Tom se mantuvo con la vista en el suelo durante el tiempo que duró su discurso, sin embargo, sus manos y sus expresiones faciales demostraban la urgencia de expresar aquello en voz alta. Su voz era rápida, empero a veces era lenta y tímida. Realizó unos cuantos ademanes para ilustrar el énfasis en ciertas palabras. No estaba al tanto de sí el resultado fue idéntico a como lo ensayó cuando se encontraba en completa soledad, pero esperaba que el resultado no fuera un caos.

Durante unos cuantos minutos, que equivalían a un siglo por cada sesenta segundos que transcurrían, Ann se quedó paralizada, pues nunca esperó que Tom declarara sus sentimientos hacia ella, mucho menos al medio día de un cuatro de julio, aunque, cabe aclarar que era justo lo que necesitaba. La certeza de que había algo allí entre ellos dos. Que los sentimientos eran mutuos y ahora tenía la seguridad de que no se trataba de ilusiones suyas. Finalmente, no quiso torturar más al actor y le dio una respuesta.

—Tom... la verdad es que no soy muy buena con esto de las declaraciones, y sé que me quedaré corta a lado tuyo. Pero quiero decirte que me gustaste desde que nos conocimos en esa fiesta de bienvenida. —Ann llevó las manos al collar que Tom le regaló y comenzó a juguetear con él—. Ah... no te lo había dicho porque... no lo sé. —ella se encogió de hombros—. No sabía si yo te gustaba o si tan solo tenías novia y no me atrevería a preguntarte; tenía miedo o no encontraba el momento adecuado o no quería incomodarte si es que tú no sentías lo mismo. Eso es. Me gustas. ¿Qué dices?

Ann llevó la vista hacia Tom, quien la contempló con ojos asombrados, sus labios se encontraban ligeramente separados y sus cejas elevadas, posteriormente parpadeó un par de veces y recobró la cordura, obligándose a volver a la realidad al mismo tiempo que soltó una risita nerviosa.

—Primero deberíamos conocernos más a fondo... bueno, a mí me gustaría iniciar una relación contigo, pero quiero conocerte Ann, dame la oportunidad de entrar en tu vida para conocer quién eres.

—Yo también quiero conocerte a fondo y después... ya veremos qué pasa. —contestó Ann con introversión, dándole un poco de suspenso a su tono de voz.

—No sabía que te gustaba.

—¿Hablas en serio? Creí que era muy obvia. ¿Acaso no notabas mis señales?

—¿Me enviaste señales? —cuestionó Tom, elevando las cejas y tratando de recordar en qué momento Ann le envió una especie de código romántico.

—¡Tom! —ella elevó la vista hacia arriba y se recargó en el respaldo del sillón—. Te he estado invitando a salir conmigo, te regalé una bufanda y los chistes que te contaba no fueron en vano, créeme, no soy buena contando chistes, pero hago mi mejor esfuerzo. —aclaró Ann entre carcajadas.

—Pensé que hacías eso porque querías ser cordial, darme la bienvenida, aceptarme en el trabajo. —Tom parpadeó unas cuantas veces y se llevó las manos a la cabeza.

—Oye, si una chica te invita directamente a salir, puede ser por varias razones, pero una de ellas es porque le gustas, debes de estar atento. —sentenció Ann como si le estuviera dando una clase a Tom para que en un futuro pudiera entender las señales.

—Vaya... ¿entonces, si yo no te gustara, no hubieras hecho ninguna de estas cosas? —preguntó Tom volteando en dirección hacia Ann.

—No, no lo hubiera hecho. Así es como funciona para mí, por ejemplo: cuando me gusta una persona, acepto sus salidas, pero también soy yo la que hace planes y me gusta regalar cosas; pero si no me llama la atención, lo más probable es que ni siquiera acepte salir con esa persona.

—Qué bueno que lo dejaste en claro. —contestó Tom soltando su peculiar risa.

—¿Por qué no me lo habías dicho? Digo, no es por ofenderte ni nada de eso, pero realmente no me diste ninguna señal, o bueno, creí que lo del collar podía indicar que entre tú y yo comenzaba algo.

𝐓𝐨𝐝𝐨 𝖬𝗎𝗒 𝐵𝑖𝑒𝑛Where stories live. Discover now