Es nuestra

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[Capítulo 56]

ABBY

Mi piel hormigueó ante su toque, y el roce de sus labios en el dorso de mi mano provocó escalofríos que amenazaron con hacerme temblar y cuando nos miramos a los ojos, el mundo pareció desaparecer. Solo éramos él y yo, nada más importaba y hasta podía jurar que esa parte de mi alma herida dejó de punzar con dolor porque lo que le pertenecía a Andrea tomó fuerza y sucumbió a la tristeza.

Ninguno de los chicos mencionó que él llegaría al club, así que me tomó por sorpresa verlo y sentirlo después de lo que me parecieron siglos, ya que tras estar separados durante un par de meses, verlo aquella noche en Delirium me seguía pareciendo un sueño.

Vestía un pantalón de lino gris y una camisa oscura remangada hasta los codos que me dejaba ver los tatuajes en sus brazos; y sonreí al notar uno nuevo en el izquierdo, justo donde le injertaron piel, era un ala negra extendida a lo largo del antebrazo que abarcaba desde el codo hasta la muñeca. Él supo lo que atrapó mi mirada y también sonrió en respuesta, con lascivia y guiñándome un ojo a la vez.

Su cabello lucía un poco desordenado, como si se lo hubiera tocado mucho durante la noche y su barba rubia oscura iba bien recortada; y así fuera producto de mi imaginación, noté que estaba más alto que la última vez que nos vimos, así como más musculoso y me lamí los labios con un hambre voraz que me apretó el estómago, aunque más el vientre.

Follable.

—Hermano, tendrás que esperar tu turno porque la chica aún no termina conmigo —dijo de pronto el chico al que le estuve bailando y medio giré el rostro para verlo a mi lado.

Contuve una sonrisa por su reclamo y noté que a Andrea también le divirtió.

—Terminó contigo desde que inició su juego, hermano —ironizó Andrea y lo miré con inocencia—. Así que mejor vete de aquí por tu propio pie —Abrí y cerré la boca, incrédula por su demostración de posesividad y sentí un calor líquido recorriendo todo mi sistema.

¡Joder! Me encantaba cuando se comportaba como un hombre celoso dispuesto a matar a todo aquel que tuviera la osadía de mirarme.

Miré al chico regalándole una mirada de fingida disculpa, él todavía me observaba con fascinación e incredulidad a la vez y entendió de inmediato que ya sobraba en esa ecuación, sobre todo al percatarse de que Andrea jamás dejó de tomar mi mano.

—Gracias por el baile, belleza —dijo intentando provocar al francés y me mordí el labio.

—Piensa en mí —le respondí con malicia y le guiñé un ojo, él entendió a lo que me refería y negó con diversión.

Andrea me miraba con un brillo travieso en sus ojos a media asta, pero también con deseo y ganas de castigarme de una deliciosa manera por haberme encontrado haciendo una de mis tantas travesuras.

Abigail (Orgullo Blanco 5) +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora