Capítulo 18

172 21 10
                                    




—¿Dani? —dije nada más entrar en la habitación. Absurdo, obviamente. Estaba claro que algo malo había pasado. Otra vez. Lo notaba en mi pecho. Lo notaba en la boca del estómago.

Me acerqué con cautela a la cama, y en el suelo vi varias de sus cartas del tarot. Y la única dada la vuelta era la de La Muerte. Me di la vuelta y vi que la luz del baño estaba encendida. A lo mejor estaba ahí dentro, y solo había sido un accidente. O a lo mejor estaba mal y tenía que llamar a la enfermera. Así que, decidido, entré en el baño pero ahí tampoco había nadie... salvo el espejo roto en mil pedazos, con trozos de cristal en el suelo, desperdigados. Y, en varios de ellos, gotas de sangre.

—¡DANI! —chillé.

Salí a toda velocidad de la habitación para encontrarme el pasillo totalmente a oscuras, salvo por unas luces de emergencia. Estaba completamente desierto. No había nadie. Ni enfermeras, ni enfermeros. Nada. Qué raro.

—¿Hola? —y entonces pensé que sería un nuevo sueño. Uno más. De esos que tan reales me parecían. Tenía que serlo —. Venga, Leo. Despierta. Esto es un sueño. No es real.

Empecé a pestañear continuamente, a sacudir la cabeza, e incluso me pegué un par de tortas en la cara, porque tampoco sé cómo despertar de un sueño cuando quieres. Pero no pasó nada. Seguía allí. En ese pasillo tétrico y oscuro, con la habitación de Dani vacía. Ya no había duda. Lo que estaba pasando era real, y alguien se había llevado a Dani.

Salí al pasillo decidido y miré hacia ambos lados. Las luces de emergencia rojizas le daban a todo un aspecto aún más siniestro. Hacia un lado estaba la recepción y más habitaciones. Hacia el otro, el final del pasillo, con una salida de emergencia, otras pocas habitaciones y... espera... al final del pasillo había un hombre. Un hombre que me miraba fijamente. O eso creo, porque no podía verle bien la cara.

—¡EH! ¡TÚ! —le grité, porque al parecer ahora soy un valiente de cojones.

Pero el hombre ni se inmutó. Estaba solo. ¿Sería un celador? ¿O el responsable de lo que fuera que le había pasado a Dani?

—¡VOY A LLAMAR A LA POLICÍA! —grité aún más alto. Solo esperaba que alguien me escuchara. El hombre no respondió y dio un paso hacia delante, hacia mí. El paso resonó en el pasillo. Llevaba botas negras y pesadas. Di un respingo y un paso hacia atrás.

Las luces de emergencia seguían parpadeando, con ese tono rojizo tan infernal. Y el hombre dio un segundo paso hacia mí. Al hacerlo, me di cuenta que tenía un brazo escondido tras la espalda. Lo empezó a descubrir lentamente y dejó al descubierto un hacha como las de los bomberos.

—¡E-E-E-ESTOY LLAMANDO A LA POLICÍA! —chillé, desesperado. Saqué el teléfono móvil de mi bolsillo para desbloquearlo, pero no me reconocía. No me dejaba. Estaba demasiado nervioso incluso para poner el código. Y empecé a escuchar un chirrido cada vez más estridente. Miré de nuevo hacia delante y vi que el hombre se acercaba hacia mí, arrastrando el hacha por el suelo —. ¡Qué has hecho con Dani! ¡Qué has hecho con-con mi amigo!

El hombre volvió a detenerse y pude ver su cara. Tenía los ojos y la boca cosida con un hilo negro cruzado. Giró su cabeza hacia un lado, como examinándome. Pero eso era imposible. No-no podía verme... ¿no? Los dos nos quedamos inmóviles en medio del pasillo, esperando al movimiento del otro. Di un nuevo paso hacia atrás y, en cuanto me moví, el hombre agarró el hacha con las dos manos y echó a correr hacia mí.

—¡NO! —grité y me di la vuelta, corriendo como en mi vida para huir de él —. ¡AYUDA! ¡ALGUIEN! ¡POR FAVOR!

Pero no había nadie. Ni un alma. Corrí y corrí, pero escuchaba sus pasos detrás de mí, como los de un gigante dispuesto a aplastarme. Pasé junto a recepción y pensé en detenerme y ver si había alguien, pero no me dio tiempo. Resbalé de la manera más tonta y caí de golpe contra mi hombro izquierdo. Escuché un crujido y supuse que me lo habría dislocado.

Bajo la lluvia (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora