7. Steve

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—Seguramente, nuestro Capitán podrá servir en su zona de guerra. —El directo Fury palmeó su espalda como invitación a darle la razón.

Steve simplemente asintió y sonrió, no retuvo las palabras del director. Su cabeza estaba hecho un lío, su corazón latía con rapidez y sus manos sudaban al punto de hacer resbalar la copa de vino que traía.

Los minutos le resultaban eternos, su traje de gala empezaba a fastidiarlo. Quería salir al balcón, tomar aire y reponerse. Pero sus pies no obedecían, estaban clavados en el enorme salón; escuchaban a su ansioso corazón. No se movería, no se permitiría perderse la llegada de Tony en la fiesta de su padre. Suspiró pesadamente y terminó su quinta copa de vino, recibiendo otra por uno de los mozos.

El sabor dulce y helado del vino sirvió para bajar su calentura, esa que enrojecía a sus mejillas y con la que ganaba varios halagos de mujeres que lo invitaban a bailar. Se sentía torpe y no por la atención de ellas, sino por el hecho de que pronto se encontraría con Tony.

Lo vería descender de esas enormes escaleras, agarrado del brazo de su anciano y odioso padre.

Sus ojos volverían a encontrarse con la belleza de Tony -con la única persona que aparecía en sus sueños para librarlo de las crueles pesadillas, con la única persona que tomaba por recuerdo para enlistarse a una misión más arriesgada que la otra.

Se repitió con insistencia que no perdiera el control, que no correría hacia Tony. Debía ser paciente, buscaría el momento perfecto para dar con él.

A solas.

Estaba decidido, esta noche no se iría sin que su castaño regresara a su vida. Barnes tenía razón, dejaría de ser un cobarde que se escuda con la excusa de respetar una estúpida decisión. Porque lo era, Tony no podía simplemente desaparecer y esperar que su historia se termine así.

No lo dejaría.

Steve terminó su sexta copa de vino e iba a pedir otra, de no ser por los sorpresivos aplausos. Las luces apuntaron en la cima de las escaleras, iluminando a dos personas -a dos hombres castaños. El cuerpo de Rogers tembló, su pecho dolía y su mirada se cristalizó al distinguir finalmente a su Tony. No pudo seguir con los aplausos, se congeló al apreciar más y más de cerca la nueva imagen de su Tony.

Ahora era un hombre adulto, uno que lucía el cansancio de su arduo trabajo en Stark Industries. Pero que mantenía esos rasgos que tanto adoró en su juventud; ese cabello rebelde, esa sonrisa coqueta y esos ojos almendrados que robaban suspiros a cualquiera. Rogers no fue la excepción, su corazón realmente se salió de su pecho y acabó en los pies de Tony en el preciso momento que cruzaron miradas.

Se admiró por no correr hacia él, por no apartarlo del brazo de su padre y llevárselo lejos.

Pero sabía que su admiración dudaría poco, esto por su corazón inquieto. Le gritaba ir con Tony, dejar su miedo atrás y tomarlo de la mano. Necesitaban hablar, necesitan darse explicaciones y... Necesitaba volver a sentir la calidez de Tony, necesitaba sus brazos y hundirse nuevamente en su cuello.

Necesitaba volver a Tony.

Fueron ocho años sin él, ocho años en los que vaciló entre su indecisión y cobardía. Porque siempre tuvo el poder para dar con Tony, para infiltrarse en su mansión en Alemania o en su misma compañía. No era más el cadete que acataba órdenes y reglamentos, maduró. Se convirtió en un guerrero, en uno que no portaba mayor color en su traje. La vida le quitó su felicidad y no fue capaz de pelear por ella a causa del miedo de encontrar a su castaño en brazos de otro, sonriéndole al mundo con alguien más a su lado.

No lo iba a soportar, enloquecería por el dolor.

Pero, ¿qué era lo que precisamente atravesaba? Dolor, mucho dolor.

¿Y si volvemos a empezar? [STONY]Where stories live. Discover now