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Miró sus pies, usaba unas zapatillas converse, color blanco, soltaba suspiros pesados y su corazón se hacía pequeño en su pecho. Se sentía diminuto, confundido e indefenso. Parte de él le rogaba por abrazar a su Hyung y confesar sus puros y desnudos sentimientos ante el. Su propia subconsciencia lo confundía y engañaba.

— Jeongin, hola. — Jisung llegó a su lado, portaba un gran suéter, unos jeans holgados y un par de zapatillas negras. Cuando se sentó y dejó sus manos en las rodillas, tomó un gran respiro y preguntó. — ¿En qué piensas?

La pregunta perturbaba al menor, quisiera evadir tales palabras por el resto de su vida.

— En Minho. — Susurró, cómo si alguien más pudiera escucharlo y delatarlo. Asumir que pensaba en el chico le avergonzaba.

— Hiciste bien. — Dijo. — Minho tuvo muchas oportunidades, puede que se haya demorado mucho y por eso te dolió. No quiso hacerlo. Tienes derecho a sentirte así.

— Minho no quería herirme, ¿cierto? — Preguntó.

— No, Minho quería cuidarte, pasar tiempo a tu lado, por el tiempo que tu quisieras. — Subió su mirada al cielo. — Te quería más que a nadie. — Tomó una pausa. — No te vengo a convencer que perdones a Minho. Solo te digo lo que él no puede.

— ¿Por qué no puede?

— Está asustado, sus sentimientos son fuertes, le abruma eso, tal vez pensarás que es un cobarde pero no lo es, te quiere.

Cuando Jisung se fue, Jeongin suspiró y empezó a caminar, pensando en lo ocurrido. En el por qué, en las razones del peli azul. Y por una parte, las entendía.

Jeongin solía ser una persona compasiva, le gustaba entender a la gente, y cuando se dió cuenta del temor y miedo que el chico tuvo todo este tiempo. Tomó una decisión.

Sabía que amar era difícil, fingir que no lo hacías, tener esa inseguridad y temer del rechazo. Alguien tímido e introvertido tenía todo el derecho de temer, lo comprendía. Le hubiera gustado que haya tomado valor antes, pero lo comprendía y le alegraba el hecho de que se lo dijo en la cara.


Minho se levantó de su cama cuando escuchó el timbre de su hogar sonar. Su cabeza dolía por lágrimas que había soltado esa misma tarde. Su cabeza estaba hecha un desastre y todo lo que podía hacero sentir mejor sería tener al menor con similitud a un zorro entre sus brazos. Abrió la puerta y lo que buscaba estaba frente a sus ojos. Tenía sus ojos temerosos, sus manos escondidas en su suéter, su pelo delicadamente peinado y sus labios, lindos como siempre.

— Minho. — El mismo estaba tan ensimismado en la belleza del contrario, en su simple e inesperada presencia. — Lee Minho.

— Jeongin-ah. — Dijo rápidamente al darse cuenta de su despiste.

— Quiero besarte ahora mismo. — Y con eso, el corazón de Minho se volvió loco. Sentía todas esas emociones juntas, esas emociones que la gente suele decir que siente solo cuando se enamorado de la persona correcta. Esas ganas de tomarla en un abrazo y mantenerla consigo para toda la vida, esas ganas de juntar sus belfos y aclarar que sus sentimientos eran más claros que nunca.

— Y yo también.

El menor avanzó un paso y tomando las mejillas del mayor, le dió un profundo beso, el cual fue correspondido de inmediato. De sus pechos florecían preciosas emociones, sus sentimientos estaban a flor de piel. Todo a su alrededor daba igual, solo se concentraba en como Minho se acercaba y con mucha delicadeza, posaba sus manos en su cintura. Sus labios encajaban y eso lo pudo considerar lo más precioso de todo este maldito mundo.

Al momento de separarse, Minho todavía tenía muchísimas preguntas en la cabeza, tenía todas las intenciones de hacerlas, de recibir una respuesta que le aclarara por fin, que hay entre ellos.

— Pensé que no te volvería a ver. — Dijo el mayor, todavía temiendo de que pasara. — ¿Por qué decidiste venir a verme?

— Porque te amo. — Soltó, sonriendo tímidamente. — Porque te entiendo y quiero entenderte más aún. Quisiera estar contigo y quererte tanto que mi corazón explote. Porque sé que tus emociones son tan fuertes que las reprimes, ¿Por qué no las compartimos?

— Me encantaría, Innie-ah. — Lo abrazó de la cintura y apoyó su cabeza en su cuello, aspirando ese bonito aroma que portaba el menor. Ese que extrañó tanto.

𝗠𝗮𝘁𝗵𝘀 𝗕𝗼𝗼𝗸 ; 𝗠𝗶𝗻𝗷𝗲𝗼𝗻𝗴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora