Capítulo 9)¿Qué estás haciendo?

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De regreso a Londres, apenas intercambiaron unos cuantos monosílabos. Chesnie sabía por su silencio que Joel se arrepentía de haber atravesado la barrera de lo platónico, a pesar de que él parecía pensar que había sido ella la que lo había invitado a hacerlo. No lo podía negar.

Para cuando llegaron a la ciudad, estaba un tanto irritada. Era normal para sus hermanas no hablarse con sus maridos durante días, pero ella no estaba dispuesta a caer en aquella dinámica.

—¡Joel! —lo llamó con fingida calma al entrar en casa.

Él se giró y la miró muy serio. Chesnie creyó que se le helaba la sangre en las venas, pero no se dejó amilanar.

—Verás, hay algo… sobre el sexo y esas cosas… Te propongo no meterme en tu cama si tú te comprometes a no enseñarme la segunda lección.

No se rió, pero a Chesnie le pareció ver que disimulaba una sonrisa.

—Ya lo has vuelto a hacer —contestó—. Lo que no me esperaba. ¡Creía que no ibas a querer hablar de este tema ni por dinero!

Chesnie se rió y notó que, inmediatamente, se le pasaba el enfado. Volvían a ser amigos.

Se giró y, bajo la atenta mirada de su marido; se metió en su dormitorio.

Aquel día no se vieron mucho, pero al día siguiente Joel entró en su despacho para anunciarle que se iba a Glasgow aquella misma tarde.

—No lo tenía apuntado en tu agenda —apuntó Chesnie.

—Estaré fuera unos cuantos días —contestó él.

Ella sintió que se le partía el corazón. No le había pedido que fuera con él. Como parecía que no la iba a echar de menos, se convenció a sí misma de que ella a él tampoco.

Qué mentira tan grande. La noche se le hizo eterna. Aunque no dormían juntos, le gustaba saber que estaba en casa, bajo el mismo techo.

Se imaginó viviendo sin él en un plazo de dos años y no le gustó la idea. «No te encariñes con él. Sabías que no iba a ser para siempre».

Al final, se metió en la cama y decidió que aquello no podía seguir así. Pero luego recordó sus besos y se dejó transportar por el placer que le habían hecho conocer. Aquellos besos no volverían a repetirse. Claro que no.

Era obvio que Joel se arrepentía de lo sucedido, así que decidió mantener las distancias con él fuera del trabajo. Así habían estado desde su regreso de Herefordshire, de modo que no creyó que fuera a ser tan duro.

A las once de la mañana, oyó su voz por teléfono y ya no estuvo tan segura.

—Te… necesito aquí —le dijo él. No parecía muy contento, pero aquello no impidió que a Chesnie se le acelerara el corazón. ¡Iba a ver a Joel!

Llegó a Heathrow a todo correr y consiguió embarcar en el último momento.

—¡Chesnie Cosgrove! —exclamó el hombre que se sentó a su lado en el avión.

—¡Philip! —estaba encantada de verlo.

—¡Si hubiera sabido que íbamos a ir en el mismo avión, habría venido antes! — exclamó él viendo que llevaba alianza—. Chesnie Davenport, mejor dicho, ¿no? ¿No has pensado en divorciarte de él?

—¡Pero si me acabo de casar! ¿Qué tal tu nueva secretaria?

—Tú habrías sido mejor —contestó Philip—. ¿Sigues trabajando?

—Sí. De hecho, ahora voy a reunirme con mi jefe.

—¡Qué suerte tiene! —bromeó Philip—. Debí de haber supuesto que ibas a estar tú también, claro. Tengo una reunión con Joel mañana. Ya estarás al tanto de que Yeatman quiere comprar Symington Technology.

No Es Nada Personal©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt