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No podía quitarse de la cabeza los ojos marrones que no dejaron de mirarla durante toda la noche, hasta que lo invitó a bailar.

Lo había visto al entrar a la discoteca, sin querer tenía algo memorizado la forma en que se movía y cómo le quedaban los trajes, así que al ver a un hombre subiendo las escaleras supo de inmediato que era Zacarías.

Pero no pensó que él también hubiese tenido algún tipo de interés, hasta que lo vio sentado junto a Héctor, sin apartar la vista de ella y como bailaba.

Katherine se colocó una almohada encima del rostro, necesitaba dejar de pensar que él la vio como algo más que otra chica más para llevar a la cama. Era obvio, un hombre rico, que está buenísimo, no podía haberse fijado en ella para algo diferente.

Tampoco era como que su invitación a bailar hubiese sido para algo diferente, pero a veces era difícil no fantasear como adolescente, a pesar de que sabía muy bien el no involucrarse con gente que no le convenía.

Las mañanas de un sábado era de los momentos más tranquilos que tenía, un café caliente con arepa y huevos, darse un baño después de organizar algo de la casa y luego sentarse en el colchón a leer cualquiera de los libros que se empezaban a apilar en una esquina de su habitación.

Esa mañana sería similar, en cuanto tuviese fuerzas para arrastrarse fuera de la cama, agradecía haber bebido una sola cerveza y no amanecer con un guayabo que la haría arrepentirse de existir, o de las decisiones de la noche anterior.

Aunque se arrepentía de haber invitado a bailar a ese hombre. ¿Quién se había creído para pensar que alguien que tenía el mismo nivel social que Lorena iba fijarse en ella? Lorena era su amiga porque habían ido a la misma universidad pública y ahí se desdibujaba un poco cuánto dinero tenían sus padres, eso y que era obvio que su amiga le gustaba el "no soy como otros".

Katherine la quería demasiado, lo suficiente como para que esa actitud fuese solo una molestia mínima.

Arrastró los pies por el mini pasillo, se vio brevemente en el espejo del baño, ojeras, cabello revuelto en muchos nudos que tardaría en desenredar y un pijama que consistía de un short y una camisa de tiras.

¿Qué si tenía frío? El suficiente, pero le gustaba, era una buena excusa para apenas pusiera a hacer el café devolverse por una de sus cobijas y envolverse mientras preparaba el desayuno.

Solo había un pequeño problema con su plan: esa mañana era su día de ir a mercar. Y no tenía ni fuerzas, ni ganas de desayunar solo un café con pan.

—Siempre está la panadería —se dijo.

Pero eso implicaba bañarse después del café, o antes del café. Y salir. Con sombrilla porque ya estaba lloviznando.

Se metió en la ducha antes de que su cerebro encontrara la forma de decirle que no, el agua caliente le quitó el frío de la mañana. Todavía tenía en la cabeza la música de la noche y estaba segura de no escuchar del todo bien, pero el único ruido que existía en su apartamento era el de la calle y ese, en días normales, también era un tanto lejano.

Decidió ponerse una sudadera negra y un suéter azul, tenis negros para no ensuciarlos demasiado entre la lluvia y mugre. También tomó una pequeña mochila que llevaba a todos lados cuando no debía verse "presentable".

Hizo su mejor esfuerzo por desenredarse el cabello ante el cansancio que quería consumirla y terminó atándolo en una cola alta.

La panadería quedaba en la esquina, tomó asiento en una de las mesas del interior y acomodó la sombrilla a sus pies, tomó nota de haberla dejado ahí. Era clienta regular, como casi todos los que gustaban de buen pan fresco en la zona, pero rara vez pasaba a desayunar.

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⏰ Last updated: Nov 10, 2022 ⏰

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El misterio del CuervoWhere stories live. Discover now