Prólogo

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Las calles de esta ciudad son cada vez más escandalosas y ruidosas, cada vez se vuelve más difícil poder encontrar un lugar apartado dónde nadie nos vea.

Mi auto cae en un bache del asfalto y maldigo por todo lo alto.

Mi falda negra de cuerina pegada a mi silueta, el body color vino intenso, parecido a sangre seca, con un escotado que deja a la vista mis pechos.

Voy conduciendo a velocidad media ya que el estúpido tráfico no me deja avanzar, las personas caminan libremente por las aceras odio el maldito viernes negro, toda la ciudad parece entrar en caos.

Acomodó el retrovisor para ver si mi maquillaje sigue intacto y sí, sigo siendo bella, mi cabello negro largo y lacio amarrado en una coleta alta y cae libre hasta mi cintura.

Le tocó la bocina intensamente a unas chicas en tacones que casi arrollo por que al parecer son ciegas y no ven que el semáforo está en verde.

—¿Estas listo cariño? Ya consigue el sitio perfecto bebé— le digo a Derek que se encuentra sentado ansioso a mi lado, mi mano viaja hasta sus muslos y aprieto fuertemente, sus ojos llenos de pasión por mi, son excitantes, la lujuria cargada en niveles excesivos en su cuerpo.

Sus cabellos canosos brillan con las luces de los faroles del alumbrado público.

— Sí, mi reina te haré sentir en las nubes, sabrás que es estar con un hombre de verdad — su voz es ronca y varonil, digna de un mister, su cuerpo esbelto y ni hablar de lo que tiene entre la piernas, que con solo mirar el bulto que sobre sale de allí, provoca que muerda mis labios inconscientemente.

Manejo hasta un callejón oscuro detras de una agencia de lotería.

—No aguanto las ganas y el hotel más cercano nos queda un poco lejos y con este tráfico tardaremos demasiado ¿qué te parece si empañamos los vidrios del auto?— mi propuesta tan lujuriosa como lo que debe estar pasando por su mente ahora, hacerme suya y que el ruido de la calle quedé ahogado en mis gemidos.

— Por mi no hay problema, mi reina — su mano tibia se posa en mis muslos y empieza a buscar camino dentro de mi falda, sus ojos llenos de deseo como los míos — estás tan ansiosa de sentirme dentro de tí, eres tan bella y peligrosa nena.

Me subo arriba de él, su erección rozando contra mi bragas, empiezo a moverme seductoramente, provocando que se sienta más duro y deseoso.

Muerdo mis labios, ansió tanto hacerlo que puedo decir que me urge.

Su mano derecha aprieta mi cintura suavemente, el frío pasa a segundo plano, el calor de nuestros cuerpos se apodera del auto, inclino el asiento hacia atrás para tener más espacio, el olor de su colonia cara se liga con el del champagne que bebimos tan solo hace media hora y sigue impregnado en mi ropa.

Sus latidos se vuelven acelerados y su respiración se agita cuando acerco mis labios a los suyos, tan cerca que puedo sentir su aliento a menta tocar mi nariz, me acerco lo suficiente para que nuestros labios se rozen pero no lo beso y me quedo así, a un solo milímetros de él alimentado su deseo por mi cuerpo.

Muerdo mi labio inferior y él me aprieta un seno.

— Eres juguetona chiquilla — dice con sus ojos perdidos en mi labios color rojo intenso— quiero saber que tan peligrosa eres.

—Te aseguro que cuando atacó no falló Derek — le digo metiendo mi mano dentro de mi falda.

— ¿Cómo sabes mi nombre?— enarca una ceja confundido.

— Tu error fue meterte con fuego si no aguantas el calor imbécil — le digo sacando de mi falda mi daga y penetrando el costado de su pecho justo en medio de sus costillas.

Escuchar su grito de agonía es como la más dulce melodía para mí oídos.

Le saco la daga del costado, su cara es una mezcla placentera de dolor y confusión, su sangre caliente se escurre por mis manos, el líquido es viscoso, carmesí y con un olor hierro que es agradable a mi olfato, tal cual como lo recordaba.

Sus ojos verdes pierden lentamente ese brillo de vida y empiezan a oscurecerse, disfruto un minuto más la escena para luego hacer que el filo de mi daga arremeta contra su garganta y terminar con su vida.

— Lo siento Derek pero era tu turno de pagar — le digo bajandome de encima de él antes de manchar mi ropa con toda la sangre que cubre su cuerpo— viejo asqueroso; pensaste que podías meterte con el demonio y salir libre de eso; pero está vez no te topaste con un demonio sino con algo peor.

Boule "Nunca debí nacer"Where stories live. Discover now