10 | «Esta es mi melodía favorita.»

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—Engreído de mierda —le suelto en broma.

—Fenómeno.

Liam estira la mano hacia el cajón de la mesa de luz y saca un condón en un empaque rosa que le quito antes de que llegue a abrirlo y lo lanzo a un lado de nosotros.

Hace mucho no disfruto del juego previo antes del sexo, tanto así que había olvidado lo excitante que es y lo bien que se siente.

—Te gusta creer que siempre tienes el control —mantiene su cabeza apoyada en el respaldar de la cama y hace un repaso de mi cuerpo que me ruboriza—, pero en realidad nunca lo has tenido.

Sé que soy yo quien tiene el control desde que tenemos quince años y estoy dispuesta a demostrarle que es él quien se equivoca.

—Ambos sabemos que harás lo que yo diga —me siento en la cama.

Miro su pene erecto y luego le echo una ojeada a él que el verde de sus ojos apenas se nota por lo dilatadas que están sus pupilas.

Mi mano rodea su miembro a la vez que bajo y subo, masturbándolo.

—Admite que tengo el control, Liam.

Él cierra los ojos tirando la cabeza hacia atrás, pero no habla, entonces me detengo.

Voy a demostrarle que se equivoca.

—Mi orgullo, fenómeno —se queja.

—Admítelo —exijo.

Por la forma en que me mira sé que no quiere dar el brazo a torcer. Su orgullo y su ego siempre fueron dos de sus puntos fuertes, reforzados con miles de barreras para que nadie los penetre.

—Tienes control sobre mí, fenómeno —me regala una sonrisa torcida—. ¿Feliz?

Mi mano vuelve a moverse y sus ojos a cerrarse. Tras unos minutos mi boca acompaña los movimientos de mis manos, recibiendo ayuda de las suyas que me empujan la cabeza hacia abajo haciendo que su pene me llegue hasta la garganta.

Sus gruñidos se vuelven más fuertes y entonces siento como acaba en mi boca.

—Ven aquí —vuelve a agarrarme por el mentón para besarme, pero antes de que nuestras bocas lleguen a tocarse me aparto—. ¿Pasa algo?

—¿No te da asco?

Joako dice que es desagradable que lo bese luego de haberle hecho un oral, pensé que quizá...

Sam ¿en serio te pones a pensar en Joaquín teniendo a este chico frente a tí?

Sí, soy idiota.

—¿Te estás escuchando, Sam? —ríe alzando las cejas—. Ven.

Sus manos me agarran por las caderas y me ayudan a sentarme encima de él.

No dudo en comenzar a moverme de adelante hacia atrás rozándonos mientras nos besamos. Cada cierto tiempo él se detiene, cortando el beso, y me mira sonriente para después reanudarlo como si nada. Sus manos recorren cada centímetro de mi espalda, apretujan mis pechos y tiran de mi pelo robando gemidos que se ahogan en sus labios instantáneamente.

—No hay mejor forma de acabar mi noche que contigo, fenómeno.

Estiro mi mano a un lado para tomar el condón y rompo el empaque. Sus ojos me observan con intensidad mientras desenrollo el condón en su pene y luego lo acomodo en mi entrada.

Sus manos se aferran a mis caderas y las mías a su espalda con la primera penetración.

—¡Dios! —suelto en un gemido ahogado.

—Gime mi nombre que soy yo el que va a follarte, no Dios —gruñe contra mi cuello y yo río.

Subo y bajo otra vez soltando otro gemido y otro y otro más con cada movimiento. Mis uñas se clavan en su espalda y las deslizo por toda la piel de la zona con miedo de hacerle daño.

—Perdón —murmuro besándolo como si eso fuera a compensarlo.

—Continua que luego me las tatúo.

Sonríe sin dejar de besarme y apretuja mis nalgas siguiendo mis movimientos.

Aparto mis manos de su espalda buscando no lastimarlo aún más para poner una en su pecho desnudo y con la otra aplicar apenas presión en su cuello que parece gustarle porque suelta un gruñido de satisfacción a la vez que noto sus músculos tensarse.

—Esto no es control, esto es poder —dice, recostando mi espalda en el colchón para que su cuerpo quede encima del mío—. Siempre has tenido poder sobre mi cuerpo y mi mente, Sam.

—¿Acaso estás rompiendo tu orgullo por mí? —pregunto sonriente.

—Me rompería hasta a mí mismo por tí, fenómeno.

Entra y sale de mí con rapidez llevándome al segundo orgasmo en cuestión de pocos minutos, pero no se detiene ahí, claro que no. Ni bien me recupero me toma por las caderas y de un solo tirón hace que me de la vuelta, su pene roza mis nalgas y sus labios se acercan a mi oído para susurrar con voz extremadamente gruesa.

—Tenerte en cuatro será siempre mi pose favorita.

Hace que mis piernas se doblen y alza mis caderas hacia arriba a la vez que yo pego mi cabeza al colchón. En cuanto comienza a moverse dentro y fuera de mí, mis gemidos se vuelven incontrolables.

Las maldiciones y los gruñidos de satisfacción que suelta me suben la autoestima y la excitación a más no poder. Una de sus manos se queda en mi cadera acompañando mis movimientos y la otra me toma por el cabello tirando de él hacia atrás.

Ambos llegamos al orgasmo jadeando de placer entremedio de gemidos y gruñidos que lo demuestran.

Una vez me suelta el cabello y ambos nos ponemos nuestra respectiva ropa interior, se acuesta boca arriba en la cama y extiende el brazo. Yo me recuesto a su lado posando mi mano en su pecho, justo encima de su corazón que late como desquiciado.

—Esta es mi melodía favorita —comenta.

Yo lo miro con el ceño fruncido tratando de escuchar la melodía a la que se refiere, pero no hay nada, todo está en silencio fuera.

—¿Qué melodía, Liam? —acuna mi mejilla y me besa.

—La que suena en mi cabeza siempre que estoy contigo, la melodía que nos une.

—Espero que sea agradable —no vaya a ser que sea una canción horrorosa.

—Lo es, pero no tanto como los sonidos que salen de tu boca cuando...

—Ya, ya cállate —chillo cubriéndole el rostro con mi mano.

El teléfono de la habitación suena y Liam extiende su mano para atender.

—Bien, gracias Jackie —dice y deja el teléfono encima de la mesa de luz—. Erika está en la habitación de al lado, dice que se irá a dormir y que si quieres puedes quedarte aquí.

Él brazo que descansa debajo de mi cabeza me rodea atrayéndome hacia él.

—No creo que pueda irme —murmuro.

—¿Quieres irte? —pregunta él con voz preocupada.

—No.

—Dile que tenga bonita noche, que Sam se queda aquí —responde poniéndose el teléfono otra vez en el oído y luego cuelga.

Liam me da un beso en la frente y cierra los ojos.

—Duerme bien, fenómeno —susurra contra mi piel.

—Tú igual —respondo acurrucándome contra su pecho.

—Contigo aquí no hay forma de que pueda dormir mal.

Una canción no fue suficiente [✓]Where stories live. Discover now