1.Cállate y bésame, Herondale

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William Herondale se paseaba por la sala de entrenamiento como una pantera enjaulada, con ese pelo negro brillante y esos ojos que lucían en medio de la escasa luz.
Hacía más de dos horas desde que había visto a su parabatai, Jem. Y no había sido un momento memorable. Estaban hablando sobre un ataque a unos mundanos, cerca del Támesis, cuando Jem se había doblado en dos y, literalmente, había empezado a vomitar sangre.
Will estaba acostumbrado a las repentinas toses, y las manchas en las mangas de la camisa, pero Jem nunca había expulsado tanta sangre.
Charlotte había llamado al Hermano Enoch, que se había encerrado en la habitación de Jem, totalmente a solas, hechando a Will. Éste se había metido en la sala de entrenamiento y había optado por pegar golpes a la pared, destrozando sus nudillos.
Will se pasó una mano por la nuca, haciendo una mueca cuando la piel lastimada de sus nudillos se estiró. No se había molestado en ponerse un iratze, por lo que la sangre seca había coagulado en su mano, tibandole la piel.
Se encontró rezando por Jem, de pronto. Su corazón se encogió, dandose cuenta de que no tenía esperanzas en ver a su hermano de nuevo. Tomó una respiración temblorosa, saliendo a paso veloz de la sala de entrenamiento, dirigiendose al cuarto de Jem, queriendo estar lo más cerca posible.
Al encontrarse la puerta cerrada, se sentó en el suelo, apoyando la espalda en la pared, esperando.
Esperando.
Su cuerpo dio una sacudida. Se horrorizó, dandose cuenta de que estaba esperando a que el Hermano Enoch saliera para decirles que Jem había muerto. Realmente, pensaba que el dolor de su runa de parabatai no podía ser mucho peor que el dolor que experimentaría su corazón si Jem moría.
«No ahora, James», pensó. «Vamos...»
Escondió la cara entre las manos, justo cuando la puerta se abría. Se puso de pie inmediatamente, casi empujando al Hermano Enoch, que con sus manos carentes de calor, lo retuvo.
«Por esta vez, se salvará. Solo necesita descansar. No lo agotes»
Will asintió, sin mirarle, y entró como una exhalación.
James Carstairs yacía sobre su lecho, con las sábanas cubriéndole hasta en torso. Estaba blanco como la cera, y cuando sus ojos se encontraron, Will se encontró mirando a unos írises blanquecinos, en los que destacaba un puntito negro.
Jem hizo un esfuerzo por sonreir a su parabatai. Una sonrisa que hizo estremecer al corazón de Will.
- Sé que estoy espantoso- dijo Jem, ante el silencio de su amigo-, pero puedes acercarte. No es contagioso.
Will negó con la cabeza, suspirando, y se sentó en la butaca que estaba junto a la cama de Jem.
- Tú, pequeño bastardo, me has asustado.
Jem sonrio con disculpa.
- Lo lamento.
Antes de darse cuenta de lo que hacía, Will pasó una mano por encima de las sábanas hasta coger la mano de Jem entre la suya.
Su parabatai lo miró sorprendido, pero no dijo nada.
Se mantuvieron en silencio, Will intentando transmitirle a Jem su fuerza y salud, aún sabiendo que no servía de nada.
Jem cerró los ojos, orientando la cara al techo. Will pensó que se veía como un ángel de rasgos afilados y perfectos.
Sacudió la cabeza ante la dirección de sus pensamientos.
Él sabía que pensar así de Jem estaba mal, pero de vez en cuando, algún pensamiento de ese tipo cruzaba su mente. Y no se reprimía. De hecho, solía fantasear con Jem acariciando su cara dulcemente; con Jem susurrandole cosas al oído; con Jem besándole el cuello...
Tosió un poco, para distraerse. El gesto captó la atención de Jem, que abrió los ojos para mirarlo.
- ¿En qué piensas, Will?
Él ladeó la cabeza con una mueca pintada en el rostro. Se imaginó la voz de Jem, reproduciendo las mismas palabras, pero con un tono seductor. La sangre subió a sus mejillas, y se mortificó cuando también llenó otras partes de su cuerpo.
Carraspeó, removiendose en su asiento.
- Ehm... Nada. Pensaba en ti.
Tampoco era mentira.
Aún así, Jem notó el cambio en la voz de Will. La manera en la que se le había enrronquecido la voz, en la que sus mejillas habían adquirido un rubor exquisito; y no pasó por alto como Will trataba de acomodarse los pantalones de vestir.
Jem se ruborizó también, tomando consciencia del doble sentido de las palabras de su amigo.
La mano de Will empezó a sudar, y la retiró de la de Jem rapidamente, mirando hacia otro lado.
Se sentía avergonzado, pero no mucho, ya que su cabeza no podía darle un respiro y no dejaba de mostrarle imágenes excitantes de Jem.
«¿Qué estoy haciendo?»
Will quería ponerse en pie e irse, pero no quería dejar de oír la respiración de Jem. No quería alejarse de su olor, que le llenaba las fosas nasales. No quería dejar de sentir el calor que irradiaba su cuerpo.
Lentamente, se atrevió a mirarlo.
Jem tenía su labio inferior atrapado entre los dientes, y las mejillas rojas, no precisamente por la fiebre. Will vio como su pecho subía y bajaba de manera irregular.
- James... Yo...
Jem alargó una mano tan rapidamente, que Will se interrumpió, pensando en que quizas iba a golpearlo.
Pero Jem lo agarró del cuello de la camisa y con fuerzas renovadas, tiró de Will hasta que quedó inclinado sobre él.
- Cállate y bésame, Herondale- susurró, con sus caras a centímetros de distancia.
Y Will lo hizo.

Parabatai in love {Heronstairs} #Wattys2015Where stories live. Discover now