17. Sin Destino

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Un Sin Destino era muchas cosas, y a la vez ninguna. Era el producto de una violación o de una relación que retaba a la diosa Luna; era alguien solitario, sin capacidad de sentir algo por un lobo normal. Sobretodo, era un tabú, algo que no debió pasar, que no debía decirse más que en cuchicheos de persona en persona. Era un objeto de señalamiento, de burla, de asco. Pero también era nada.

Todos los días de su insignificante vida fueron así, tan irrelevantes para el mundo, pero tan dolorosos en su corazón. 

Kim TaeHyung no había pedido nacer, como todos los Sin Destino. Su madre omega fue violada cuando tenía quince años por una alfa dueña de un bar. Los padres de su progenitora la vendieron por esos dulces que sólo un adicto pedía. La alfa la trataba como un objeto y, un día, durante su celo, él fue engendrado por accidente.

Eso era su existencia, un terrible y estúpido accidente.

Su infancia no fue como la de su mejor amigo. Su madre omega no era cariñosa, no le hacía mimos ni le decía que lo amaba como Seung hacia para con Jimin. Su progenitora era tosca, apática, como sólo una mujer adicta podría ser después de tanto maltrato. Creció en el ambiente de ese bar, lleno de drogadictos y ebrios contoneándose en sudor y sexo.

Su niñez había sido un martirio. No fue hasta que el destinado de su madre lo encontró. TaeHyung jugaba a las canicas con sus amigos del pueblo, la bola azul —su favorita— se había resbalado de sus dedos hasta dar con los zapatos caros de un hombre.

—¿Es tuya? —le preguntó aquel hombre hacía poco menos de veinte años. TaeHyung asintió como respuesta y extendió su mano para recibir su canica favorita—. ¿Por qué hueles a chocolate, pequeño?

El niño de diez años alzó sus hombros, impaciente por volver donde sus amigos.

—No es tuyo —olfateó su cabello negro—. ¿Es de tu padre o madre?

—Es de mamá.

Sus piernas brincaban por la necesidad de jugar, y TaeHyung pensó que los adultos eran demasiado estúpidos, además de lentos.

—¿Puedes llevarme con ella? —pidió aquel hombre—. Por favor.

—Ella no sale hasta que es de noche. Es en aquel bar —señaló con su índice el establecimiento con una puerta pintada de los colores del arcoíris—. Búsquela allí.

El hombre agradeció y él corrió hasta sus amigos, se hincó y siguió jugando.

Ese día, por la noche, TaeHyung se hallaba detrás de la barra, ayudando a Jackson a lavar las copas. «Ese es tu maldito trabajo Tae», le gruñía su madre cuando salía de su encierro, así que se limitaba a hacerlo arduamente antes de que lo regañase. Observó a su madre salir, tenía apenas veinticinco, pero debido a la adicción y al mal trato de la vida, parecía mayor. Llevaba un vestido rosa brilloso súper cortito, a TaeHyung le molestaba cómo los alfas la veían y la tocaban, pero si intentaba defenderla, ella misma lo golpeaba.

Cuando Jackson hizo un comentario sobre lo extraño que era el aroma a leche, dejó la copa que estaba tallando, se limpió la espuma en los pantaloncillos ya desgastados y cortos —debido a que sus piernas estiraron desde que se lo compró su madre alfa a la edad de siete—, tomó el borde de la barra y se levantó de puntillas para seguir con la mirada al hombre que había conocido esa tarde.

Aquel alfa llegó hasta donde su madre, la tomó de la muñeca y la arrastró fuera del bar desde la puerta trasera. TaeHyung se asustó, temiendo por su progenitora corrió hasta alcanzarlos.

—Ven conmigo —le decía el hombre—. Cuidaré de ti y de tu hijo.

Su madre luchaba por soltarse y lloraba de manera desconsolada. TaeHyung no entendió por qué, aquel señor le estaba prometiendo que cuidaría de ambos. Él ya no quería estar ahí, aunque le gustaba jugar con sus amigos, aunque le agradaba lavar trastes junto a Jackson porque siempre le regalaba una paleta. Quería irse porque odiaba a su madre alfa.

Sin destino [YoonMin] ~Omegaverse~حيث تعيش القصص. اكتشف الآن