Capítulo 10

254 40 34
                                    




—Creo que vienen hacia nosotros —dijo Dani, algo nervioso. Normal. Que la policía quiera hablar contigo nunca es buena señal, y es normal ponerse un poco bastante nervioso.

    —Sí. Mierda. Pensé que me dejarían un rato en paz.

    —Ah, pero ¿les conoces? —me preguntó Dani, confuso.

    —Bueno, hemos tenido un pequeño encontronazo esta mañana. A ver, normal. En los últimos 3 días ha habido 3 asesinatos... y yo he estado en dos de ellos. Y también fui a ver a Sam, que fue una de las supervivientes. Es decir...

    —Sí, un poco sospechoso pareces.

    —¡Gracias! —le respondí, irónicamente. Era absurdo hacer como que no les habíamos visto o echar a correr. Venían directos hacia nosotros y teníamos pocas posibilidades de huir así que frené en seco en medio de la calle, sin dejar de coger el brazo de Dani, y esperamos a que llegaran a nuestra altura.

    —¿Ya tienen la orden? —pregunté, más chulo que nunca. La agente me miró, suspicaz, pero sonrió. Parece que no venían con ganas de pelea.

    —Por favor, Castro, relájate con nosotros. No queremos más que esclarecer todo lo que está pasando.

    —Acusándome a mí de asesino, ¿no? —mascullé. Los dos policías se miraron, descolocados.

    —Nadie está acusando a nadie de nada —dijo la agente —. Solo queremos saber qué está pasando. Quizá necesites protección, Leo. —Supongo que pensó que llamarme por mi nombre haría que me calmara.

    —Yo no necesito protección. Lo necesitaban las personas que han muerto —espeté —. Quim era el que necesitaba protección, no yo.

    —No queremos presionarte, Leo —insistió la agente —. Pero nos ayudaría mucho que vinieras a hablar con nosotros. Por favor.

    No me apetecía revivir de nuevo lo que pasó con Quim, y no quería tener la sensación de que me acusaban de haber hecho algo que no había hecho, pero acabé aceptando. Con un movimiento de cabeza, les dije que sí, y la agente sonrió, dame una tarjeta con su número personal.

    —Llámame esta tarde, por favor. Y hablemos.

    —¿Esta tarde?

    —Sí. Vamos a vigilar los alrededores del puente.

    —¿Los dos? —pregunté, asustado.

    —Sí.   

    —Creo que deberíais pedir más agentes... —sugerí, y esas palabras hicieron que el agente me mirara suspicaz.

    —¿Y eso por qué?

    —Oye, Leo. ¿No es ese tu padre? —dijo Dani de repente, como mirando hacia lo lejos —. ¡Sí, creo que sí! ¡Venga, que no llegamos! Si nos disculpan sus señorías...

    Dani tiró de mí, que no estaba entendiendo nada de lo que estaba pasando y, haciendo un leve gesto con la cabeza, se despidió de los policías. Nos alejamos a toda velocidad mientras la agente no dejaba de mirarme hasta que desaparecimos bajo la lluvia. ¿Qué pretendía Dani? ¿Por qué había hecho eso?

    —Uf, ya estamos lejos —dijo al fin.

    —¿Por qué has hecho eso?

    —Porque te estabas metiendo en un jardín. ¿Cómo pensabas explicarles lo del fantasma que solo mata a la gente que va en parejas? ¿Qué razón ibas a darles para que no fueran los dos solos al puente?

    —¡Pero si van solos, uno de los dos morirá!

    —Son policías. Tienen pistolas y eso, ¿no?

Bajo la lluvia (en pausa)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora