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Zacarías se quedó mirando unos segundos el reflejo en el espejo del baño, la música del exterior se escuchaba algo apagada y le daba tiempo de recomponerse un poco antes de volver a enfrentarse al mundo.

El hombre que le devolvía la mirada se parecía muy poco al Zac que alguna vez fue, pero eso eran acosas que no importaban ahora, esa vida pasada no tenía lugar en la nueva.

Se acomodó el cabello negro, revolviendolo para darse un look desenfadado que hacía ver más casual a sus pantalones azul oscuro y camisa gris, había dejado los últimos dos botones sin presionar, con toda la intención de seducir una que otra chica esa noche.

Empujó la puerta y el ruido lo envolvió de nuevo, las luces de colores, la música, la gente bailando y bebiendo.

Alguna vez se había prometido no volver nunca a una discoteca de esas, pero su nueva posición a veces requería que se encontrara con sus socios en ese tipo de ambientes. La mesa que tenían asignada estaba en la zona VIP, en un segundo piso desde el cual podía observar casi todo el lugar.

—¿Aguardiente? —preguntó uno de los hombres sentado en su mesa.

Negó.

Tomó de nuevo su sitio, junto a la baranda y se dedicó a observar la gente. Ya se había tomado dos cervezas y su aguante no era el mismo que antes, no cuando llegó a abusar de su cuerpo de tal manera que a veces el solo olor del vodka podía marearlo.

Abajo, había una mezcla entre la elite de la ciudad y ciudadanos comunes y corrientes, ahora podía reconocer a casi cualquiera solo de vista. Herederos a fortunas que solo pasaban unos días en Bogotá antes de volverse a otros países y otros que por "romper" el estereotipo se hacían cargo ya de parte de sus herencias.

Aunque verdaderamente no rompían mayor cosa, pero a él nunca lo verían diciendo tal cosa. No, ahora herederos y actuales magnates eran su círculo social.

—Lástima que Lorena siga empeñada en ese periodista fracasado —dijo Jhon, alzó una ceja —. Venga, no me digas que no has pensado en meterte con ella.

No pensaba mentir.

—Tiene un cargo importante en el área de marketing de su empresa —Ricardo se acercó a ellos —. Así que ni tan fracasado.

—Pero su sueño es ser periodista, de esos con noticias serias —río —. Seguro y solo está con ella por su posición.

—No vayas a actuar como si esa no fuese la razón por la que tu saliste con ella.

Jhon les dedicó una sonrisa llena de picardía.

—Y otras razones, por supuesto.

Zacarías no acompañó las risas de sus conocidos, la reputación que Lorena Camacho tenía entre esos hombres era una de la que prefería no tomar parte, ni mencionar. No si todos sabían lo que les convenía en caso de que su padre llegase a escuchar esas palabras.

Al lado de Lorena estaba Héctor, el hombre que llamaban "periodista fracasado", y junto a ellos acababa de llegar la mujer que vio en la mañana. No recordaba su nombre, pero era imposible confundir el cabello crespo que flotaba hasta su cintura y el cuerpo que acompañaba.

Asintió y negó a cosas de las que iban hablando los hombres a su alrededor; su vista seguía sin despegarse a esa chica, la vio pedir una botella de agua, hacerse lugar al lado de Lorena y empezar a moverse un poco al ritmo de la música, quizás intentando hacer que uno de sus dos amigos la acompañara a bailar.

—¿Creen que el negocio con los Tamayo va a salir bien? —El leve tono de preocupación en la voz de Ricardo lo sacó de su ensimismamiento.

—¿Por qué debería salir mal? —preguntó, todos se quedaron en silencio —. ¿Alguno aquí tiene dudas respecto a la forma en que manejo los negocios?

El misterio del CuervoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora