11. SKYE

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Al parecer aquel chico no tenía problema alguno con las muestras de afecto. Yo, al contrario que él, odiaba que alguien me tocase. También, cabe destacar que estaba más pedo de lo que parecía a simple vista.

Normalmente no me sentiría responsable de un cliente que iba pasado de vueltas, pero algo en este chico tiraba mi lado protector. En un día normal, le habría pedido otro taxi y me habría asegurado que no se bajase y listo, pero al final decidí encargarme personalmente.

Puesto que en unas horas debía levantarme no lo demoré mucho esta vez volví a escribir a mi amigo Louis para que nos llevara al hotel. Mientras esperaba a Louis, escribí a Danny para que, al salir del curro, recogiese mi moto.

Louis no tardó mucho en llegar y al recogernos, me aseguré de que el colega subiera y se quedara en el coche, pero eso no fue muy complicado, pues seguía pegado a mí como una lapa.

Louis nos llevó al hotel en menos de lo que nos hubiese llevado un taxista normal, y no te cobraba un ojo de la cara por una carrera. Por eso éramos tan buenos amigos.

Al llegar al hotel, como puede agarré al chico y lo conduje hasta el interior. Mientras lo hacía me di cuenta de que había más prensa de la habitual en la puerta del hotel y algunas niñas aguardando al famosillo de turno. El colega enterró más su cara en mi cuello mientras nos adentrábamos en el hotel.

Una vez dentro le dije:

           - Amigo, ¿eres capaz de llegar por ti mismo a tú habitación?

         - Dijiste que me llevarías a casa – dijo desde mi cuello.

         - Eso he hecho. Estamos en tú hotel – dije moviendo mi hombro para que sacara su cabeza de mi cuello.

         - No duermo en el hall del hotel... duermo en la suite.

         - Vale amigo... Dónde está tú llave – dije mientras llegamos a los ascensores.

         - Creo que la tengo por aquí... – dijo rebuscando entre los bolsillos de su chaqueta. – No la encuentro...

        - Deja ya te ayudo – dije ayudándole a entrar a los ascensores. 

Rebusqué entre los bolsillos de su chaqueta, pero no había ni rastro de ella, así que me tocó buscar en los bolsillos de los pantalones. Ayudé al amigo a apoyarse contra el ascensor e hice que me mirase mientras le decía:

            - Amigo, la tarjeta no aparece por ningún lado, voy a tener que buscar en los bolsillos de tus pantalones, ¿estás conforme?

            - Síii... Como gustes preciosa – dijo acariciando mi pelo.

           - Valeeee – dije mientras hurgaba en sus bolsillos.

Al final la encontré dentro de su cartera, no tuve problemas para llevarlo hasta su planta y lo arrastré hasta su habitación. Al fin y al cabo, cuando alguien te dice que se hospeda en la suite, no es precisamente en una suite cualquiera. Sino la suite principal, y viendo la pasta gansa que había gastado en dos días no dudaba que se hospedara allí.

Lo que realmente mecostó fue adivinar cuál de las diez habitaciones era la suya. Para cuando laencontré estaba reventada del todo, pero, aun así, abrí la cama me aseguré de que quedara sentado en la cama mientras le quitaba la chaqueta e intentaba acomodarle, pero apenas tuve tiempo de quitarle la chaqueta antes de que se dejase caer en la cama. Aunque igualmente me aseguré de quitarle los zapatos y sacar todas sus pertenencias de los bolsillos y dejarlas en su mesilla. Antes de irme le puse de lado por si vomitaba y le abrigué con las mantas para evitar que se enfriase. Iba a garabatearle una nota cuando me cogió de la mano y tiró de mí en su dirección. Me sorprendió tanto el gesto, que junto con lo cansada que estaba acabé en su cama.

Intenté ponerme en pie, pero el chico a pesar de que parecía ser más bien delgaducho, ahora mismo parecía pesar una tonelada.

No sé si fue solo eso o si a eso se sumó mi cansancio y mi buena fe de no apartarlo de un puñetazo, pero al final acabé quedándome allí estirada esperando a que él se moviese voluntariamente en algún momento.

 **

No recuerdo en qué momento me quedé dormida, pero me desperté con el sonido de mi alarma sonado en algún lugar de mis pantalones y alguien gruñendo en mi oído mientras me abrazaban con fuerza desde atrás. Como pude me las apañé para apagar la alarma. Medio desorientada todavía, observé todo a mi alrededor y me di cuenta de donde estaba. Con cuidado me intenté levantar sin despertar al chico, pero realmente me abrazaba como si fuese su osito de peluche.

Yo realmente necesitaba ponerme en pie y correr si quería llegar a tiempo a la lonja, con cuidado intenté zafarme de su agarre, pero lo único que conseguí fue que abrazara con más fuerza y enterrara más su cara en mi cuello. Viendo que a las buenas no conseguía nada, decidí jugármela y jugar con fuego. Así que como pude me di la vuelta y quedé cara a cara con el chico; este murmuraba algo inteligible, pero parecía tan apacible en su sueño... que, por un monto, un precioso instante; dudé de lo que iba a hacer. Pero en el fondo sabía que no podía permitirme ese momento de duda, pues a final de mes necesitaba pagar mis deudas y que lo que sería un momento de debilidad sin consecuencias para él, sería un momento de ruina para mí. Así que sin dudarlo posé mis labios en su cuello, no pensé que funcionara a la primera, pero escucharlo murmurar me dio un poco más de confianza para darle un segundo beso en el cuello. Este segundo beso hizo que se removiese en la cama y abrazase la almohada mientras gruñía y murmuraba cosas inconexas. Por suerte para mí eso hizo que me liberara, así que aproveché el momento y sin tentar a mi suerte, me levanté.

Bueno, levantarse es una palabra muy digna, para lo que en realidad pasó. Porque ni si quiera tengo palabras para describir cómo me puse en pie, salvo, quizás hacer la croqueta. Porque eso es lo que hice; rodar para salir de la cama. Intenté frenar antes de caer de la cama, como solía hacer en casa, pero no salió bien. Esta no era mi cama y obviamente acabé rodando al suelo. Solo mi suerte...

Como pude me incorporé y me puse las bambas que en algún momento pateé fuera de la cama. Suerte tenía que casi nunca llevaba maquillaje, porque de lo contrario, habría llevado la cara como un panda.

Después de calzarme los zapatos, contemplé al amigo dormido y por piedad volví a taparlo, bendito fuera él que podía seguir durmiendo. Antes de irme le di un último vistazo y al final, decidí dejarle una nota. Al menos que supiera que nadie le había robado, creo que era lo mínimo que podía hacer.

Estaba acabando de dejar la nota cuando su mano agarró mi muñeca y un muy somnoliento amigo dijo:

            - No te vayas todavía... quédate un poco más... 

No pude evitar reírme por lo bajinis y al final dije:

           - Lo siento amigo, pero tengo que volver a trabajar al mundo real.

           - ¡QÚEDATE HE DICHO! 

Me hizo mucha gracia la energía y la vehemencia con la que lo dijo pese a estar dormido. Era más una orden que una petición, pero por suerte para él estaba de buenas, así que, con cuidado, me incliné y apartándole el pelo de la cara le susurré al oído:

          - En tus sueños. Solo en tus sueños. 

Acto seguido le di un beso en la frente y con cuidado me deshice de su agarre.

Salí de aquella suite como alma que llevaba al diablo, y me las ingenié para sortear a los guardias, pero para ello tuve que usar las condenadas escaleras. Y dejadme decir una cosa, bajar veinticuatro plantas andando no es plato de buen gusto de buena mañana, bueno, en ningún momento es plato de buen gusto; pero lo es menos cuando vas con el pito en el culo para llegar a tu trabajo. Por suerte para mi Danny dejó mi moto al otro lado del hotel, así que solo tuve que cruzar la calle, para subirme a mi vehículo y comenzar el día.  

Con dos FogonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora