Capítulo 6

131 15 0
                                    

Lo primero que siento al abrir mis ojos es un fuerte dolor de cuello, el cual sabía no desaparecería por unos días

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Lo primero que siento al abrir mis ojos es un fuerte dolor de cuello, el cual sabía no desaparecería por unos días. Al recuperar mi consciencia en su totalidad puedo recordar en qué lugar estoy, y porqué no desperté en mi cómoda cama como todas las mañanas.

El chico misterioso se quedó sentado en la barra del bar contándome sus desgracias hasta las 3 de la mañana, y al notar la hora que era, y lo peligroso que es salir por la madrugada en las calles de Bogotá, le ofrecí quedarse en el bar hasta que fuera un hora considerable para volver a su casa.

Él lo aceptó sin pensarlo, más sabiendo que estaba bastante borracho como para llegar sano a su hogar, así que esperamos a que toda la gente se fuera para irnos a dormir. Yo me acomodé en uno de los sofás dentro del bar, mientras que lo dejé entrar al lugar de descanso de los empleados y que se acomodara ahí adentro.

Claro que mi desicion de dormir en ese sofá no fue la mejor.

Eran las siete de la mañana, lo que significaba que no había dormido un carajo, y que mi pobre cuerpo iba a padecer de dolor toda la semana.

Que genial situación.

Decidí levantarme para revisar si el chico misterioso seguía durmiendo, y al abrir la puerta y notar que seguía sumido en sus sueños, decidí dejarlo descansar e ir a hacerme un poco de comida.

Gracias al cielo el bar tenía una pequeña cocina, porque probablemente iba a morir con el estómago vacío. Me preparé un pequeño desayuno y un poco de café para el chico cuando despertara. Probablemente el guayabo le pegaría bastante duro, y quería estar preparada para ayudarlo un poco.

Pasaron unos treinta minutos, cuando escuché como su voz comenzaba a sonar desde dentro de la habitación. Le calenté su comida y su café esperando que saliera.

—buenos días— escuché que saludaba. Giré a verlo, con su pelo despeinado, unas ojeras gigantes en su rostro y la ropa desarreglada.

Este hombre parecía un dios griego sin intentarlo.

—buenos días— tomé la taza al lado mío y se la puse frente a él —para el hermoso guayabo que te debe estar acompañando esta mañana—.

El soltó una pequeña risa antes de comenzar a tomar pequeños tragos de su café. Le pasé su plato de comida, y me dio una mirada de agradecimiento para sentarse y empezar a comer.

Sé veía más tranquilo que ayer; y no sé si es porque había dormido un poco o porque los tragos ya habían pasado, pero me alegraba verlo un poco mejor después de todo lo que vivió ayer.

—¿Cómo dormiste?— le pregunté intentando acabar el silencio entre los dos.

—bastate bien siendo sincero— respondió con una sonrisa —seguiría dormido si no fuera porque mis amigos me llamaron—.

—¿se dieron cuenta de tu ausencia mañanera?—.

—sip, de hecho ya viene por mi— un pequeño rastro de desilusión pasó por mi cuerpo al escucharlo —hoy por la noche nos vamos a España para comenzar nuestra gira— explicó.

Intenté esconder que no quería que se fuera, que quería seguir escuchándolo y seguir ayudándolo con su corazón roto; pero debía ser realista, él y yo no nos conocíamos realmente, y seguro tenía cosas más importantes que hacer.

—pero quería darte las gracias, Delia— se apresuró a decir al ver mi expresión —me ayudó mucho que me escucharas, lo necesitaba—.

—no es nada, de verdad. Me alegro que te sientas mejor— le mostré una pequeña sonrisa.

En ese momento la puerta del bar se abrió, y vi como un chico con pelo largo y sombrero se acercó rápidamente a nosotros, más bien, se acercó al chico misterioso.

—Dios, Villa, no sabes lo preocupado que me tenias— dijo abrazándolo fuertemente.

El chico misterioso soltó una pequeña risa antes de responderle —no se preocupe, perro, estaba en buenas manos— me señaló con sus ojos.

El pelilargo me analizó por unos segundos antes de soltar una sonrisa y acercarse a mi —Juan Pablo Isaza, un gusto—.

Respondí su saludo estrechando su mano con la mía —Delia, el gusto es mío—.

—gracias por mantener a salvo a mi pequeño— giró su cuerpo levemente para señalar al chico misterioso —no se sabe cuidar solo el pendejo—.

Reí por lo bajo antes de responder —no te preocupes—.

—tenemos que irnos, perro, Pedro nos va a matar si no llegamos pronto— le dijo Isaza al chico que se encontraba sentado terminando de comer.

Mi corazón saltó un poco al ver como se levantaba de su silla. Se acercó lentamente a mi, y me abrazó suavemente para despedirse.

—espero que nos volvamos a ver, Delia, te debo mucho— dijo luego de separarse del abrazo.

—lo mismo espero, pero por ahora solo necesito una cosa— respondí con una sonrisa —que me digas tu nombre—.

Él solo soltó una carcajada —me llamo Juan Pablo Villamil, pero dime Villa—.

—espero nos volvamos a ver, Villa—.

Me mostró una sonrisa por última vez antes de mirar a su amigo y salir del bar. Mi corazón se quedó enloquecido mientras intentaba entender lo que acababa de pasar.

Juan Pablo Villamil era un chico misterioso, pero esperaba verlo de nuevo para entender todo lo que pasaba por su cabeza.

Y quería volver a escucharlo reír como esta mañana.

Tuya ↡ Juan Pablo Villamil Where stories live. Discover now