XVIII| El sacrificio de querer

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El sacrificio de querer

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El sacrificio de querer


Orión se mantuvo a su lado, mientras que ella no se atrevía a mover un solo músculo. Casi parecía que ni siquiera estuviera respirando si no fuese por el hecho de que él era capaz de escuchar como entraba y salía el aire de su nariz.

Por el rabillo del ojo Orión observó como Nashira no hacía ni el amago de acercarse a Fayna.

Simplemente se limitó a mantenerle la mirada.

Sabía que, al igual que él, era capaz de detectar que su esencia había cambiado en tan solo dos semanas.

También fue consciente de la forma en que Meissa entrecerró los ojos en la dirección de ambos. Según tenía entendido los espectros que estaban emparentados eran capaces de saber que estaba sintiendo otro miembro de la familia. Y por eso mismo, madre e hija estaban igual de inquietas y nerviosas, sin embargo, Fayna no pareció inmutarse ante ello.

—¿Qué te pasó? —cuestionó Meissa con voz pausada, resquebrajando por completo el silencio que estaba asentado sobre todos.

Observó como Fayna se tensaba ante la pregunta antes de soltar un suspiro. Entonces, el ceño de ella se fue frunciendo y una arruga apareció en su frente. No necesitaba nada más para predecir que lo siguiente que fuese a decir sería mentira.

—Me perdí. Me había marchado a dar una paseo y debí meterme un camino que no debía. Alguien me encontró y me acercó lo más pronto posible —respondió con un hilo de voz.

Orión bajó la mirada a sus manos, que estaba cerrando y abriendo mientras temblaban. Ella pareció fijarse en su escrutinio porque las ocultó detrás de la espalda y las entrelazó.

—¡¿Dos semanas?!

El grito de Chaxiraxi pilló por sorpresa a todos, incluso a ella misma.

Días antes del descubrimiento de la apertura del portal habían decidido no alarmarse demasiado por las respuestas que les ofreciera Fayna a la vuelta. Aunque podía llegar a entender lo frustrante que debía suponer que tu propia hija te mintiera a la cara. Así de descarado.

—Solo me perdí durante dos días —explicó, esta vez sin disimular el temblor nervioso en su voz.

Orión se fijó en que los rostros de todos palidecieron un tono, él incluido, aunque no pudiera verse.

Si ella pensaba que solo habían sido dos días cuando en realidad eran dos semanas, solo había terminado de confirmar las sospechas de todos. Fayna había estado en Echeyde, por ende, Ker era conocedora de su existencia.

No podía significar nada bueno.

Jamás lo hacía cuando ella estaba implicada.

El silencio volvió a invadir cada uno de los rincones de la casa. Los intercambios de miradas valían más que cualquier palabra. Orión había perdido la cuenta de las veces que había intercambiado una mirada con Nashira antes de posarla sobre Fayna, que los observaba con confusión y... ¿curiosidad?

Yin. El bien dentro del malWo Geschichten leben. Entdecke jetzt