deslizaba dentro de tus paredes, comprimía tus entrañas y explotaba con chispas que enviaba una hormigueante combustión de placer que se desplaza hacia abajo por tus piernas. Las suyas estaban separadas, con rectitud y esbeltez tensándose con cada acometida al enviar su pelvis hacia delante en busca de tu calor.

More Spicy, but still Candy (+18) [BakugouxLectora]Where stories live. Discover now