26. UN DÍA ESPECIAL

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El último blidio estaba atrapado entre el final del callejón y Arzon. El cazador estaba de espaldas a él, de pie y sus espadas goteaban sangre negra. El demonio, desesperado, vio en una de las pistolas de los policías tirada junto al contenedor su salvación. Se lanzó hacia ella,la cogió, quitó el seguro y apuntó a Arzon. Éste, mientras tanto, giró la cabeza para verlo, y con un resoplido volvió a darle la espalda. El sonido metálico del martillo del arma, fue interrumpido por un chasquido, seguido de un objeto golpeando el suelo y un gorgoteo. Cuando Arzon volvió a mirar, el blidio estaba ensartado en una flecha que se había clavado en el suelo, manteniendo el cadáver erguido.


—Yo en vuestro lugar iría a que me viesen esas heridas —les dijo a los policías, mientras limpiaba sus armas con un trapo que sacó de su bolsillo—. A estas cosas les gusta envenenar sus armas —añadió señalando los cadáveres, al ver que los agentes se limitaban a mirarlo asustados desde su rincón; parecía que él les daba más miedo que los demonios—. ¡Que os larguéis!


El grito consiguió que los policías reaccionasen; ambos salieron corriendo por el callejón como si les persiguiese el mismísimo Vesh Kharden. Arzon vio divertido como subían a su coche y salían derrapando con las sirenas puestas. Una sonrisa melancólica se dibujó en sus labios, «no tendría que ser así», pensó mientras recuperaba sus puñales de los cadáveres de los blidios, «deberíamos ser aliados». Tomó impulso y saltó hasta la pared del tercer piso, contra la que rebotó para llegar a la azotea.


—No se que me parece más grosero —dijo en voz alta, aunque allí no veía a nadie—, que me quitases una presa, o que encima te escondas después de hacerlo. —Sonrió al ver salir tras una chimenea una figura armada con un arco, oculta por la oscuridad—. Entiendo que pensases que no había detectado tu llegada, pero el detalle de la flecha era difícil de pasar por alto, incluso para ti.

—Sabías que mataría a ese blidio —respondió la figura, con voz una masculina, profunda y grave—, por eso le dejaste coger la pistola.

—No sé —Arzon se encogió de hombros—. Tenía curiosidad por ver lo que harías. No sabía que Verth Tenara fuese un ladrón de presas.

—Dejémonos de bromas. Quería hablar contigo y estabas tardando demasiado en despachar a esas alimañas.


La figura salió de entre las sombras y se acercó a Arzon, que estaba sentado en la cornisa. Verth era un tipo de corta estatura, el pelo negro, largo y liso recogido en una coleta; estos rasgos le identificaban como un ohaka, los habitantes de la isla de Jenesé. Sus ojos rasgados estaban blancos, cegados a la luminosidad del mundo; y es que aquel hombre, que era conocido como uno de los arqueros más letales de entre los Guardianes de Shamel, era ciego de nacimiento. Cuestión que resulto compensarse el día que descubrió que por sus venas corría sangre de demonio: el hecho de que ambos fuesen mestizos, había creado un vinculo entre los dos cazadores. Eran buenos amigos y mejores compañeros: de hecho Arzon era el único amigo que tenía.

El resto de cazadores tendían a rehuirle a causa de su fama de devoto: no por ser cualquier devoto, sino por ser un fiel seguidor del keshir. Es complicado hacer amigos cuando sigues una doctrina que aboga por matar para equilibrar el espíritu o como ellos lo llamaban, el kesh. Y si encima el Kesh-Baton, su libro sagrado, recogía cinco mil motivos diferentes para equilibrar el espíritu, estamos hablando de una persona a la que puede no ser conveniente dar los buenos días; para saberlo habría que leer su libro y pocos están dispuestos a tal trabajo solo por aumentar su riqueza social.

Pero con Arzon era distinto: el no conocía sus normas, y sin embargo había aprendido a lidiar con sus contradicciones; cada vez que había surgido entre ellos a causa del keshir, Verth terminaba dudando sobre su propio conocimiento de la religión. Pero también lo consideraba un líder, alguien al que se le podía exponer los problemas y con el que debatir distintas rutas de acción. Por eso estaba allí aquella noche.

DEVAFONTE: LOS DIARIOS DEL FALSO DIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora