— Tema sin importancia. —. Aclaro. —. Se supone que veníamos a organizar la decoración, no a hablar de problemas personales.

— Pues se fue todo al carajo cuando casi te quedas dormida sobre tu expresso americano. —. Suelta Anna con burla a lo que la miro con una ceja alzada. No es divertido burlarse de las desdichas de otro o al menos de las mías. 

— No te burles, ¿Quieres?

— No lo hago, solo me preocupo. Si de por sí tienes un humor del diablo, ahora que no duermes, bueno. Es peor, no te voy a mentir.

— Volvamos al trabajo mejor. —. No pienso darle más vueltas al asunto. —. Me decías colores cálidos, ¿No?

— Exactamente.

— Puede que funcione. —. Reviso la gama de colores que Cristal nos entregó en la mañana. —. Podemos jugar con ellos, no tienen que ser precisamente cálidos o fríos, el truco está en combinarlos.

— Y por eso eres la organizadora de la campaña.

— Lo dices porque eres mi amiga.

— No, lo digo porque es verdad. 

— ¿Quieres que te diga que te amo, no es así?

— Si lo dices, para mi sería un regalo que no estoy dispuesta a rechazar. 

— Pues vas y le dices a tu novio que te lo vaya diciendo con frecuencia. —. Bromeo.—. Porque la única vez que me vas a escuchar decir esas palabras, será en mi jubilación rodeada de libros exitosos y vendidos alrededor del mundo.

— Que vanidosa.

— Aquí piensas en grande o no lo haces. —. Me encojo de hombros. —. No hay ciencia detrás de eso. 

Pasamos la mayoría del tiempo en la cafetería que se encuentra a una cuadra de la editorial. Todavía queda mucho tiempo para la campaña, pero, siempre es mejor tenerlo hecho antes a estar como psicópata tratando de hacer todo quizás en los últimos cinco minutos. 

Que por cierto, si no lo has hecho siquiera una vez en tu vida, no sabes lo que es la adrenalina. Dios, juro que te sudan las manos de tanta presión. 

Seguimos trabajando, tenemos la decoración, los adornos, los colores a utilizar; todo lo necesario para una noche espléndida. Solo falta realizar un informe para enviarlo al área de decoración para que se pongan en marcha en conseguir todo lo solicitado. 

— ¿Quieres que te lleve a casa? —. Comenta Anna mostrando un par de llaves plateadas. —. Hiccup me dejó el coche por hoy, prometí devolvérselo mañana temprano.

— Si tienes tiempo en tu agenda ocupada. 

— Vamos, hablas de mí como si fuera la fiestera del siglo. —. Se ríe mientras me arrastra a las afueras de la cafetería, al estacionamiento.

— No lo eres por miedo. —. Sigo mientras abro la puerta del copiloto. —. Le tienes miedo al éxito.

— Tú eres quién se pierde la experiencia, te he invitado varias veces y sigues sin aceptar mis invitaciones. 

Tardes de invierno ©  Where stories live. Discover now