Capítulo 7) Me va a encantar vivir contigo

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A pesar de la cantidad de trabajo que tenía, Chesnie dedicó un fin de semana a ir a ver a su abuelo y otro a acompañar a su madre de compras. No le quedó ni un minuto libre para empezar su mudanza hasta el lunes anterior a la boda.

Agradecía estar muy ocupada. Así no tenía tiempo para pensar lo que estaba haciendo.

El martes y el miércoles los dedicó a comprar su atuendo: un vestido color crema con abrigo a juego, bolso, zapatos y guantes.

—¿Te lo has pasado bien? —le preguntó Joel cuando llegó tarde a la oficina por segundo día consecutivo.

Chesnie dejó las bolsas en el suelo y entró en su despacho.

—¿Tú ya tienes tu esmoquin?

—¡No me digas que tenemos que ir de compras!

Chesnie sonrió malévola.

—Está bien… —accedió Joel.

Ella no pudo evitar reírse.

Aquel día, salieron tardísimo de trabajar y Chesnie no pudo seguir con las maletas.

—¿Qué tal lo llevas? —le preguntó Joel el jueves mientras le dictaba una carta.

Chesnie lo miró sorprendida. El trabajo era trabajo y los asuntos personales no debían mezclarse.

—¿Te refieres a la boda?

Joel la miró fijamente.

—Nuestra boda —puntualizó.

—Bueno, bueno, si te lo vas a tomar en plan personal… —bromeó.

Ambos rieron a gusto y Chesnie atesoró el momento durante algún tiempo en su cabeza.

—Si necesitas algo, no tienes más que decírmelo —le indicó Joel—. Al fin y al cabo, ¿para qué estamos los prometidos?

Chesnie sintió que le daba un vuelco el corazón. Le encantaba aquella palabra. Al darse cuenta de que, a partir del sábado, ya no iba a ser su prometido sino su marido, se quedó sin habla.

El viernes, llamó a su abuelo para los detalles de última hora. El anciano confesó, un tanto turbado, que seguramente llegaría tarde a la ceremonia.

—¿Qué pasa, abuelo?

—Nada —contestó Rufus Cosgrove.

Chesnie sabía que no era cierto porque su abuelo era la persona más puntual del mundo.

—Dímelo.

—Verás, va a haber cortes en la línea de tren que tengo que tomar, pero intentaré llegar cuanto antes —le prometió.

Chesnie se despidió de él y colgó.

—¿Pasa algo? —le preguntó Joel, que acababa de llegar.

—Sí, la verdad es que sí… Voy a tener que dejar para mañana la mudanza.

—¿Para mañana? ¿Se te ha olvidado que mañana nos casamos?

—Sí, lo sé, pero no va a poder ser esta noche.

—¿Por qué?

—Porque me tengo que ir a Herefordshire.

—¿Para qué?

Chesnie lo miró igual de fijamente que la estaba mirando él a ella y decidió que, al fin y al cabo, también le incumbía.

—Porque mañana va a haber cortes en la línea de tren que tiene que tomar mi abuelo para venir a Londres y no quiero que llegue tarde y… —¿Y?

No Es Nada Personal©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora