PRÓLOGO

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00.

Sábado, 31 de Octubre de 1998


El amor es incomprensible, confuso, todos nos llegamos a confundir en el sentido del amor. Nadie nace sabiendo, aprendemos con el tiempo, pero ¿De que sirve aprender si aún cometemos el mismo error del que se supone que ya aprendimos?


Después de todo, para un joven de 17 años los errores de la vida solo son no lograr aprender a fumar bien o elegir a la persona incorrecta en el amor, ¿complicado no? Bueno, para él no era sencillo estar en un país que no conocía desde hace 10 meses sin amigos, ni con alguien para hablar.

-Bueno jóvenes, disfruten su Halloween, pidan dulces o miren películas que jamás podrán volver a ver del miedo, la clase ha terminado - dijo la señora ya de una edad mayor antes de salir del salón de clases.

Los sábados la mayoría de los jóvenes recibieron clases de apoyo, al parecer a todos les fue mal en los meses anteriores de escuela.

El pelinegro solo observo como todos celebraban y hacian un desastre en sus pupitres solo por que la escuela al fin habia terminado. No podía negar que odiaba el desastre o los ruidos muy fuertes, pero tampoco negaba el hecho de que ya quería ir a casa con su madre mientras ven como los niños más pequeños se disfrazan y piden dulces, esas eran las cosas que más le gustaban a Lee Felix, el nuevo extranjero sin amigos de su salón.

Cuando se levanto de su silla y volteo a ver a los lados solo por curiosidad, no pudo evitar cruzar miradas con un rubio de cabello largo y brillante, al parecer este le había seguido con la mirada al levantarse de su asiento.

Al notar su presencia, giró la cabeza hacia otro lado para evitar un próximo momento incómodo y salió del aula para acercarse a la salida mientras veía como todos salían emocionados como si se tratará de una película.

La única vez que el se emocionaría por estar en la escuela sería por saber que las clases se cancelaban, odiaba ir ahí. Y no solo por el hecho de que le costaba socializar con personas claramente diferenciadas de raza, edad y estabilidad económica, porque si, eso importaba en 1998.

Salió del dicho lugar y se encontró con un montón de niños pequeños con disfraces de brujas o fantasmas, suponía que eran los más sencillos y fáciles de encontrar.

Cuando al fin entro en razón, volteo a ver a la parada de autobús la cual ya tenía uno cerrando sus puertas para dejar a los estudiantes a sus respectivos hogares o pueblos. Abrió sus ojos como platos e intento correr lo más rápido que pudo sin intentar tropezarse y caer, lo cual fue inútil ya que el transporte que lo llevaría a casa ya estaba yendo a hogares adornados con calabazas y padres entusiasmados con ver a sus hijos, o al menos eso es lo que se decía en las películas y libros de familias felices.

Felix maldijo mientras llevaba su dedo índice y pulgar a el puente de su nariz para después chasquear con la lengua y buscar la cabina de teléfono más cercana para llamar a su madre diciéndole que llegaría tarde, de nuevo.

Con la mirada en alto intento localizar una dicha cabina, aun que no lo creía posible porque; ¿Quién pone un teléfono en medio de la ciudad?

Creía que nadie, hasta que vio una cabina roja desocupada en la esquina de una tienda de música, no iba a dejar que alguien se la quitara.

Pero

Corrió para después mirar a los lados y cruzar la calle,

No notó

Estaba a nada de alcanzar la puerta de la cabina.

Que alguien iba en la misma dirección con el mismo objetivo.

UN TELÉFONO EN MEDIO DE LA CIUDAD. (Hyunlix)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora