4. El tercer juez

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El tercer juez

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"¿Vienes del cielo profundo o surges del abismo, Oh, Belleza?

Tu mirada infernal y divina" - Charles Baudelaire.

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El tercer juez subio al Castillo Heinstein poco antes del anochecer, venía de lejos desde su templo Caína ubicado en lo profundo del Inframundo. Al llegar a la gran puerta, cuya escalera conectaba el mundo mortal del reino de Hades, una humareda verde se dejo ver subiendo desde las entrañas de la tierra hasta donde la vista alcanzaba; señal inequívoca del vínculo entre un mundo y otro.

Se quitó el yelmo apenas cruzo la puerta encontrándose con un silencio inusual, habían transcurrido más de cien años desde su última visita a la base de Hades en tierra sin embargo, esperaba encontrar un poco más de revuelo ahora que la invasión al Santuario sería un hecho dentro de pocas semanas. A su nariz llego un aroma a que alguien había pasado el estropajo con olor a pino por el suelo y las paredes hacia no mucho. La oscuridad empezaba a abrirse paso entre la tenue luz del salón donde estaba la gran puerta.

—Bienvenido Señor Radamanthys —el joven miro de reojo a aquel diminuto sirviente, asignado para asistir a la Señora Pandora, acercarse para reverenciarlo—. Todo esta dispuesto para su llegada, la Señorita Pandora ya lo espera.

—Bien, llévame con ella.

Zelos lo condujo desde ese salón hasta la sala del arpa, escaleras arriba, donde la joven estaba frente al instrumento interpretando una pieza que habría sido del agrado del recién llegado si este tuviera oído musical pero para él, la música, era cosa de oídos pomposos y no de jueces. Tan solo se arrodilló ante ella esperando a que terminara de tocar.

—Buenas noches Radamanthys —dijo la joven sin dejar de tocar y sin mirarlo—. Bienvenido al Castillo Heinstein.

—Es un placer verte luego de tanto tiempo Pandora.

Ella había visto al juez un par de veces en Guidecca cuando era más joven. En aquellos días los gemelos la dejaban bajar por temporadas al mundo de los muertos para que las ninfas le enseñaran a tocar el arpa y él solía estar ahí arreglando cosas con Hypnos y Thanatos. Cuando niña le intimidaba su mirada seria y aspecto severo.

Tiempo después de su última visita ya no la intimidaba pero, ciertamente, no le agradaba el modo en que la miraba desde aquel entonces. Esos ojos que la observaban fijamente como escudriñándola, Pandora sentía que esos ojos indagaban hasta lo profundo de su ser y de sus ropas perturbando su escasa paz mental.

—Todo está listo para el asalto al Santuario —comenzó a decir—, ya tengo planeada la operación y detrás de mí comenzará a llegar el ejército que custodiara el castillo de ahora en adelante así como los espectros que irán a Grecia a tomar el objetivo.

—¿Te han buscado los caballeros dorados? —la joven seguía sin dirigirle la mirada absorta en su arpa— Aquellos a los que Hades ha solicitado fidelidad.

—Es correcto, poco antes de subir aquí me contactó un hombre llamado Shion.

—¿Shion?

—Si —respondió Radamanthys puntual sin ponerse de pie—, fue el antiguo Patriarca del Santuario y ahora dirige a los caballeros que aceptaron la oportunidad de probarse ante Hades. Son siete de los caballeros dorados y todos los caballeros del rango de plata.

—Asi que todos ellos han aceptado la oportunidad de serle fiel al dios Hades, ¿no te parece extraño?

—De hecho si. No me dan buena espina y mis instintos nunca me han fallado —respondió mordaz mientras sus ojos se iluminaban.

El retrato de fräulein HeinsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora