seven

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CHAPTER SEVEN
baelon's egg
(año 112 d.C)




La mañana de Rhaegar iba bastante normal... hasta que su hermana entró en sus aposentos viéndose a punto de soltar un berrinche que se escucharía incluso en la península de Valyria.

Una oscura tela myriense cubría el cuerpo de Rhaenyra. El único color que distorsionaba el tema medianoche del vestido era un delicado bordado rojo en forma de dragones sobre el pecho descubierto; un rojo tan profundo que, alejado de la luz solar, se confundía entre el resto del negro. Rhaenyra estaba visiblemente furiosa, los ojos liliáceos parecían a menos de un segundo de escupirle fuego de dragón al primero que se acercara a ella y la irritara.

—Tranquila, Vhagar —dijo Rhaegar, dándole una mirada desconcertada al desastre que era su hermana pequeña—. ¿Qué pasó contigo? ¿No te dieron pasteles de limón antes de las lecciones de las septas?

—Peor —respondió Rhaenyra.

—¿Peor a que te nieguen pasteles de limón?

Él ni siquiera sabía que Rhaenyra podía considerar algo peor a que no le cumplieran sus caprichos; menos si se involucraba en dichos caprichos a los pasteles de limón. Siempre fue una niña muy mimada (Rhaegar no negaba que tenía su propia culpa en ello) y amaba esos pasteles; eran el postre favorito de la princesa y los Dioses ayuden a los cocineros del castillo como no hubiera al menos un plato repleto de estos en la mesa de la cena cada día. 

Rhaenyra se sentó en la silla a su lado con una expresión turbulenta.

—Lord Corlys ofreció la mano de Laena en matrimonio a nuestro padre.

Bien, eso no era lo que esperaba escuchar.

De manera lógica, Rhaegar sabía que era cuestión de tiempo antes de que alguno de los lores de la corte ofreciera la mano de una casta y fértil hija al Rey. La idea no le resultaba desconocida, después de lo sucedido lunas atrás en esa reunión que había espiado junto a Laenor; pero Rhaegar había estado tan ocupado con sus deberes como príncipe heredero y en ignorar la existencia de Viserys que olvidó por completo que un nuevo matrimonio para el Rey ya era un acontecimiento sugerido en la mesa del consejo.

—¿En cuestión de qué, exactamente? —inquirió. Manos entrelazadas sostuvieron el mentón de Rhaegar, codos apoyados sobre la mesa en un gesto de irritación. Odiaba cuando sus mañanas se veían agriadas por la política—. Dudo que Lord Corlys haya tomado alguna vez una decisión en su vida sin asegurarse primero de que la ganancia será mayor que la perdida.

—La princesa Rhaenys no está muy feliz tampoco —comentó Rhaenyra, con el ceño fruncido. Él casi tuvo miedo de que la madera combustionara ante sus ojos; bajo el puro peso del poder vengativo de un dragón tan caprichoso como era su hermana pequeña.

—No arrugues el ceño, dulce hermana —reprendió Rhaegar. Alzó una mano y acarició la mejilla de Rhaenyra—. Arruinará tu hermosa cara.

Ella sonrió.

—No puedes adularme hasta erradicar mi enojo, hermano.

—¿No puedo? —Rhaegar se burló—. Vamos, cuéntame más acerca de este impío matrimonio. Seguro puedo hacer algo que provoque a Lord Corlys para desistir con la idea.

Sí, él era culpable de todos los cargos por lo mimada que estaba Rhaenyra. No iba a avergonzarse de su incapacidad a negarle cualquier cosa a los ojos de dragón de bebé en el arsenal de manipulación de su hermana; menos cuando se trataba de algo tan importante como lo era Laena para ella. Rhaegar invocaría el espíritu del Conquistador y haría de la Fortaleza Roja otro Harrenhal si Rhaenyra se lo pidiera.

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⏰ Last updated: Sep 22, 2023 ⏰

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