La Fea Verdad

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Hᥱrmᥲᥒos soᥒ ᥱᥣ rίo ყ ᥣᥲ ᥣᥣᥙvιᥲ
Amιgos somos todos, ᥴomo vᥱs
Vιvιmos mᥙყ fᥱᥣιᥴᥱs tᥲᥒ ᥙᥒιdos
Eᥒ ᥙᥒ ᥴιᥴᥣo frᥲtᥱrᥒᥲᥣ qᥙᥱ ᥱtᥱrᥒo ᥱs

Hᥱrmᥲᥒos soᥒ ᥱᥣ rίo ყ ᥣᥲ ᥣᥣᥙvιᥲAmιgos somos todos, ᥴomo vᥱsVιvιmos mᥙყ fᥱᥣιᥴᥱs tᥲᥒ ᥙᥒιdosEᥒ ᥙᥒ ᥴιᥴᥣo frᥲtᥱrᥒᥲᥣ qᥙᥱ ᥱtᥱrᥒo ᥱs

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Quackity respiraba de forma agitada, viendo el diamante en sus manos. Se sentía tibio, y Quackity aún no asimilaba lo que acababa de ocurrir.

— ¡Quackity!— Luzu y Vegetta corrieron velozmente hacia él.

— ¿Cómo te sientes?— Preguntó Luzu.

— ¿Estás bien, muchacho?— Vegetta preguntó.

— Sí, eso creo...— Quackity respondió y miró al diamante, el cual lucía como si jamás se hubiera quebrado— ¿Neta Rubius está ahí adentro?—

Vegetta suspiró y observó la gran roca, mientras Luzu se agachaba a recoger la corona de su padre que previamente estuvo en cabeza de Rubius.

— Sí, el diamante servirá de prisión— Comentó el brujo, tomando el diamante, aunque al hacerlo, este empezó a vibrar— Ay no, ¿Ahora qué?—

El diamante brilló bastante, tanto que el brillo era molesto a la vista.

— ¿Qué chingados está pasando?— Preguntó Quackity debido a que el diamante parecía estar a punto de explotar, y si bien no explotó, sí liberó una enorme onda expansiva azul, la cual empezó a cubrir todo el terreno.

Aquella explosión mágica cubrió el castillo y a su paso, cualquier daño hecho en el edificio se reparó mágicamente, los árboles derivados volvieron a lo normal y finalmente la onda expansiva se dirigió hasta el cielo, eliminando las nubes de oscuridad, dejando en su lugar la luz del Sol mañanero y fue esa luz la que redujo a todos los monstruos a cenizas.

Dejando en su lugar un entorno veraniego y tranquilo.

Todos observaron a sus alrededores, viendo que la paz golpeó sin avisar.

— ¿Ya terminó?— Preguntó Frank mientras bajaba a Manolo.

— Eso creo— Comentó Akira mientras se ponía de pie.

El silencio en el que cayeron duró poco, ya que las puertas del castillo se abrieron, los invitados previamente encerrados en los calabozos, habían aparecido de nuevo en el salón.

— ¡Nos salvaron!— Gritó alguien.

— ¡Vegetta lo hizo de nuevo!—

La gente del castillo empezó a celebrar mientras Vegetta les veía.

— No, no, no, no— Vegetta negó con la cabeza— Yo no lo hice—

— Joven Samuel— Vegetta se giró, viendo a Merlon acercársele.

— Merlon, yo...—

— No hay necesidad de decirlo, muchacho— Merlon comentó, mirando al héroe— Yo lo sé todo, siempre lo he sabido—

Cómo Un Cuento De HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora