》𝐓𝐫𝐞𝐜𝐞《

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 →𝐒𝐞𝐯𝐢𝐥𝐥𝐚, 𝐄𝐬𝐩𝐚ñ𝐚. 𝟓 𝐝𝐞 𝐌𝐚𝐲𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟐.

—Edén...

—No, déjame hablar —cogió aire—. Por favor —Héctor suspiró, agarró su mano y asintió con su cabeza—. ¿Recuerdas que te dije que no me hablaba con mi hermana?

—Sí.

—Bueno, pues... Joder, qué difícil —tragó saliva, estaba realmente nerviosa—. Desde que tengo uso de razón, Claudia me ha tratado mal. Siempre ha sido así. El caso es que yo no tuve una infancia fácil. Mi padre era alcohólico, y nos tenía a todos amargados. A mí nunca llegó a ponerme la mano encima, ni a mí ni a mi hermana, pero a mi madre... —se le cortó la voz al recordarla—. La pobre se llevaba unas palizas horribles. Cuando mi padre volvía del bar era mejor esconderse. De hecho mi madre nos encerraba en nuestras habitaciones para que no nos tocase. Yo he escuchado los puñetazos, las patadas, los "no sirves para nada" "tendría que matarte" y muchas cosas más que no quiero volver a decir. Según Claudia, no me puede ni ver porque yo soy producto de una violación. Una de tantas noches que mi padre vino borracho, abusó de mi madre, con tan mala suerte, que se quedó embarazada de mi. Cosa que no entiendo, porque es imposible que se acuerde de eso ya que tenía dos años, es que es imposible. Nos enteramos de eso un día que mi tía se lo dijo a mi madre. Mi teoría es que me odia, porque cuando nací yo, ella pasó a ser la hermana mediana.

—¿Como que mediana? ¿Sois más hermanos?

—Lucas era el mayor, y con diferencia el que más me quería en esa casa junto a mi madre. Me llevaba seis años con él. Y por su parte si hubiese entendido un odio irracional por lo de la violación de mi madre. Era gentil, gracioso, se preocupaba más por lo demás que por sí mismo... El caso es que los tres tuvimos que ver y vivir algo espantoso. Nosotros vimos cómo nuestro padre, en una de las palizas que le daba a nuestra madre, la mató —Héctor notó cómo hasta la última gota de su sangre se congelaba—. En ese momento yo tenía diecisiete años, Claudia acababa de cumplir los diecinueve, y Lucas veintitrés. Esa misma noche, también vimos cómo nuestro padre se suicidaba porque decía que no quería ir a la cárcel por culpa de una puta como ella, y mucho menos hacerse cargo de unos hijos que él nunca había querido —Bellerín se percató de las lágrimas que resbalaban por las mejillas de Edén, así que las secó con su pulgar—. Se cortó la garganta. Nosotros fuimos directamente hacia donde estaba nuestra madre; estaba llena de heridas y moratones, fue horrible verla así. Lo peor era que seguía viva, pero lo último que nos dijo era que lo sentía.

—Edén...

—¿Te has fijado en que he estado hablando de mi hermano en pasado? —el catalán asintió con su cabeza—. Un mes después del entierro de mi madre, porque a mi padre le incineramos, Lucas se quitó la vida ahorcándose. Me quedé sola, con la que más me odiaba de toda mi familia, y encima a su cargo. A mi me diagnosticaron ansiedad, y a ella le dio exactamente igual, por lo que ahí empezaron todas las malas decisiones de mi vida. Empecé con los porros, no le veía nada malo porque me relajaba y me ayudaba a calmarme; pero cada vez iba a más. Sobretodo mi gran problema era la cocaína. Cuando salía de fiesta y me ofrecían, siempre decía que sí, porque me sentía tan bien conmigo misma que me olvidaba de todo. Hasta que mi cuerpo dijo que ya era suficiente. Me dio una sobredosis moderada que fue posible tratarla a tiempo, Noa y Gala se pasaron la noche entera en el hospital esperando para recibir noticias mías, por lo que cuando les dijeron que estaba a salvo y fuera de peligro, hablaron conmigo y entré en un centro de rehabilitación. Esa noche era el aniversario de la muerte de mi madre, hacía tres años que se murió, y cuando fue la fecha de la muerte de Lucas casi me descontrolé, pero ellas me frenaron. Y por eso he bebido tanto esta noche, porque no quería ser consciente de lo que pasaba a mi alrededor. Cuando estaba en rehabilitación me daban una pastilla para dormir, y ni siquiera me enteraba de que era el día.

—Cinco de Mayo —Edén, con vergüenza, asintió—. Por eso no quisiste contarme nada de tu hermana en mi casa.

—Pienso que es culpa mía el no hablarnos, por empezar a drogarme y por haber nacido básicamente, siempre me he culpado por eso. De hecho siempre me decía que por mi culpa, mi madre sufría, y...

—No, no, no —Héctor la abrazó, con cuidado de no hacerle daño—. Tú no tienes la culpa de nada, quítate esa idea de la cabeza. ¿Algo desafortunado? Sí, pero tú no tienes la culpa de que tu padre fuera un hijo de puta y para rematar un cobarde. ¿Pero tú? Tú eres luz, Edén. ¿Tu hermana sabe todo el proceso que has pasado acaso?

—El día que entré en rehabilitación lo sabía, porque se lo dije yo en un mensaje de voz. Cuando salí, le avisaron las chicas, pero no vino a recibirme. Reconozco que pensé que si recurría a la rehabilitación podríamos tener una relación de hermanas de verdad. Por eso Gala y Noa dicen que me abandonó en mi peor momento. Porque yo estaba pidiendo ayuda a gritos y no quiso hacer nada. De hecho hace poco tuvo un bebé, y estoy completamente segura de que no sabe de mi existencia. Y las chicas están orgullosas de mi, porque aún con todo lo que he pasado y vivido, he podido estudiar lo que yo quería y graduarme en ello, y pude salir de ese pozo gracias a ellas. Hasta que te conocí a ti —Héctor se separó un poco para mirarla—. Y sin darte cuenta, me enseñaste que volver a caer solo me quitaría todo lo que he ganado. ¿La noche que me ofrecieron cocaína en Galicia? Pensé en ti, y por eso te llamé. Porque sin saberlo te has convertido en mi salvavidas —Bellerín sonrió y la besó dulcemente—. ¿Estás enfadado? ¿Avergonzado? Por todo lo que te he dicho.

—Orgulloso. Lo que estoy es orgulloso de ti. ¿Con ganas de no volver a dejar que pruebes un Puerto de Indias? También, no te voy a mentir, pero... Me tranquiliza saber que en circunstancias normales sueles controlar más —la malagueña rió ligeramente.

—Debería darte las gracias.

—¿Por qué?

—Por ser así conmigo. Salvo las chicas, no estoy acostumbrada a que alguien me trate tan bien.

—¿Por quererte, dices? —Edén abrió tanto sus ojos, que podrían haberse salido perfectamente de sus órbitas.

—¿Quererme?

—Esa es la conversación que tenemos pendiente, y no sé si este es el mejor lugar para tenerla, pero... Claro que te quiero, Edén. Y cuando quedamos por primera vez y te dije que escondías algo, no me imaginaba esto para nada, pero ¿qué quieres que te diga? No quería ocultarlo durante más tiempo. Tampoco quiero que tú sientas presión por... —la chica no le dejó terminar, ya que unió sus labios.

—¿Presión por sentir lo mismo que tú? Estaré bien con eso —ambos rieron levemente—. Pero... ¿Qué somos?

—¿Qué quieres tú que seamos? —Edén sonrió.

—¿Te sirve la pareja más sana y feliz? —Héctor le devolvió la sonrisa.

—Me sirve, y mucho.

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Edén ||Héctor Bellerín|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora