Epílogo

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Una semana después…

Cuando sonó el despertador, Elise se apresuró a apretar el botón. A continuación, salió de la cama que compartía con su maravilloso marido y fue de puntillas al baño.

Se había puesto el despertador una hora antes que él adrede para tener tiempo para hacerse la prueba de embarazo que había comprado el día anterior en la farmacia.

Tras seguir las instrucciones, esperó ansiosa los resultados. Cuando apareció el símbolo positivo, Elise sintió que el corazón le daba un vuelco.

—Estoy embarazada —murmuró—. De verdad voy a tener un bebé.

A continuación, se puso la mano sobre la tripa y se mordió el labio inferior riéndose nerviosa. Iba ser imposible vivir con Cole durante los siguientes nueve meses, la iba a volver loca. Elise sonrió.

¡Pero qué bien se lo iban a pasar!

Claro que lo primero que tenía que hacer era decirle a su marido que iba ser padre y sabía exactamente cómo lo quería hacer, así que volvió a la habitación y se metió en la cama a su lado. En cuanto Cole detectó su presencia, la abrazó.

—¿Por qué te has despertado tan pronto? —le preguntó soñoliento—. No es habitual en ti. ¿Estás bien?

—Estoy fenomenal —contestó Elise besándolo en el hombro—. Es que tenía que hacer una cosa. Cole miró el reloj.

—¿A las cinco de la mañana?

Elise siguió acariciándole los hombros, el pecho, la tripa y yendo hacia abajo.

—Quería que hoy mi marido se pudiera ir a trabajar con una buena sonrisa en la cara.

—Si sigues haciendo lo que estás haciendo, voy a sonreír mucho, pero no me voy a ir a trabajar —contestó Cole agarrándole las manos.

—Bueno, todavía tenemos una hora… —comentó Elise en tono sugerente.

—Tienes razón —contestó Cole besándola.

* * *

Abrazando a su marido, que le acababa de hacer el amor, Elise se sentía la mujer más afortunada del mundo. Contaba con el amor de un hombre maravilloso, estaba embarazada y el futuro se presentaba brillante.

—Cole.

—Dime.

—¿Te puedo hacer una pregunta?

—Recuerda que hemos dicho que nada de secretos, así que puedes preguntarme o decirme lo que quieras y cuando quieras —contestó Cole abriendo los ojos y mirándola con amor.

—Muy bien —sonrió Elise abrazándolo—. ¿Qué te gustaría tener? ¿Niño o niña?

—Me daría igual —contestó Cole apartándole un mechón de pelo de la cara—. Si estuvieras embarazada, lo que querría sería que tanto tú como el bebé estuvierais bien.

—¿Y si ya lo estuviera? —insistió Elise esperando a que comprendiera.

—¿Por qué crees que dejé de utilizar preservativos en cuanto nos casamos? —sonrió Cole—.

Quiero tener un hijo contigo cuanto antes.

Elise sonrió también.

—¿Has escuchado bien mi pregunta?

—Claro que sí, me acabas de preguntar qué preferiría tener en caso de que estuvieras embarazada —contestó Cole frunciendo el ceño—. ¿Estás embarazada? ¿Estás embarazada? —se sorprendió—. Supongo que sería la noche que se rompió el preservativo…

—Sí, cariño —sonrió Elise—. Por eso he puesto el despertador, para hacerme una prueba… y ya tengo los resultados. Serás padre en primavera.

Cole se incorporó de un respingo.

—Dios mío, Elise… ¿Y cómo has permitido que te hiciera el amor como te lo acabo de hacer?

No he sido muy suave que digamos.

—Tranquilo, Cole, no pasa nada —lo tranquilizó Elise sentándose a su lado.

—¿Estás bien? ¿No le habré hecho daño al bebé? —palideció Cole.

Elise se rio y le tomó el rostro entre las manos.

—Si no me vuelves loca durante estos nueve meses, vas a ser una monada, cavernícola.

—No estoy de broma, Elise.

—Cole, ya hablamos de esto la semana pasada —le recordó Elise con paciencia, pues sabía que Cole estaba preocupado al haber perdido a su madre tras una hemorragia—. No estoy débil ni soy frágil. ¡Estoy embarazada!

—Sí, pero has trabajado mucho y necesitas descansar.

—Sí, ya lo tengo arreglado —contestó Elise abrazándolo y sintiendo que lo quería más que a nada en el mundo—. He hablado con el FBI y he pedido que me asignen sólo misiones en las que no haga falta viajar y, cuando nazca el niño, voy a pedir una excedencia.

—Me parece una idea muy acertada —contestó Cole besándola—. ¿Cuánto tiempo de excedencia vas a pedir?

—No lo sé —contestó Elise sinceramente—. Depende de cómo me sienta con el niño. A lo mejor, no vuelvo.

—Como tú quieras. Es tu decisión. Yo lo único que quiero es que seas feliz y te prometo que no te voy influir para que tomes una decisión u otra —le prometió tumbándola de nuevo sobre el colchón—, pero quiero que sepas que no me importaría en absoluto que te quedaras en casa manteniendo la cueva limpia y criando a nuestros cavernícolas —bromeó besándola en la boca—.

Por cierto, ¿de cuántos cavernícolas estaríamos hablando?

Elise se quedó pensativa.

—Me gustaría tener, por lo menos, cuatro.

—Muy bien. Entonces, en cuanto me haya instalado en Virginia, vamos a tener que salir de compras.

—¿Para comprar qué?

—Preciosa, si vamos a tener cuatro cavernícolas, vamos a necesitar una casa bastante grande — sonrió Cole—. Me gustaría que tuviera jardín y un arce con un columpio.

—A mí también me gustaría —sonrió Elise.

—Te quiero más te lo que te puedas imaginar, preciosa —le aseguró Cole poniéndose serio.

Sintiéndose más feliz de lo que se había sentido en sus veintisiete años de vida, Elise lo besó hasta quedar ambos sin aire.

—Yo también te quiero, cavernícola.

Fin

Eclipse de PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora