Capítulo 44: Las prisas no son buenas consejeras

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Lunes, 24 de octubre de 1977

Decidió acercarse a la biblioteca del barrio después de desayunar. Bueno, en realidad Luisita le había insistido tanto para que fuera que directamente no había podido negarse. Al parecer había escuchado una conversación entre Betty y su madre donde le comentaba que se iba a pasar toda la mañana allí estudiando, así que le parecía una buenísima oportunidad para propiciar un acercamiento. Tenía unas horas libres antes de entrar a trabajar así que tampoco le costaba nada darse una vuelta y probar suerte.

Antes de entrar volvió a fijarse en la foto que les había dejado Diana para quedarse con la cara de Betty y reconocerla cuando la viera. Aparecían las dos sentadas sobre el césped del campus, rodeadas de apuntes, seguramente repasando para algún examen aunque sus caras no reflejaban precisamente concentración o nerviosismo, sino más bien alegría. A simple vista parecían estar bastante unidas, por lo que le había contado Diana a Luisita se conocían desde el instituto y desde entonces se habían vuelto inseparables. Hasta ahora.

Era la típica biblioteca de barrio humilde, los muebles no eran los más modernos y se podía notar el desgaste del paso de los años en las paredes pero había una buena cantidad de material para consultar. Recorrió los pasillos en silencio, haciendo como que buscaba algún libro en particular, hasta que le pareció verla sentada en una de las mesas. Se giró hacia la estantería más cercana, casualmente la sección de mitología, y agarró un tomo antes de acercarse.

— Perdona, ¿está ocupado? — preguntó refiriéndose al sitio que había a su lado.

Betty levantó la vista de su ejemplar al escuchar su voz.

— ¿Eh? No, no, puedes sentarte. — dijo amable.

— Gracias. — sonrió ligeramente.

— De nada.

Amelia estuvo un rato ojeando su libro, pensando en la mejor manera de iniciar una conversación sin resultar demasiado indiscreta.

**

Abrió la puerta con la mano que le quedaba libre y dejó la bolsa con el uniforme donde siempre.

— Hola, amor. — Luisita, que estaba en la mesa, se levantó para recibirla. — ¿Qué tal?

— Bien. — le dio un beso y empezó a quitarse el abrigo.

— ¿Estaba por allí? ¿Has podido hablar con ella?

Amelia lo colgó en la percha.

— Sí, he hablado con ella y la cosa va bien.

— ¿Habéis hablado de Diana?

— No. — su mujer la miró confusa. — Cariño, es un tema delicado. No puedo soltárselo así de primeras nada más conocerla.

— Ya, ¿y entonces cuando?

— Pues cuando la vea receptiva. Me ha dado su número para quedar otro día a tomar algo. — aclaró. — ¿Confías en mí?

— Claro.

— Pues deja que lo haga a mi manera, ¿vale? — Luisita asintió con resignación. — Es mejor ir paso a paso, que las prisas -

— No son buenas consejeras. — terminó la frase antes que ella.

— Ya sabes que me parece muy bonito que quieras ayudarlas, pero deberías tomártelo de otra forma. No te obsesiones. 

— No me estoy obsesionando.

— Luisita... — la rubia se cruzó de brazos, un poco a la defensiva. — Lo único que digo es que la decisión final es suya, por mucho que te impliques no es algo que dependa de ti. Ellas tienen su vida y nosotras la nuestra. 

ENTRE MADRID Y MANCHESTERTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang