―Sigue, ¡vamos! ¡Demuestra lo hombre que eres y lo que vales por ti mismo!

―Me estás cabreando. ―Simón empezó a boxear contra las manos de Richard. Este lo esquivaba en ocasiones y lo golpeaba al azar.

―Me sigues pareciendo un blandengue. ¿No ibas de duro? ¿No te gusta pegarle a tu hermana por puta?

―¡Cabrón! ―chilló Simón y su furia se manifestó en la potencia de sus puñetazos.

―Así que tienes un punto débil, ¡eh! ¿Qué pasa? ¿No soportas que tu hermana sea mejor que tú? ¿Te molesta que sea una trabajadora y tú, un puto vago?

―¡Hijo de puta! ¡Eres un cabrón!

―¡Eso es! ¡Sácalo todo! ¡Niñato mantenido de mierda! ¿Disfrutas explotando a tu hermana? ¿Es eso? ¿Te divierte humillarla aunque se desviva por cuidarte? ¡Eres un malagradecido del carajo!

―¡Cállate! ―Simón arremetía con rabia, como un ciclón.

―¿Qué? ¿Me vas a callar tú? ¿Qué hará un muchachejo que pega a su hermana? ¿Es que me equivoco? ¡Maldito maltratador y aprovechado!

―¡Para, hijo de puta! ―Los ojos de Simón, humedecidos, resplandecieron.

―¡Eres la vergüenza de tu familia! ¿Qué dirían tus padres, que criaron a un desarmado, a un vago de mierda? ¿Tal vez a un abusador que maltrata a su hermana? ¿Es que te ha importado tu hermana alguna vez? ¡Puto parásito! Estarías mejor sin ella, ¡¿eh?! ¡Sanguijuela de mierda! ¿Te preocupas por ella alguna vez como hace ella contigo? No, seguro que no. ¡Los mierdecillas como tú solo tenéis tiempo para sí mismos! ―Richard lo hostigaba con palabras y bofetadas aleatorias. Sabía que Simón estaba a punto de explotar―. Hoy se podía haber cumplido tu sueño, miserable rata. ¿Sabías que encañonaron a tu hermana? La iban a violar y le iban a volar la cabeza. Eso es lo que te hubiera gustado para tu hermana la puta, ¡¿no?! ¡Pedazo de escoria!

―¡No! ¡No! ¡Basta! ¡Basta! Por favor... ―suplicó Simón al estallar en lágrimas. El muchacho bajó la guardia y se derrumbó en el suelo―. Quiero a mi hermana. ¡La quiero! ―confesó entre sollozos.

―¿Y por qué cojones le demuestras lo contrario? ―Richard se sentó a su lado.

―Porque... Porque... ―Simón tenía dificultades para expresar sus sentimientos, pero el momento de debilidad lo ayudó a abrirse―. ¡Porque tengo miedo de perderla! ¡No quiero perderla como a nuestros padres!

―¿Y no crees que estás haciendo lo contrario, que la estás alejando de ti comportándote como te comportas?

―No quiero comprometerme con nada porque luego todo desaparece. ¡Eso pasó con mis padres! ¡Se fueron! ―se lamentaba Simón.

―¿Y pagas tu sentimiento egoísta con Elisa?

―¡Ella no merece un hermano como yo! ¿Crees que no lo sé? Me convertí en su carga cuando nuestros padres murieron. ¡Mi pobre hermana! Tenía que trabajar y estudiar para mantenernos. ¡Yo era un puto crío que no podía hacer nada por ella! Mi hermana estuvo pendiente de mí todo el tiempo. Me cuidó. Se aseguró de que no me faltara de nada. ¡Joder! La quiero, ¡no quería ser una carga para ella!

―Eres un idiota, Simón. Nunca fuiste una carga para tu hermana. Te cuidó porque te quiere. Pero no supiste valorar su amor. ¿En qué crees que te has convertido? ¿Crees que con esa actitud le demuestras tu gratitud y tu amor por ella?

―¡Debí saltar del puente hace mucho!

―Y entonces la hubieras destrozado por completo. Si de verdad quieres a tu hermana, debes renunciar a esos sentimientos egoístas y pensar en ella. Nunca es tarde para cambiar. Solo tú tienes el poder para decidir quién quieres ser y cómo quieres tratar a los demás. Eres todo para tu hermana y quiero pensar que ella es todo para ti. Sois familia, solo os tenéis el uno al otro. Aprende a vivir aceptando las desgracias que ocurren como la muerte de tus padres, y aprende a vivir con intensidad, a darle vida a cada segundo. Si tú cambias, crearás un cambio a tu alrededor. Ahora mismo, el único hombre del que depende la felicidad de tu hermana eres tú.

Evan 1. Renacer © [En proceso de edición]Where stories live. Discover now