II

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Era muy temprano cuando Astrid despertó, casi sin poder soportar la molestia que sentía en la cabeza. Los recuerdos de la noche anterior y sus sueños, en conjunto, hicieron una bomba que sobrecargó su mente al grado en que todo lo estaba haciendo de manera automática.

Salió de su habitación y caminó un par de pasos hasta que vio que T. J. estaba deslizando un pequeño papel por debajo de la puerta de la habitación de Magnus. Al verse descubierto, sonrió y saludó a su amigo.

—¿No crees que es demasiado pronto para declararle tu amor? —preguntó Astrid.

T. J. solo resopló divertido al escuchar el comentario.

—Es una invitación para que se siente a desayunar con nosotros. Le hará bien, sobre todo después de lo que pasó anoche.

Astrid asintió, sin dejar de mirar el papel. T. J. dejó lo que estaba haciendo y se acercó a él lentamente. Su rifle se deslizó en su hombro apenas un par de milímetros, pero lo acomodó de todas maneras.

—Y creo que también a ti te vendría bien un poco de compañía —continuó, palmeando el hombro de Astrid—. ¿Cómo te sientes?

—Como la mierda —contestó sin pensar—. No es la primera vez que escucho la profecía que las nornas me dieron.

—También la recitaron cuando llegaste —advirtió T. J. —. No estuve en ese momento, así que no sé muy bien lo que significa. ¿Tienes alguna idea?

Astrid asintió penosamente. Se rascó el hombro con la mano y sintió un tirón en las entrañas al recitar en su mente las palabras de las nornas. Por casi más de mil años pasó cada segundo de su muerte analizando el posible significado, y llegó a la conclusión de que no debía ser otro más que el del mismo motivo por el que había muerto en primer lugar. Una punzada de rabia se apoderó de su pecho, pero logró mantenerse tranquilo en su sitio.

—Para mi mala suerte, lo sé —admitió—. Al menos la primera parte. En ese entonces no anunciaban las muertes gloriosas mediante videos, sino por relatos narrados por las valquirias. Logré que el verdadero motivo de mi fallecimiento se ocultara. Todos saben que morí luchando, pero la razón detrás de eso... prefiero guardarla si es posible. Si en algún punto debo admitirlo, lo haré, pero hasta entonces, soy una tumba.

—¿Tan malo es? —preguntó T. J.

—Ni te imaginas —respondió Astrid, comenzando a caminar.

Al pasar delante de sus demás amigos, los saludó como de costumbre. A Halfborn con un golpe en la espalda y a Mallory con una patada. Sin embargo, también notaron que algo le sucedía, pues se apresuraron a colocarse a la par del chico mientras continuaba su marcha hacia la sala 19, donde varias mesas ya estaban ocupadas por einherjar. La mesa de bufet se veía igual de abarrotada que todas las mañanas.

—¿Tuviste pesadillas? —preguntó Mallory.

—Algo mucho peor —aseguró Astrid, tomando un plato y comenzando a servirse un poco de todo.

—¿Qué puede ser peor que las pesadillas? —preguntó Halfborn.

Astrid tomó una salchicha con la mano y le dio una mordida.

—Los recuerdos —contestó— X, ¿podrías pasarme el jugo de naranja?

X tomó un vaso lleno de jugo pero debido a su fuerza se rompió derramando todo el líquido en el suelo.

—Si... mejor déjalo así, beberé agua.

Caminó hasta una mesa vacía y dejó su hacha en la mesa. Puso su plato al lado de su arma y comenzó a comer. Los demás hicieron lo mismo.

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⏰ Laatst bijgewerkt: Mar 03 ⏰

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