Capítulo 43: volvió

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―Es bueno saberlo...―respondí y me coloqué un mechón de pelo (ya rubio) detrás de la oreja.

―Temía que pensaras eso debido a mi explicable ausencia las últimas semanas...―Hizo una pausa, y mirando hacia un punto fijo detrás de mí frunció el ceño―. Por lo que veo hablaste con Hathor. Te dijo lo que me está pasando―. Ladeó la cabeza, ahora con la cara relajada.

― Sí―dije tímidamente―. Vino a preguntarme si había pasado algo entre nosotros y se me escapó lo que bueno... em... sucedió la... otra vez―me recosté boca arriba en la cama y cerré los ojos con fuerza.

―Sí, ya veo. Y te puedo confirmar que tiene razón—suspiró—. Te he contado cosas fantásticas de nosotros, del planeta, pero recuerda que no somos los más evolucionados, y a veces, pueden suceder...cosas inesperadas―sonrió.—El beso que nos dimos fue un tesoro para mí, Zhelig, pero no es algo normal, como bien te dijo Hathor. Así que...sí, me tomé mi tiempo para poder procesarlo bien.

Un tesoro. Nuestro beso había sido un tesoro. Mi corazón casi se sale del pecho.

Sonreí. Estaba contenta de que me lo pudiera decir personalmente. Y también me alegraba, aunque no lo iba a admitir, que tengamos procesos parecidos y que él no sea un santo, porque si no hubiese sido todo mucho más incómodo.

Aunque me intrigaba muchísimo cuál había sido el resultado de su proceso. Por qué me había besado, cómo lo siente ahora...Pero no lo iba a presionar. De hecho, yo tampoco había mencionado nada, pero no hacía falta: seguro había entrado en mi mente y lo había averiguado.

Realmente deseaba tener sus habilidades ahora.

―Zhelig...yo...—siguió diciendo—. Para que sepas, en este momento, estoy bloqueando la total entrada a tu mente. Has visto y verás más cosas que nos podrían poner en peligro si alguien accede a ellas.

―Bueno... ¿pero eso significa que tu tampoco puedes entrar?

Asintió con la cabeza.

Me relajé. Por fin, tenía un poco de privacidad.

—Más adelante aprenderás tú solita a ponerte protecciones, pero por ahora con las mías basta.

Nos quedamos en silencio unos minutos y Horus se acostó al lado mío. Miramos al brillante techo de estrellas sin decir nada; el silencio era cómodo.

― ¿Estás asustada?

Giré la cabeza hacia su lado.

― ¿Por qué?

―Por ir a entrenar a Khracira.

Cerré los ojos y enderecé la cabeza. ¿Estaba asustada? Creía que no. Pero si me lo ponía a pensar con profundidad, tomando muy en serio el tema y no viéndolo como algo lejano, sino como algo que podía suceder la semana que viene, en el fondo, la respuesta era que sí, tenía miedo. Mucho.

―Sí, la verdad que sí―respondí abriendo los ojos y volviendo a girar la cabeza en su dirección, a la cual esta vez acompañé con el cuerpo. ―Voy a tener que conocer todo sobre ustedes...sobre mí. Voy a tener que aprender a controlar mis habilidades y a manejarme en otro mundo. Es aterrador.

Guardó silencio unos instantes y luego se puso en la misma posición que yo.

―Sí, no va a ser nada fácil, no te voy a mentir―respondió―. Pero allá también vas a tener a un montón de gente que te va a apoyar y ayudar. Yo voy a estar ahí para ti. Te lo prometo.

Su promesa me enterneció e hizo que mi corazón se llenara de amor.

—Esta bien—murmuré y lo miré a los ojos. Hoy estaban como las estrellas: brillantes y profundos.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora