Capítulo 4

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Viviendo en un plácido y romántico hechizo que desvariaba todo lo que sucedía a mi alrededor, Preston y Linda comenzaban a preparar las maletas para volver a casa tras la boda antes de que llegase la Nochebuena

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Viviendo en un plácido y romántico hechizo que desvariaba todo lo que sucedía a mi alrededor, Preston y Linda comenzaban a preparar las maletas para volver a casa tras la boda antes de que llegase la Nochebuena. Comprendí que al no estar los padres de Linda presentes, nuestro viaje de ensueño terminaba ahí cuando, sobre el mostrador del haul, me encontré con nuestros pasaportes que indicaban el viaje de una semana. 

Mi vida literalmente estaba del revés.

Una vez aterricemos en Boston, agradecí a Linda por haber estado en mi boda sin comprender nada de lo sucedido y marchó hasta su casa mientras Preston y yo cogimos un taxi a las afueras del aeropuerto hasta llegar a mi hogar, donde nos esperaban mis padres.

¿Cómo le digo a mis padres que estoy casada? ¿Estarían abducidos bajo los efectos del hechizo? Nos bajamos del taxi y nos recibieron con los brazos abiertos.

—Hogar dulce hogar.—decía mi padre dándome un gran achuchón.

—Feliz navidad y enhorabuena por los recién casados.—añadía mi madre abrazando a Preston. —Pasad dentro, está haciendo demasiado frío.—introducimos las maletas en el interior y no pude evitar acercarme a la chimenea que estaba prendida.

—Justo lo que necesitaba.—cerré lo ojos.

—¿Cómo ha sido el viaje?—preguntaba mi madre quitándole la gabardina a Preston para que se pusiera cómodo.

—Perfecto, ha salido justo lo que esperaba.—asentí mirando mi anillo que brillaba cada vez más.

—¿Qué puedo decir? Ha sido grandioso.—asentía Preston poniéndose las manos en los bolsillos.

—Me alegro muchísimo, os haré un chocolate.—marchó mi madre a la cocina.

La Nochebuena estaba al caer y ya solo faltaban algunos preparativos antes de que empezara. Mi hermano se encargaba de decorar el árbol de Navidad, mi madre se ocupaba de darle el toque final a la cena y mi padre no paraba de cortar leña para amenizar la chimenea durante toda la velada.

Un gran banquete ocupaba toda la mesa con un enorme pavo relleno, caldo caliente, puding, bombones y chocolates. Preston estaba guapísimo en aquella camisa de botones, elegante como siempre y que no paraba de sonreírme, sentado al frente. Yo aun no podía creer que estuviera en mi casa festejando con mi familia. Todo parecía un sueño.

Y como en todos los cuentos, los hechizos no duraban para siempre. 

Justo cuando mi padre comenzaba a servir el vino, alguien de manera inesperada tocó en la puerta.

—¿Tenemos compañía?—preguntaba mi madre desconcertada.

—No que yo sepa.—decía mi padre tomando de su copa.

—Iré yo a ver de quién se trata.—me levanté de la mesa.

Al llegar a la puerta noté el reflejo de una figura femenina.

—Madison...que radiante estás. Me imagino que andas cenando con tu familia.—decía Linda con un vestido rojo de lentejuelas, cruzada de brazos y algo enojada.

—Si, tu también deberías estarlo...

—¿No te has enterado? Cenaba con Preston, en su casa y ¿sabes qué? No está en su casa..—suspiraba Linda, alterada. —He ido como una tonta para que su familia me dijese que está aquí, contigo.

—Linda...¿por qué él iba a cenar contigo? —fruncí el ceño, cerrando la puerta.

—Por qué es mi novio, se supone. ¿Me está poniendo los cuernos, contigo?—empezó Linda a llorar de manera desconsolada.

—¿De qué hablas? El es mi marido.—intenté explicarle cuando me di cuenta que ya no tenía el anillo en mi dedo. —Donde está mi...anillo. Esto debe de ser un error.

—Me has traicionado.—elevé la mirada y vi a Linda de frente, con el cuerpo rígido a punto de empujarme contra la puerta.

—Linda, para...debo explicártelo.—elevé mis brazos en cuanto Linda saltaba sobre mi abriendo la puerta tras el impacto, cayéndonos al suelo al instante e irrumpiendo la cena.

—¡Madison!—gritó Preston en cuanto oyó el golpe.

—Te vas a acordar de mi nombre, maldita embustera.—reprochaba Linda eufórica cogiéndome del pelo mientras yo intentaba apartarla. En un intento desesperado por salir de allí, le mordí en la mano y escapé de sus brazos.

Preston intentaba acercarse hasta mi pero no quise ante la presencia de Linda fuera de control.

Me acerqué hasta el mostrador y cogí unas llaves.

Necesitaba huir de aquel lugar cuanto antes preguntándome —¿qué estaba pasando? ¿Se estaba rompiendo mi hechizo?—.

Me subí en el coche de mi hermano y apreté el acelerador lo más rápido que pude viendo como Linda salía desprevenida de mi casa para subirse en su coche que estaba aparcado de mala manera. Nunca la había visto de aquella manera.

Saliendo de casa, me puse en carretera sin ninguna dirección, sin saber a donde ir viendo como el cielo se abrumaba nuevamente como ocurrió en Toscana. Destellos iluminaban el cielo en cuanto la radio daba el aviso de una tormenta tropical aproximándose a la ciudad.

Sintiendo un nudo en el estómago tomé varias calles yendo al máximo viendo por el retrovisor el coche de Linda persiguiéndome, llena de ira.

Sin salida alguna, giré al a derecha y llegué hasta Boston Harbor. Supuse que en medio del muelle la perdería de vista por los enormes contenedores hasta que, por sorpresa, me tomé con ella nuevamente de frente yendo hacia mi sin piedad. Giré el volante sin pensarlo y esquivé un golpe de muerte pero sin fijarme, perdí el control del vehículo rompiendo un muro y cayendo al mar.

El impacto fue tan colateral que quedé inconsciente.

Con Red Dress de Nova Miller sonando en la radio, mi corazón dejó de latir, por enésima y última vez. Sin la noción del tiempo, comencé a verlo todo negro como si cayese en un gran agujero negro sin saber dónde estaba, hasta que comencé a escuchar de fondo el sonido de un timbre.


En Toscana por Navidad © ✔️On viuen les histories. Descobreix ara