– Tenías razón... Él me gusta–

– Oh, felicidades ¿se lo has dicho?–se sentó a mi lado, yo negué me abrace a ella comenzando a llorar– ¿Qué ocurrió?–preguntó, no conteste solo seguí llorando por un largo rato hasta que comencé a tranquilizarme, le conté todo lo ocurrido no me interrumpió en ningún momento

– Me ilusione yo sola–me lamente mirando el anillo con tristeza

– Bueno, quizás fue todo un malentendido–

–Se acostó con ella, ¿Qué tipo de malentendido hay ahí?–pregunté recostándome en el sofá

– Tienes razón, perdón, no pienso con claridad sin mi dosis de café–comentó frotándose los ojos– ¿Piensas volver a intentar hablar con él?–

– ¿Para qué?, no éramos nada, solo un contrato, yo fui la que me comencé a ilusionar y a hacerle caso a mi corazón en vez de a mi cabeza–limpie todo rastro de lágrimas con la manga de mi jersey– Solo quiero salir de esto, te traeré la copia del contrato, necesito saber si puedo librarme y no verlo nunca más–ambas quedamos en silencio, no había nada más que hablar al respecto. Hablamos de otros temas hasta que recibí un mensaje de Lorenzo, me despedí de Julia y me fui a casa.

Pasaron dos semanas desde todo lo ocurrido, no había recibido ni un mensaje o llamada por su parte, pero sí de todos mis familiares y conocidos, la noticia del compromiso había sido tendencia por varios días, mis redes sociales se habían saturado de mensajes tanto negativos como positivos.

Miraba el anillo con pesar, lo mejor sería que lo devolviera, pero lo que menos quería era tener que verlo, ni a él ni a su... ¿Novia?, ¿amante?, Sinceramente me era indiferente lo que ellos fueran.

Julia había leído el contrato de principio a fin varias veces, y su respuesta no era nada alentadora, no encontraba ningún vacío legal y eso me estaba frustrando.

Sacudí la cabeza alejando todos los pensamientos sobre él, tenía que concentrarme en otras cosas, como por ejemplo encontrar un nuevo empleo.

Unos golpes en mi puerta llamarón mi atención, esta se abrió y por ella entro mi madre con dos tazas de chocolate, me ofreció una la cual cogí oliendo su dulce aroma, se sentó a mi lado en la cama.

– ¿De qué quieres hablar?–pregunté soplando un poco el chocolate

– ¿Tan evidente soy?–yo solo asentí haciendo que ella riera

– Mamá, haces esto desde que tengo 6 años–

– Bueno, entonces cuéntame–suspiré dejando la taza en la mesita de noche

– Hemos discutido–

– Todas las parejas discuten, pero ha tenido que ser una muy fuerte, para que estés con este estado de ánimo–

– ¿Qué estado?–pregunté sin entender, ella se levantó agarro el cepillo y volvió a mí, sonreí colocándome de forma en la que ella pudiera comenzar a peinarme

– Estás deprimida, lo noto a kilómetros y no soy la única que lo ha notado–

– Lo más seguro es que, no nos casemos–confesé con una sonrisa triste, contemple mi reflejo en el espejo

– Cariño, las discusiones son normales, pero cuando hay amor todo se supera, solo no debéis rendiros, lo mejor es hablar y no dejar que las cosas pasen, porque así solo será peor–mientras hablaba cepillaba mi cabello con suavidad, era como volver a tener 8 años, solo que esta vez mi problema no era que Lorenzo había roto un juguete mío– Sea lo que sea, si lo amas no te rindas–besó mi cabeza y se marchó, escuché el timbre de casa sonar, suspiré dejándome caer de espaldas en la cama, ¿amarlo?, ¿yo lo amo?, claro que no, no podía sentir algo tan fuerte por un idiota como él y menos en tan corto tiempo.

–Enana, tu prometido está aquí–me senté de golpe mirando a mi hermano sorprendida

– ¿Fabrizio?–

– ¿Acaso tienes más prometidos?–preguntó Lorenzo con burla marchándose, me levanté de un salto, me miré en el espejo, comencé a peinar mi cabello con los dedos, paré en seco todos mis movimientos, si él estaba aquí no debía ser algo bueno.

Baje las escaleras vi a mi familia en el salón charlando, mi madre me miró con una pequeña sonrisa la cual devolví, seguro pensaba que él había venido a reconciliarse, al salir de casa lo vi apoyado contra su coche, respiré hondo acercándome a él con paso firme.

– ¿Qué haces aquí?–pregunté metiendo mis manos en los bolsillos de mi abrigo

– Mañana cenamos con mi familia–

– Debes estar bromeado–dije mirándolo incrédula

– Te dije en su día, que no bromeo, tienes la tarjeta compra un vestido apropiado, mañana vendré a las 8, espero que estés preparada–iba a darse la vuelta para irse, pero le detuve agarrándolo del abrigo

– Si quieres llevar a alguien a esa cena, lleva a la zorra con la que te acostaste–me miró con frialdad, se soltó de mi agarre y me tomo con fuerza del brazo

– Tenemos un contrato, no lo vas a incumplir–me apoyó contra su coche

– Tú lo incumpliste al acostarte con ella–

– Si lees el contrato, pone claramente que eres, tú, quien no puede tener un amante–se acercó a mi oído– Te recuerdo que me debes la vida de tu hermano–me separe de él con brusquedad mirándolo enfadada y dolida

– Dime cuanto te costó y te pagaré hasta el último céntimo, no me importara endeudarme la vida entera con tal de salir de esto–se acercó con cierto aire amenazante, quedó a unos centímetros de mi rostro sin dejar de mirarme

– No me interesa en absoluto el dinero, firmaste un contrato y lo cumplirás, no me provoques, o será tu familia quien sufra las consecuencias–un escalofrío de pavor me recorrió la espalda, su tono hostil, su mirada fría y despiadada, ante mí se encontraba ese hombre implacable que haría cualquier cosa, para destruirte.

– Estaré lista a las ocho, señor–susurré sintiendo un nudo en la garganta, di media vuelta caminando de forma ausente hacia casa, podía sentir su mirada penetrante en mi espalda, pero no me importaba.

Entre tus Manos [Versión antigua]Where stories live. Discover now