Escondida

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Está durmiendo. Creo que finalmente el cansancio ha podido con ella y, aunque ha debido de costarle lo suyo relajarse en mi presencia, duerme profundamente en el rincón más alejado que ha encontrado.

El refugio dispone que un par de rejillas de ventilación, y es gracias a ellas que todavía sé que la tormenta no ha pasado. Puede haber disminuido, pero creo que tiene para largo aún. Posiblemente amanecerá antes.

Me siento en un rincón, justo frente a ella y echo la cabeza hacia atrás sin apartar los ojos de Eve.

Una sonrisa curva mis labios al recordar cuán feroz es, pero se borra de inmediato cuando pienso en los motivos que tiene para desconfiar de mí, y de los humanos en general.

—Mamá, no... Lo... Lo siento, papá. No quería... Yo...

Me tenso al escuchar los débiles lamentos que proceden de ella.
Ya no permanece sentada como hace solo unos instantes. Su cuerpo está en posición fetal y sus brazos la rodean abrazándose a sí misma.

—Es mi culpa... Lo siento.

Desde dónde me encuentro puedo ver como sus mejillas se humedecen.
Ahora no hay lluvia que enmascare su secreto, y cuando el primer diamante cae al suelo a su lado, siento que debo hacer algo.

Me pongo en pie y camino hacia ella.
Cuando me dejo caer a su lado, de inmediato la incorporo y la abrazo mientras murmuro palabras que espero consuelen el dolor que parece estar sintiendo.

—Despierta, Eve. Te tengo. Abre los ojos.

Los leves temblores que sacudían su cuerpo se detienen pero todavía sigo abrazándola cuando sus palabras me sorprenden.

—No es un sueño solamente. Es un recuerdo, de la noche en que todo cambió. Mi madre nos despertó a mis hermanos y a mí. De nuevo habían dado con nosotros. Mis dos hermanos mayores y yo intentamos tranquilizar a la más pequeña, pero cuando nos reunimos con nuestros padres... Fue mi culpa. Me siguieron.

—Eve...

—Mi padre se lo estaba diciendo a mi madre. Me aventuré a la superficie. Me puse a jugar con algunas ballenas, a nadar con ellas y no fui precavida. No me di cuenta. Conseguí escapar después de ver como mi familia era asesinada. Mi padre me gritó que me fuera, que me pusiera a salvo y lo hice.

—¿Cómo... Cómo perdiste la cola? La tenías la noche de la tormenta.

—El eclipse. Mi madre solía contarnos una historia antes de dormir, o bueno, lo que pensé que era una historia.

—¿Me la quieres contar?

—Hace muchos años —comienza— existía un reino oculto en el fondo del mar dónde las sirenas vivían el paz. Durante décadas, fueron solo una leyenda que los marineros, agotados y solitarios, inventaban historias sobre nosotros.

>>Es cierto que nuestro canto seduce y atrae a los humanos, sin embargo, también es mortal si no vamos con cuidado. El oído humano es más sensible —explica—. De cualquier forma, no éramos más que eso, un cuento. Como decía, hace casi treinta años, una sirena se aventuró a la superficie, curiosa ante tu especie, y fue atrapada por una red de pescadores. Nunca se volvió a saber nada de ella.

—¿Nunca?

—No. Mi madre creía que ella se había vuelto humana gracias al eclipse de aquella noche, uno que solo sucede cada treinta años. No sé exactamente qué lo diferencia del resto, pero el agua se siente distinta y una vez que el sol sale, el cambio es permanente.

¿Permanente? ¿Ella nunca la recuperaría?

Por algún motivo eso me entristece.
La he visto como sirena y como humana, y aunque en esta última es hermosa, no puede compararse con la belleza que vi bajo el agua, y pensar que no volveré a ver su cola, de distintos tonos de azul provoca un pinchazo en mi pecho.

—Ahora estoy atrapada en tu mundo, con la raza que acabó con los míos, que me lo arrebataron todo y...

Aprieto mi agarre en ella para que no se aleje.

—Estás a salvo. Te lo prometo. Nunca tendrás que preocuparte por mí. Guardaré tu secreto. Los dos.

No sé que es lo que me despierta, pero me tenso en el mismo momento que mis ojos se abren, porque estoy solo, y la puerta del refugio está abierta de par en par.

Salgo corriendo mientras grito su nombre. No puede haberse alejado mucho, o eso espero.
Fuera no está segura, las cuevas no lo son y menos cuando sube la marea.
Y después de lo que me contó, sé que no sobreviviría de ser así.

—Shane.

Me vuelvo hacia su voz y suspiro aliviado.
Joder. Gracias.

—¿Dónde estabas? ¿Por qué te fuiste?

Baja la cabeza mientras un hermoso rosa cubre sus mejillas.

—Tenía hambre y la tormenta pasó.

Miro sus brazos y está cargando algunos cocos.

Mi estómago ruge al ver la comida.
Habíamos compartido mi bocadillo el día anterior después de que ella se cambiase de ropa, pero tuvimos que racionar el agua y no quedaba mucha.
Tener los cocos ayudaría si encontrábamos algo con lo que abrirlos y podría coger mi botella y llenarla gracias al agua acumulada en algunas hojas de los árboles. La cascada quedaba demasiado lejos de dónde nos encontrábamos.

Un pitido seguido de unos cuantos más rompió el silencio entre nosotros.
En el refugio no había cobertura y ahora que estaba al aire libre, empezaron a llegarme mensajes.
Supongo que mis padres querrían saber si estaba bien y era mejor que respondiera antes de que pusieran a media isla a buscarme.
Y al parecer el huracán no había hecho grandes destrozos si todavía podíamos comunicarnos.

Respondí que estaba bien y que no tardaría en ir a casa. Antes de eso, sin embargo, quería asegurarme de que Eve estuviera a salvo.

—Quédate en el refugio. Es más seguro que las cuevas y puedo traerte comida y agua.

—¿Por qué?

—Tienes que alimentarte.

—¿Por qué me ayudas?

—No todos somos iguales, Eve. En el mundo existe la maldad y no hay duda acerca de eso, pero no puedes encasillar a todos los humanos en el mismo saco, igual que yo tampoco puedo hacerlo con las sirenas.

—¿Pretendes que me quede aquí escondida?

—Lo estabas antes de encontrarte, y créeme, te he buscado. Por favor. Me quedaré más tranquilo si sé que estás aquí.

—De acuerdo.

Suspiro aliviado. Ahora solo tenía que preocuparme de que nadie me viese llegar nunca hasta aquí, porque iba a volver.

No permitiría que ella volviese a pasar miedo. Ni por mi raza, ni por nadie.

El canto de una sirena (YA A LA VENTA EN KINDLE)Where stories live. Discover now