Capítulo 2

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Mientras intento seguir trabajando, no puedo evitar mirar al extraño hombre que sigue sentado en la barra

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Mientras intento seguir trabajando, no puedo evitar mirar al extraño hombre que sigue sentado en la barra. Va por su tercera cerveza, y aunque los dos chicos que estaba mirando bailar se sentaron, seguía con su mirada fija en la pista de baile; más específicamente, en cada pareja del lugar.

Podía jurar que lo había visto derramar algunas lágrimas, pero cada vez que alguna llegaba a asomarse, se la limpiaba de su mejilla antes que llegara muy lejos.

Yo solo podía llenar mi mente de preguntas acerca del hombre. Nunca, en todo el tiempo que había trabajado en este bar, había visto a alguien parecido a él. Claro, siempre hay alguien con el corazón roto, pero normalmente, terminan tan borrachos que empiezan a cometer locuras.

Pero en cambio, él llevaba un tiempo sentado, y lo único que hacía era tomar.

—niña— levanté mi mirada al escuchar que me estaba llamando —¿me da otra cerveza? Por favor—.

Cómo las últimas tres veces, giré mi cuerpo a tomar otra botella; cambié la vacía que estaba en la barra por la nueva en mi mano.

Lo escuché soltar un suspiro antes de agarrar la cerveza y tomar un poco de ella, como lo había hecho las últimas veces.

Al ver que volvió a la misma posición de antes, decidí continuar con mi trabajo y limpiar algunas mesas vacías, pero, su voz de nuevo me interrumpió.

—¿alguna vez le han roto el corazón?— preguntó con su miarada todavía en la pista de baile.

Giré a verlo confundida sin saber a quién le hablaba —¿me habla a mí?—.

Abandonó la mirada de la pareja, y por primera vez en dos horas, me miró directamente a mí.

—sí, le hablo a usted—.

Miré mis manos unos segundos antes de responder. Su mirada me ponía nerviosa, su presencia me ponía nerviosa.

—sí, me han roto el corazón— lo miré —varias veces, la verdad—.

Él asintió en silencio, y tomó otro trago de cerveza.

—es horrible tener el corazón roto— murmuró mirando la botella.

—lo es, pero con el tiempo se supera— traté sonreír un poco para alentarlo.

Volvió a mirarme, y trató de devolverme la sonrisa. Sus ojos verdes estaba irritados, con rastros del color rojo alrededor.

Su celular sono, y entre todo el ruido empezó a hablar.

—buenas noches— murmuró con seriedad —sí, Marto, estoy bien— soltó un suspiro —ya voy para allá—.

Dejó el celular a un lado, me miró unos segundos, y se levantó de su asiento.

Dejó un billete en la barra y hizo un intento de sonrisa.

—quédese con el cambio—.

Sé puso sus gafas oscuras de nuevo, y se dirigió a la salida del bar.

Tuya ↡ Juan Pablo Villamil Where stories live. Discover now